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¿ Maduro en conteo final?

La crisis que enfrenta Venezuela es la más profunda que ha enfrentado el país desde que el presidente Hugo Chávez se hizo del poder.

La popularidad del modelo impuesto por el chavismo,  en particular el liderazgo de Nicolás Maduro y sus verdaderos o supuestos asociados, entre ellos Diosdado Cabello, está en caída libre. Los fracasos son muchos y están pagando las consecuencias.

El deterioro de los servicios sociales se agudiza, la delincuencia se incrementa y es de suponer que las facciones dentro del gobierno estén al borde de enfrentar una crisis que indudablemente repercutirá en el resto de la sociedad.

La crisis económica es muy profunda. La escasez de productos, el encarecimiento de los que aún se encuentran en los mercados y la inflación en general, tienen a la población en un constante desasosiego.

La caída de los precios del petróleo afecta dramáticamente la gestión económica, pero también la política clientelar del gobierno, que controlaba un amplio sector de la población gracias al sistema de subsidios que había establecido.

La corrupción, la más aguda y extendida en toda la historia del país, tiende a acrecentarse. El empobrecimiento y la disminución de los recursos disponibles, incita a la carroña gubernamental  y a la boliburguesía, a un festín final con los bienes del estado.

La falta de recursos también incide en la política exterior del chavismo. Muchos de sus aliados políticos en los foros internacionales abandonaran a Maduro cuando dejen de recibir las contribuciones en moneda o petróleo.

Fidel Castro durante muchos años contó con apoyo internacional por su política de intimidación y chantaje a diferentes gobiernos. Chávez y Maduro, obtuvieron igual resultado por algo menos letal y prosaico. Dinero y petróleo.

El gobierno afronta un deterioro creciente de la seguridad pública, lo que puede conducir a la ingobernabilidad. En esto pueden cumplir un importante rol los grupos paramilitares del chavismo.

Las fuerzas armadas, en particular el alto mando, ha sido uno de los sectores más favorecido por el régimen, sin embargo no se puede descartar una asociación  entre militares y civiles con el fin  de buscar una salida a la grave crisis nacional.

Está el precedente de vacío de poder que generó Hugo Chávez Frías ante su ministro de la Defensa, el general Lucas Rincón Romero. Esta situación determinó que los militares asumieran un rol protagónico que derivó en un gobierno provisional que fue desplazado por otros militares, partidarios de Chávez Frías.

Unas elecciones en este momento, en que según diferentes encuestas el apoyo al mandatario no rebasa el 25 por ciento, debería darle a la oposición una clara y abierta victoria que de no ser reconocida por las diferentes instituciones del estado que están bajo el control del ejecutivo mostraría a los que no han querido ver ni escuchar, la verdadera naturaleza antidemocrática del régimen que controla el país.

Este año, octubre, se efectuaran elecciones para el Parlamento Nacional y en base a los análisis electorales la oposición debe obtener de nuevo la mayoría que en esta ocasión no será posible que se la roben como ocurrió en los comicios legislativos del 2010, cuando el ejecutivo reformó las leyes electorales y las circunscripciones a su favor.

Enfrentar un régimen despótico con legitimidad electoral, grandes recursos económicos y con el control de las instituciones del estado es muy arduo y complicado. En consecuencia la oposición electoral venezolana ha tenido que ser muy creativa. Ha padecido serias limitaciones y sus actividades contrarias al régimen han tenido que circunscribirse a la legalidad impuesta por una dictadura encubierta.

El régimen cuenta con un sicariato judicial que le ha sido muy útil. Los jueces del chavismo interpretan la constitución a la conveniencia del gobierno y por ese motivo pudieron criminalizar, entre otras decisiones, las protestas del 2014, encarcelar a Leopoldo López y otros opositores, a la vez que le robaba a María Corina Machado su escaño en el Parlamento.

Por suerte la oposición electoral a pesar de las diferencias entre las facciones que la integran, ha demostrado ser muy hábil, particularmente después que se constituyó la Mesa de la Unidad Democrática.

Cierto que  esa fórmula al parecer llegó al tope de sus posibilidades según la perspectivas de varios analistas, pero también es una realidad que el país cuenta con líderes capaces  de instrumentar nuevas estrategias y hasta de buscar puntos de encuentros entre los factores que puedan separarles.

Todo parece indicar que el liderazgo de la oposición se está reinventando, condición que coincide con la debilidad del gobierno, así que si el adagio de que la fuerza invita al diálogo y el diálogo a las concesiones es cierto, es posible que el régimen reconozca una eventual derrota electoral y en consecuencia abandone el poder.

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