El embrujo de la madrastra
Los pueblos no exigentes no producen liderazgos. Y sin liderazgos seguiremos estancados
(%=Image(1717747,»L»)%) Tiempos de candidaturas. Hay avalancha de aspirantes. Eso revela cosas buenas y otras no tanto. Parece que abundan quienes quieren hacerse del timón. Pero luce que nadie quiere remar. Muchos quieren mandar, pocos parecieran entender que se trata de liderar. Y liderar no es mandar; es saber servir y dirigir a los demás con propósito, amor, respeto y sensatez. Liderazgo es transformar una visión en realidad.
Claro, las elecciones son una estupenda oportunidad para una competitividad altamente conveniente para el progreso del país, pero también son ocasión para vender y comprar patéticos ejercicios de egotismo y egolatría. Por supuesto que hay candidatos con indisimulable «sex-appeal», ese «no sé qué» que los hace atractivos. No me refiero al carisma, sino a eso que seduce a la gente -sin que la misma gente pueda explicárselo – y que la induce a brindar su apoyo sin hacer demasiadas preguntas. Yo, confieso, soy inmune a esas seducciones que encuentro dañinas a la democracia. No porque crea que elegir es un asunto racional -que no lo es- o porque tantos años en estas lides me hayan dejado el cuero duro o el alma curada de espantos. Al contrario, la experiencia me confirma que no hay razón sin pasión y que la política carente de pasión y razón está condenada al fracaso. Ningún cambio trascendental ocurre basándose en meros escrutinios y dictámenes de la racionalidad. Pero sí creo que un candidato tiene que convencer con sus valores, convicciones y principios, con sus propuestas, con su capacidad para liderar. No estoy interesada en espejitos de vendedores, sino en catalejos de visionarios. Nada logrará una cautivadora sonrisa si siento que todo lo que tiene para ofrecer esa persona es el «embrujo de la madrastra de Blancanieves». Tampoco creo que estemos como para consensos burdos o, peor aún, aplicar lo de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», frase de tal pobreza intelectual que da grima.
He votado en muchas elecciones. He trabajado en 15 campañas. En todas estas «experiencias» jamás he sentido lo que sintieron quienes trabajaron en las campañas de J.F. Kennedy, R.F. Kennedy, Mandela o Lagos. Hace ya muchos años que no ha habido «grandes» compitiendo por los votos. Buenos sí, grandes no. Pero eso no quiere decir que debamos conformarnos. Los pueblos no exigentes no producen liderazgos. Y sin liderazgos seguiremos estancados.
Concejal El Hatillo – UNT