Caribe
Anteriormente en Venezuela los jóvenes utilizaban con mucha frecuencia el adjetivo “caribe”, para señalar a esos guapos de barrio que se valían de su fuerza y tamaño para imponerse sobre una persona más débil y pequeña. El venezolanismo significa abusador, arbitrario, y viene al pelo para calificar lo que está haciendo Hugo Chávez con el país desde hace mucho tiempo, pero especialmente desde que perdió el referendo del 2D. Valiéndose de que la sociedad civil se encuentra debilitada, y los partidos y otras organizaciones aún no logran recuperarse del todo, le impone sin misericordia sus reglas al conjunto de la nación. Sus abusos se incrementan a medida que las elecciones regionales se aproximan y, por lo visto, seguirán in crescendo a medida que diciembre del año 2012 se aproxime.
Durante el 11, 12 y 13 abril el país fue convertido por el teniente coronel en una “república bananera”. Fue transformada en una pobre y humillada nación africana, sometida al despotismo de un “hombre fuerte” embriagado por el poder. Durante esos días en los que el oficialismo celebró el retorno (en realidad reposición) del caudillo a Miraflores, Venezuela fue violada descarada e impunemente por un mandatario ególatra que siente olímpico desprecio por las instituciones democráticas, por la autonomía y el equilibrio entre los poderes públicos y por todo lo que signifique ponderación democrática. Fueron días de orgía y desenfreno autoritario. Ni el menor respeto por las víctimas de la masacre del 11 de abril de 2002, ni por los comisarios encarcelados injustamente por orden del Presidente de la República, ni por la fidelidad a la historia real de los hechos. La heroica marcha del millón y medio de venezolanos que salimos a defender la democracia frente a la pendiente dictatorial que Chávez estaba tomando, y a solidarizarnos con los gerentes de PDVSA despedidos en un acto bochornoso y arrogante, resulta que ahora no existieron. Fueron borrados del mapa por la interpretación tergiversada que hacen de los acontecimientos esos vencedores temporales.
Durante esos tres días oprobiosos, en los que parecerían celebrarse fechas patrias, Chávez encadenó al país durante jornadas interminables, organizó desfiles militares para mostrar su poderío bélico, creo la Misión 13 de Abril, se vistió de oficial, creó el comando general de la milicia, gritó hasta el cansancio “patria, socialismo o muerte”, hizo una apología del militarismo, intimidó a la oposición, amenazó a los productores agrícolas e industriales, insistió en que el socialismo es un proyecto vivo y rozagante. No hubo desafuero que no cometiera. Se valió de todas las formas de peculado de uso para demostrar que el poder lo ejerce para imponer su propio proyecto, sin importarle cuál haya sido la opinión de la mayoría de los electores el pasado 2D. Demostró, una vez más, que su visión de la participación es sectaria y excluyente, como la de todos los grupos confesionales.
Hay que preguntarse ¿por qué tanto desenfreno y tanta provocación? ¿Qué busca Chávez con esa actitud insolente e irrespetuosa con la nación? Tengo la impresión de que se trata de un irrespeto, o “caribería”, fríamente calculada por él y sus estrategas. Luego del descalabro del 2D, del fiasco del PSUV, de la infinita incompetencia de su gabinete, sus gobernadores y alcaldes, que no logran resolver, como él mismo lo admite, ni siquiera el problema de la basura, necesita transmitirles seguridad a sus seguidores. Está obligado a proyectar dominio sobre el conjunto de la maquinaria y a demostrar que todo está bajo su control. Requiere, también, atemorizar a los electores para hacerles sentir que si no ganan los candidatos que él proponga en estados tan importantes como Miranda, Carabobo, Anzoátegui o Táchira, donde ha admitido la posibilidad de perder, tendrán que asumir las consecuencias de una revolución que es pacífica, pero que está armada, y hasta los dientes. No en balde Venezuela fue el noveno comprador de armas en el mundo durante 2007.
Su “caribería”, sin embargo, creo que tiene un propósito todavía más trascendente: crear las condiciones para perpetuarse en el poder más allá de ese fatídico 2012, que luce lejano para nosotros, a quienes nos parece que el hombre ha mandado por un siglo, pero no para él, que pensaba morir de anciano en Miraflores ¿Qué hacer con los resultados del 2D? ¿Cómo adulterar la voluntad popular para meter de contrabando el socialismo bolivariano y, de paso, lo más importante: la reelección indefinida? Desatar ese nudo gordiano no resulta sencillo. Las cifras del referendo de diciembre están allí y no pueden modificarse sino a costa de conducir al país al borde una guerra civil, tal como ocurría en Venezuela en el siglo XIX cuando los presidentes no querían abandonar el poder cuando les correspondía. Además, la inflación, la inseguridad y la escasez le han erosionado su popularidad. Dar un golpe de Estado puro y simple, en este caso autogolpe, no es fácil, pues Chávez siempre ha aspirado el máximo reconocimiento internacional.
Desde su perspectiva pareciera que lo más sensato es inducir una asonada militar, una ruptura institucional, por parte de los sectores que lo cuestionan, para así justificar el decreto de estado de emergencia y la suspensión de cualquier clase de elecciones (regionales, legislativas y nacionales) durante un tiempo indefinido. De este modo podría conservar el poder sin tener que someterse a la censura y el enjuiciamiento de la comunidad internacional. Nada más favorable para sus fines que lograr que unos militares se desesperen ante tanta iniquidad y decidan hacer justicia con sus propias armas. Esta tentación hay que evitarla a toda costa. En el país no debe producirse ningún cuartelazo. A pesar de la “caribería” hay que salir del caudillo con la fuerza y el poder de los votos. Ninguna otra arma sirve.