La huída
Más vale indio huido que indio morío dice el malandrín, pululante en las calles de Venezuela, cuando es acorralado y el armamento no funciona. Entró en resonancia y la manipulación de la “fuca” fue errática. Algo así debió haberle ocurrido al cabecilla de las hordas rojitas en el apretado segundo del arrebatón. El 2D la nación vapuleo al misionero del Socialismo del Siglo XXI y desde ese día no ha podido controlar las vibraciones propias de la resonancia, esa que desmorona puentes sin detonaciones.
Por supuesto que, por carecer de cultura cívica, no ha sido capaz de interpretar el fenómeno que le removió el piso e hizo añicos su pretensión de hegemonía perpetua y hereditaria. Por eso emprendió la huida hacia adelante conforme lo ha hecho en ocasiones anteriores. Huir hacia delante tiene la ventaja de que si el edificio se derrumba y queda atrapado entre las ruinas, sus partidarios lo tendrán por mártir y si logra escapar, cual es el propósito, sería el héroe para los ilusos que confiarían en su retorno para, ahora si, sembrar la patria de socialismo o muerte. Pero cualesquiera fueren las circunstancias la congénita desvergüenza quedaría oculta a los ojos de sus incondicionales.
De allí la insensatez aparente de redoblar tambores de guerra, usando la baqueta de la provocación. Trato desconsiderado y procaz a la nación colombiana en la persona de su Presidente, junto con la exigencia de que se abra un territorio desmilitarizado para las FARC y se otorgue condición de beligerante a esa caterva de bandoleros narcoterroristas. Al propio tiempo malversa la riqueza de los venezolanos en la compra de respaldos, tácitos o expresos, para la unificación de los ejércitos de los integrantes del ALBA; así como en la adquisición de aviones y helicópteros rusos que, seguramente, serían utilizados en la cobertura de la fuerza terrestre equipada con fusiles Koláshnicov en la penetración por los Andes, Casanay o la Guajira, con respaldo de las FARC, y el bombardeo de aeropuertos, embalses, centros de acopio de alimentos, plantas de industrias estratégicas, puentes y carreteras, porque los submarinos estarían destinados al bloqueo de las costas del país hermano y, eventualmente, haciendo buena la alianza con Irán y Cuba, lanzando uno que otro cohetazo contra las costas de USA, de no pararle a la disuasiva amenaza del corte petrolero.
No es menester ser en extremo zahorí para enterarse de que ese echar dólares por el caño del armamentismo y de la politiquería continental ha sido debidamente pensado, aún en medio de los sacudones de la resonancia, en desesperado intento por aglutinar en torno suyo la voluntad nacional y galvanizarla para “la defensa de la sagrada integridad de la patria”, amenazada por el imperio y su lacayo. Porque mientras vocifera y enseña los armados dientes, Venezuela se sumerge en la ruina política, económica, social y moral. Así lo demuestran el control sobre todos los poderes públicos ejercido por el cabecilla, la fuga de inversiones, la ruina de la agricultura, el cierre de fábricas, el creciente desempleo, la inflación galopante, la ausencia de seguridad social, el colapso del sistema médico asistencial, la inseguridad jurídica y personal, la quiebra de los servicio y la asquerosa corrupción que desde los más altos estratos gubernamentales permea hasta las bases de la pirámide.
Es el fracaso estruendoso de su gobierno y del Socialismo del Siglo XXI. La derrota electoral que barrunta para Noviembre es lo que le genera tal desasosiego. Es el rechazo colectivo, previo al derrumbe, es el carburante del motor para la huída hacia adelante.