Sturmabteilung
Los llamados Camisas Pardas o SA, los Sturmabteilung, fueron desde mucho
antes de que éste llegara al poder, el brazo armado del partido nazi. Eran
quienes asaltaban y cometían actos bárbaros contra cualquier opositor al
régimen, sin importar su rango, jerarquía o posición. Su jefe máximo, Ernst
Rhöm, era uno de los pocos que se atrevían a tutear a Hitler dado el grado
de confianza con el líder y los servicios que su grupo de asalto prestaba a
la consolidación del nazismo. Las SA tenían como lemas: «Sólo se puede
acabar con el terror mediante el terror» y «toda oposición debe ser
aplastada».
Después que Hitler llega al poder y logra ser designado canciller, los
Camisas Pardas o SA comenzaron a ser un estorbo para los planes del Führer.
El ejército que era la fuerza con que éste contaba para sus delirios de
dominación mundial, odiaba a los asesinos y antisociales que constituían el
Sturmabteilung y los llamaba la escoria parda. Llegaron a ser tan
incómodos para el propio Hitler que el 30 de junio de 1934, con su anuencia
o bajo sus órdenes, se produjo la noche de los cuchillos largos en la que
Rhöm y la plana mayor de su grupo armado fueron asesinados. Las SA continuaron
existiendo pero como una fuerza marginal cuya última actuación de cierta
relevancia ocurrió en la Noche de los Cristales Rotos, aquella en que unidos
a los SS (los nuevos mimados de Hitler) y a otros grupos, destruyeron
millares de negocios pertenecientes a judíos, quemaron sus sinagogas y
asesinaron o hirieron a muchos de ellos.
En la Rusia de 1901 nació el Partido Socialista Revolucionario (S.R) cuyo
método de lucha era el terror; fueron los asesinos del ministro Pleve en
1904. Los bolcheviques los toleraron mientras les fueron útiles. Pero en
1918 los liquidaron en masa y aplastaron totalmente no solo a ese partido,
sino a cualquiera que pretendiera ser disidente o apenas autónomo.
Para ser justos y no caer en las exageraciones de alguna oposición; la
comandanta o camarada Lina Ron, a diferencia de los grupos que hemos
mencionado, practica un terrorismo mediático. Ella sabe muy bien cuando
aderezar su discurso con las palabrotas que la Ley de Protección al Niño y
al Adolescente (LOPNA) y la Ley Resorte, solo permiten utilizar en radio y TV
al máximo líder de la robolución y a algunos otros capitostes. En el fondo
de esa manera de actuar y de hablar, hay un profundo desprecio por el pueblo
al que se dice representar. Es creer que ser del pueblo es no tener
capacidad para comprender otro vocabulario ni entender otra conducta que no
sea la ordinariez. Pero esa sobre exposición de la comandanta en los medios,
esa manía suya de mostrarse como la única y genuina responsable de vigilar
el radicalismo revolucionario, mediante sus asaltos pacíficos a
instituciones calificadas como adversas al régimen; ha terminado por
molestar a ese jefe máximo a cuyos pies se postra. Las camisas verdes -que
no pardas y tampoco rojas- que vestían ella y sus secuaces cuando asaltaron
el Palacio Arzobispal el miércoles 27 de febrero, decían «Con Chávez todo,
sin Chávez plomo», pero el plomo no pasó de sus vulgaridades, de las
amenazas de tomar e incendiar las urbanizaciones del Este de Caracas, de
considerar que el policía que murió al colocar una bomba en la sede de
Fedecámaras, (la máxima representación empresarial) era un «mártir de la
revolución» y de invitar a sus seguidores a seguir colocando bombas.
Si la camarada o comandanta de apellido alcohólico tuviese algún interés en
conocer la historia, se pondría a cavilar muy seriamente sobre su fervor
revolucionario llevado a esos extremos que son más escandalosos que
terroríficos. El mundo entero, aquí, allá y acullá, ha terminado por aceptar
que el liderazgo de Chávez es, además de petrolero, mediático. Entonces no
hay que ser muy agudo para comprender por qué lo indignó tanto la conducta
de su incondicional seguidora, cuando asaltó la residencia del Cardenal
Urosa. Resulta que ese día y a esa misma hora, los hermanos del alma de las
FARC -los beligerantes angelitos- decidieron liberar a otros cuatro de sus
rehenes y entregarlos en un acto de pretensiones hollywoodescas, a su
camarada Piedad Córdova. El curruña Chávez los esperaba en su despacho del
Palacio de Miraflores, ataviado con la chaqueta verde militar que lo asemeja
a un combatiente de la narcoguerrilla colombiana. Toda la prensa nacional y
planetaria debía estar pendiente de esta acción tremendamente humanitaria de
quienes mantienen secuestradas a más de setecientas personas, algunas en
deplorable estado de salud como Ingrid Betancourt. En un gesto de nobleza
sin límites y de sensibilidad casi lacrimógena, Chávez le pidió al amigo
Marulanda TiroFijo, no que la liberaran de inmediato sino que la trasladaran
a un sitio más cercano a Venezuela. En fin, la apoteosis del canje
humanitario. Fue entonces intolerable que mismo día y a esa misma hora, la
comandanta estuviera asaltando con sus encapuchados la sede de la máxima
jerarquía católica del país y por consiguiente robándole cámara y
protagonismo a su führer (líder en idioma alemán, por si acaso). Eso no se
perdona.
Ya Chávez lo advirtió, Lina debe estar infiltrada. No fue casual que en esa misma
recriminación se refiriera a otro infiltrado, el ya purgado parlamentario tachirense
Luis Tascón. De este diputado dijo el segundo hombre fuerte del gobierno
-Diosdado Cabello- que cuando se entrevistó con Bill Gates en los EEUU,
el genio de Microsoft aprovechó para insertarle en el torrente sanguíneo, un chip
imperialista. No tenemos noticias de que la comandanta se haya encontrado también
con Bill Gates, pero ya sabemos cómo es el Imperialismo yanqui, no en balde mister
Danger Bush, es también el Diablo. Si han infiltrado todos los barrios de Caracas
llenándolos de armas y de drogas para que cada día decenas de jóvenes se maten ente sí,
además de atracar y asesinar a otras personas; no es de extrañar que alguno de sus
maleficios hayan alcanzando a la camarada Lina Ron. Pobrecita, ya sabemos cuál
será su destino. El mismo de todo revolucionario que aspira tener ideas e iniciativas
propias.