Caracas la horrible es roja, rojita
A Salazar Biondy, in memoriam
Jorge mató a Wilmer
Pedro mató a Jorge
Leandro mató a Pedro
entre cinco acribillaron a Leandro
y también murió
con un huequito en el pecho
y el plomo rebotando
entre las costillas y los pulmones
la niña Belkis
quien jugaba íngrima
saltando compartimientos
de ilusión y de tiza
y ahora ni siquiera
el presidente de la república sabe
quién va a ver
la telenovela conmigo
todas estas largas noches
que le quedan al municipio.
José Pulido.
La capital de la Bolivariana Patria es roja por los cuatro costados y a toda hora. Día tras día se colorea más y más y más de rojo, no el de las franelas y boinas que es la vestidura impuesta por la intolerancia, sino del color propio de la sangre que brota indetenible de cuerpos y más cuerpos que una morgue precaria escasamente puede recibir y autopsiar.
En Caracas la horrible, la sangre no se analiza ya por factores sanguíneos, el ORH positivo o negativo es asunto clínico del pasado cuartorepublicano, ahora, en la revolución bolivariana, se distingue la sangre por edades, sexo, oficio o profesión.
Inveteradamente, cada mañana la urbe amanece salpicada de sangre ajena e inocente, calles, escaleras, centros comerciales y avenidas, reciben a mansalva litros de sangre proveniente de los jóvenes masacrados por ajustes de cuentas, de los chóferes de taxis o autobusete que fueron asesinados en plena ruta y a la vista de todos los pasajeros, de los niños y adolescentes que se resistieron al atraco o se interpusieron en el camino de una pérdida bala, de los resistidos a los secuestros express, de la de los escuálidos que quedan a merced de la justiciera respuesta de los armados círculos y escuadrones encargados de defender la Revolución. De seguir la matazón indiscriminada y generalizada – culpa exclusiva de la sociedad y no de un gobierno que acumula más de cien mil víctimas – Caracas, la horrible, será por siempre la querida y anhelada por nuestros gobernantes: roja de noche, rojita de día, roja, rojita a toda hora y en todo lugar.
Roja rojita la calle, rojo rojito el dolor, roja rojita la rabia, rojo rojito un futuro que nadie quiere porque al no poder hacerse más la vista gorda, los caraqueños se han convertido en recientes daltónicos que ya no aprecian el rojo – rojito, y andan en busca de otros colores que pacifiquen la monstruosidad en esta horrible ciudad.