Opinión Nacional

El pescuezo no retoña

Huele a Apocalipsis A los últimos tiempos de Carlos Andrés Pérez. A “Por estas calles”. Corre un aire cálido y frío que espeluzna y estremece. Un mar en calma que presagia una tremebunda borrasca. Nos aproximamos al desenlace.

Entre quienes conducen esta locomotora desbocada que se abalanza hacia el abismo y el pueblo expectante no hay nada. Un túnel negro aparentemente sin salida. Como sucedía a fines de octubre, comienzos de noviembre de 1957. Nadie sabe todavía cómo y por dónde saltará la liebre. Pero los olfatos más avisados huelen la chamusquina de las catástrofes. A Chávez le está llegando su hora.

La encuesta de Datos es como para que s’esnuque el presidente, se infarte el gabinete y la familia presidencial comience a reservar plazas en el Hotel Nacional, de La Habana. Se ha volteado la tortilla y la popularidad presidencial cae a los abismos que condujeron a la rebelión popular del 11 de abril. Con una diferencia descomunal que nada ni nadie podrá recomponer: se agotaron los ases bajo la manga, no hay más plata para misiones, Fidel Castro pasó a mejor vida y las ratas del CNE se comieron las maquinitas. Incluso los cientos de miles de colombianos cedulados a la mala ya no correrán a votar por los indigestos del PSUV: desde Villavicencio odian a Chávez y al chavismo.

Por primera vez tras nueve años de Poder absoluto, se estremecen las talanqueras. Oficiales medios cuidan sus espaldas ante los convenios de derechos humanos y le temen a un juicio a lo Milosevich como un gato al agua hirviendo. Miran hacia la Argentina de Videla y el Chile de Pinochet y atisban un horizonte nada halagador. Los altos mandos se miran con desconfianza y andan de espaldas a los muros. Los jueces comienzan a sacar sus calculadoras y ya les sonríen a los desorientados administradores de la oposición. Hasta un fiscal se ha atrevido a denunciar a ese personaje de la triste figura, dizque poeta, que Marianella Salazar bautizara con el remoquete de “mangasmiá”.

La asamblea se derrumba. Una señora gritona, estentórea y fruncida hace que la preside. Pero ya le faltan el respeto hasta los ujieres. Desapareció Barreto, a pesar de que se le mueren seis niños de indiferencia sanitaria. Carreño se esfumó. Diosdado espera en el silencio de los culpables por un juicio final que se asoma. Rodríguez Chacín perdió todo su poder: le reventaron a su interlocutor y hasta el brazo le cercenaron al cadáver de otro de sus amigos.

O corren o se encaraman. Suena a paradoja, pero ante la brusca e inevitable caída en las honduras del desprecio lo mejor que podría hacer Chávez es prepararse un colchón electoral. Permitir el drenaje de los odios que crecen exponencialmente y día contra su abotargada figura mediante el expediente electoral. Más vale perder algunas gobernaciones y un par de cientos de alcaldías que la cabeza. Debiera recordar el consejo del segundo de a bordo de Pérez Jiménez la madrugada del 23 de enero de 1958: mejor nos largamos, general, que el pescuezo no retoña.

¿A eso se deberá la decisión de Tibisay Lucena fijando de una vez la fecha de las elecciones regionales? Cuando se va en caída libre, bien vale encontrar una playa donde aterrizar. O a Chávez y al chavismo le pasará lo que al avión de Transvalcar: desaparecer en las aguas cenagosas del olvido.

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