Humanitario
Uno de los rasgos más visibles del gobierno de Chávez es la hipocresía, manifiesta en los hechos, pero también en el lenguaje. No hay nada que el gobierno haga que no tenga lo que los jugadores de billar llaman “piquete al revés”, un interés nada santo, más allá de los aparentes beneficios populares que se cacarean. Buen ejemplo son las llamadas “misiones”, que se iniciaron dentro de la campaña gubernamental cuando el referendo revocatorio de 2002, y después fueron siendo abandonadas, hasta la postración en que hoy se hallan.
El mismo signo han tenido las demás políticas chavistas. Siempre, tras las escasas realizaciones oficiales es fácil ver el interés demagógico y populista, más allá de los supuestos fines de beneficio y mejoramiento popular. Especial significado tienen las generosas “ayudas” a otros países y a otros pueblos, valiéndose del dinero de los venezolanos, que se despilfarra regalándolo a otra gente cuando entre nosotros hay tantas necesidades. No se trata, como se quiere hacer ver, de un gesto de solidaridad, sino de una vulgar compra de sumisión y apoyo de otros gobiernos para las fantasiosas ambiciones de liderazgo internacional.
Igual ocurre, como ya dije, con el lenguaje que acompaña a aquellas acciones demagógicas y populistas. Chávez todo lo dice con su escondido –a veces no tanto– afán de obtener alguna ganancia o prebenda. El mismo uso frecuente del lenguaje escatológico, más que una catarsis para desahogar molestias y resentimientos más o menos justificados, sólo busca escandalizar para ocultar vicios y fallas de gran presencia en los medios de comunicación. O, peor aún, aparenta una política que no es real, pero produce dividendos. Tal la verborrea antiimperialista de Chávez. Su antiimperialismo sólo es verborreico, pues mientras él insulta al presidente Bush, el petróleo venezolano alimenta la salvaje maquinaria de guerra del Imperio.
Últimamente esa doble hipocresía se ha puesto de manifiesto en el caso de la liberación de algunos pocos secuestrados por las FARC. El hecho de la liberación se ha utilizado, por una parte para Chávez hacerse propaganda en el ámbito mundial, aparentando una habilidad de mediador y de bien intencionado, y por la otra para pretender favorecer a las FARC ante la opinión pública, los gobiernos de otros países y los organismos internacionales, a los que se pide dejar de tenerlas como terroristas, y reconocerles un estatus político beligerante.
En cuanto al lenguaje en lo que atañe a la tan publicitada liberación de rehenes, la máxima hipocresía reside en tratar de vender la actitud de Chávez y de los guerrilleros secuestradores como humanitaria. ¿Qué tiene, por Dios, de humanitario liberar tres o cuatro rehenes cuando se tiene varios centenares más, y, por si fuera poco, se sigue secuestrando gente inocente y ajena al conflicto? Lo humanitario sería no utilizar el secuestro como arma política, y dejar libres a todos los secuestrados.