Las predicciones de Oppenheimer
“Usted tiene en sus manos el arma más poderosa que haya tenido hasta ahora contra Chávez. ¡No la use!” Quien le adelanta este consejo de buena voluntad y seguramente sin la menor mala fe al presidente de los Estados Unidos es el popular columnista argentino Andrés Oppenheimer, de amplia resonancia continental desde Miami, en donde escribe para el Miami Herald.
Suena razonable y suficientemente comprobado por una experiencia de medio siglo: el bloqueo de los Estados Unidos a la Cuba revolucionaria le entregó a Fidel Castro la coartada perfecta para galvanizar a su población y reeditar la vieja epopeya de los sitiados, que desde Massada y la lucha de los judíos contra los invasores romanos ha servido a toda suerte de aislacionismos dictatoriales. Si bien tampoco está claro cuál hubiera debido ser la alternativa a emplear por un gobierno que debía enfrentar al factor más poderoso de la penetración de la Unión Soviética en su área de influencias y el responsable de la grave desestabilización que sacudiera a América Latina desde los años sesenta y terminara en la más terrible sangría política del continente: todo un medio siglo perdido. Y una Cuba devastada y sumida en la miseria.
La razón dada por Oppenheimer posee una fuerza de convicción aparentemente irredargüible: “Si Estados Unidos pone a Venezuela en su lista de naciones ”terroristas” –junto a Cuba, Corea del Norte e Irán – y le impone sanciones económicas, Chávez obtendría un espaldarazo propagandístico en el momento en que más lo necesita. Chávez diría que las medidas de Estados Unidos probarían que es víctima de una conspiración internacional liderada por “el imperio”, sacaría la carta nacionalista, y se recuperaría de su derrota electoral del 2 de diciembre. De hecho, Bush le haría un gran favor.”
Simple y sencillo, como una suma de primer grado. Pero la política nada tiene que ver con el universo de las matemáticas. Ni resiste generalizaciones impropias en analistas serios y experimentados como el señor Oppenheimer. Que suele equivocarse no es un misterio: no ha transcurrido un mes desde que se sacara de la manga otro argumento del mismo jaez aritmético: el enfrentamiento propiciado por Hugo Chávez contra nuestros vecinos colombianos se traduciría inexorablemente en una victoria de popularidad para el teniente coronel, reavivaría el nacionalismo venezolano y le permitiría recuperarse de la derrota del 2 de diciembre. Se equivocó de la manera más flagrante y categórica. Exactamente como se equivocó Galtiere en Las Malvinas. La bufa aventura bélica de Hugo Chávez se tradujo en un rechazo masivo de más del 80% de la población venezolana y contribuyó a hundirlo aún más en el sentimiento popular. A Uribe, en cambio, lo elevó hasta un respaldo casi unánime, granjeándole enormes simpatías en la propia población venezolana.
No podemos calibrar los efectos que la declaratoria de estado terrorista y/o forajido al gobierno de Hugo Chávez por parte de los Estados Unidos tendría sobre la economía, la sociedad, la cultura y la política venezolanas. Dada la profunda dependencia de nuestro país respecto de los Estados Unidos, que el gobierno de Hugo Chávez ha profundizado hasta extremos caricaturescos, es imaginable que bien podrían llegar a ser demoledores. La oposición venezolana no está pidiendo, ni muchísimo menos recomendando que los Estados Unidos declaren a Hugo Chávez cabeza de un gobierno terrorista y forajido: quien hace cuanto está a su alcance, consciente o inconscientemente, por lograrlo es el propio Hugo Chávez. Pero se equivoca si cree que al provocarlo ganará algunos puntos de popularidad. Posiblemente cavará con ello su propia tumba, precipitándose al abismo. Y se equivoca Oppenheimer en creer que se salvará de él gracias al auxilio del presidente Bush.
Los graves problemas venezolanos pasan por otras coordenadas y es preciso analizarlos con un profundo conocimiento de causa. Las generalizaciones no sirven de nada. Definitivamente: en política, 2 + 2 no son cuatro.