Opinión Nacional

Juegos de guerra

Hay guerras y guerras, diría Perogrullo después de un profundo análisis, y yo, que debo confesar una ignorancia total en el tema militar, tengo que afirmar que estoy totalmente de acuerdo. Porque a pesar de mi ignorancia pienso que en toda guerra hay que tener claro lo que se quiere lograr. Ese logro no es ni puede ser militar, es social, político o territorial. Una vez que eso se tenga claro se pueden definir los objetivos militares. Puede ser una guerra de independencia para expulsar una potencia extranjera, una guerra de conquista para invadir un territorio con algún argumento, una guerra civil en la que cada fracción quiere someter a la otra, pero en todos los casos hay un objetivo no militar que priva sobre el objetivo militar. Por eso es que en este jueguito de guerra en el que nos estamos metiendo por mampuesto cabe preguntarse ¿Qué pretende lograr Venezuela en una guerra con Colombia? ¿La vamos a invadir? ¿Vamos a debilitar al gobernó de Uribe hasta que caiga? ¿Vamos a fortalecer una gran movilización guerrillera para que tome Bogotá?

Ninguna de esas preguntas tiene respuesta afirmativa. Aquí parece que los únicos que tienen el objetivo claro son el gobierno y el pueblo colombiano. Tienen más de 50 años luchando para acabar con la lucha armada en su país y ahora cuando después de derrotar a la guerrilla social y políticamente también la están derrotando militarmente, se encuentran con que las pocas bandas armadas que quedan están cogiendo un respiro gracias a los países vecinos. Pero Colombia tiene los objetivos claros: seguir combatiendo la lucha armada hasta conseguir la paz en Colombia.

Por supuesto, esa lucha colombiana tiene un único final: lograr la entrega de los secuestrados y un cese al fuego total a cambio de un tratamiento justo y generoso a los combatientes que se pacifiquen. La situación en la que se encuentran las FARC no da para más. Por ello es que un “intercambio humanitario” en el que aumenten los combatientes a cambio de secuestrados apunta en contra de los objetivos del gobierno y el pueblo colombiano. Es obvio que no lo quieran hacer, mucho más ante una situación en la que las FARC son repudiadas por casi el 100% de los colombianos. Por eso el gobierno seguirá terco en busca de su objetivo aunque tenga que soportar el chantaje de ser el inhumano de la partida.

¿Y qué aspiramos nosotros en esa situación? ¿Encontrarle una salida digna a las FARC? ¿Lograr que se fortalezcan y representen una alternativa revolucionaria ante la oligarquía colombiana? Cualquiera que sea nuestro objetivo resulta ilegítimo e imposible. Es ilegítimo porque representa una injerencia en los asuntos internos de una nación, la cual ya se ha pronunciado repetidamente contra las FARC. Pero además es imposible porque se trata de un movimiento repudiado y derrotado, que hace mucho tiempo perdió el norte y hoy no tiene representatividad ante su pueblo.

Ante esta realidad, ante esta debilidad de nuestros objetivos políticos, los objetivos militares no pueden ser otra cosa que débiles e incoherentes. Llevaremos tropas a la frontera, pero ¿Qué van a hacer? ¿Defendernos de una agresión colombiana? Está claro que a Colombia no le interesa agredirnos, esa no es su guerra. Lo único que tienen que hacer es evitar que se produzca alguna escaramuza en la frontera. Por ello, lo mejor que pueden hacer los colombianos es alejar sus tropas lo más posible de la frontera, aunque esto signifique retrasar un poco su objetivo central de derrotar a las FARC. Al mismo tiempo seguirán atacando campamentos en otras zonas del país. Eso sí, cuidando esta vez que no estén cerca de Venezuela y Ecuador.

Tal parece que en este juego de guerra sólo una de las partes tiene claro lo que persigue y la experiencia histórica es contundente al respecto, el que tenga claros los objetivos será el ganador.

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