¡Ojala!
Quienes quieren pertenecer al mundo de la intelectualidad –que no todos estamos aptos para ello – se avergüenzan solo de pensar que sean calificados como pensadores de derecha. Es bastante probable que ignoren hasta el origen de las denominaciones izquierda y derecha. Para ellos, simplemente ser de derecha es ser reaccionario, mientras que estar ubicado en la izquierda les hace simpáticos, avanzados, con un pensamiento “progresista” y muy amigos de aquellos que no tienen nada por que la flojera o los vicios se los ha impedido. Por supuesto, se excluye de esto al incapacitado y otros que realmente merecen el apoyo del estado Una frase, no recuerdo de quien, califica al socialismo como el producto de la envidia humana. Podría agregársele que también del resentimiento. El mundo fue objeto de un bombardeo de ideas que formaron una matriz de opinión favorable a fomentar el supuesto izquierdismo que impera. Un grupo de intelectuales, que vivían en la dulce modorra – y envidiable por cierto – de no hacer nada o hacer lo que provoque, triunfadores en el arte, la literatura, la filosofía, en fin, en todas esas cosas que nos permiten mantener una agradable conversación por horas interminables, por supuesto, en un café donde sean muy visibles. Menos mal que mis padres me habían inculcado el amor a la lectura. Así pude conocer sobre el levantamiento del pueblo húngaro contra la política dirigida desde la Unión Soviética, resultando un genocidio iniciado asesinando a un grupo de estudiantes que a través de una emisora de radio solicitaban las reformas y culminado con la ejecución de Imry Nagy, el presidente de la nación. A partir de ese momento y durante 30 años fue prohibido en toda la Unión Soviética la discusión del tema. Otra circunstancia favorable fue vivir en la parroquia de Catia. En ella se encuentra un barrio denominado Lídice y allí vivían docenas de familias que habían huido de los países ubicados en la órbita soviética. Sus hijos eran mis compañeros de estudio y en las visitas que hacía a sus simples pero aseadas viviendas pude oír interminables horrores sobre la Rusia de Stalin y Kruschev. Probablemente los entubados “rojos rojitos” actuales señalen que esos humildes y laboriosos inmigrantes eran agentes de la CIA. Ocurrió lo de Checoslovaquia, la prisión del autor de Archipiélago de Gulag, Alexander Solzhenitsyn ; Afganistán y la masacre de la plaza roja llevada acabo por los chinos comunistas. Todavía, en ese régimen que aplaude el Presidente Chávez, acosan al Tibet por un simple deseo de independencia. Pero ese no era un imperio. Imperio fueron los países de Occidente, que en muchos casos con oposición o sin ella, a la fuerza o por voluntad propia, descolonizaron sus posesiones. Obvio, no fueron capaces de superarse per se. En Puerto Rico prefieren ser gringuitos –lo demuestran las elecciones- y desde México y otros países latinos las migraciones hacia el imperio son de millares, muchos de ellos metiéndose al ejército norteamericano para poder obtener la nacionalidad.. No faltará el político de orilla que exprese “No es una búsqueda de mejores condiciones. ¡¡No!! Se trata de una invasión disimulada”.
Aquí en Venezuela operaban, inculcándonos esas ideas herederos –porque no se las ganaron ellos- de grandes fortunas. Los hermanos Machado, residentes en el Country Club, Miguel Otero Silva y quien sabe cuantos más. Recuerdo una repuesta de Gustavo Machado a Germán Borregales, político de derecha que al recibir la herencia de su padre, Teo Borregales en lugar de ser “le bon vivant”, conformó una sociedad para la protección de niños abandonados denominada Fundación Borregales. La repuesta del comunista Machado para Germán Borregales fue la vulgar descalificación. Publicada en el pasquín Tribuna Popular, algo así como el VEA de la actualidad, escribió Machado: “Borregales es un hombre que tiene una venta de cachivaches por ahí de Cuartel Viejo a Altagracia”, Por supuesto, Borregales se ganaba la vida de forma digna. Con una humilde tienda, que si mal no recuerdo era una librería o papelería. Vivía en un sencillo apartamento en la urbanización el Silencio. Por supuesto, muerto es muerto y hay quien los respeta. Yo no. Gustavo y su hermano fueron dos personas que estoy seguro nunca se ganaron un centavo con el sudor de su frente. Algo parecido al José Vicente de hoy.
Pero todavía persistimos en el tema. Queremos ser comunistas aunque muchos de quienes fueron comunistas reniegan de esa doctrina. Hablamos del valor del trabajo en contraposición al valor del mercado. Realmente y siempre lo he repetido, soy un ignorante. Poco conozco de economía, política y cosas parecidas pero con relación al valor del trabajo, expongo: Mi esposa trabaja bordando un mantel seis meses. Casi me tiene en el abandono por el bendito mantel. Creo que es una artista pero vamos a calcular que se le pague el indigno salario mínimo con el cual mal vive un obrero. Redondeamos en Bs.F 600.00. Seis meses de trabajo serían Bs.F 3.600,00 o sean, Bs. 3.600.000,00 de aquellos. Búsquenle el clientecito que le pague esa cantidad. ¿Mercado o trabajo? Simplemente, el valor de las cosas las da el mercado. Puro bla bla de populistas. Porque, ¡Como les gusta explotar! Nuestros gobernantes, desde ministros, gobernadores y alcaldes se esmeran en no pagar a tiempo, retener las prestaciones sociales y utilizar la idea del genio de Miraflores: Las cooperativas. Así se olvidan de aumentos de sueldo, vacaciones, seguro social, utilidades, pagos por despidos, etc. Pregunte por ahí: ¿Cuántas cooperativas sobreviven?
Y el otro icono es Cuba. Que bien fue para la momia el que le bloquearan la isla. Así tenía a quien culpar de su incompetencia. Recuerdo uno de sus largos y tediosos discursos, emulados por el presidente Chávez. Creo que hasta batió el record Guiness. No olvido los bobalicones de la época, todas las noches escuchando las sandeces de Fidel, babeantes de placer casi orgásmico. Luego salían a repetirlo por ahí. Por último, decidieron irse para el cerro y arrastrar tras si muchachitos imberbes. ¿Para qué? Para salir con las tablas en la cabeza y llegar hoy día hasta alabar a Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, que les dieron hasta por la cédula. Uno les escucha hoy fía. Viviendo de glorias pasadas, auto mitificándose, llegando uno de ellos a decirme lleno de orgullo que le habían concedido un diploma por su actuación como guerrillero urbano. Otro cuenta como fue a luchar en Viet Nan y acusa a los gringos se inyectarle el suero de la verdad para que confesara la invasión que iban a realizar a Estados Unidos. En fin, en el mejor de los casos, un rosario de ilusos y fabuladores. Valdría la pena que se leyeran a Eleazar Gallego que en su obra “Colcha de Retazos”, que en palabras sencillas, expone su experiencia al respecto.
Por supuesto, en lo que el gobierno denomina oligarquía, también abundan los poca cosa. Esas poca cosa, muchos de ellos ex gobernantes nacionales, regionales y locales, fueron un fracaso. Gran parte de ellos “sin oficio de oficio” se meten en el autobús del antichavismo porque saben que la gran mayoría de quienes estamos de ese lado, somos capaces de agarrarnos de cualquier clavo caliente con tal de salir de esta suma de incompetencia. Llegamos al extremo de afirmar que votaríamos hasta por Lusinchi porque antes se robaba menos que ahora. A ese punto de inmoralidad nos ha llevado el actual gobierno.
Dejare de escribir estas divagancias. No faltará el buen amigo –ya me lo escribió hace como dos meses – que diga que el odio me corroe. Siempre le he respondido: No es odio; es arrechera que es otra cosa. Gracias por leerme si es que tuvieron el valor de llegar hasta el final, existiendo cosas más interesantes para leer. Ojalá que nos dediquemos al trabajo. Ojalá que nuestros niños dejen de deambular consumiendo drogas, ojala que nuestros presos sigan presos pero tratados con humanidad. Ojalá tantas cosas, que nadie estaría capaz de leerlas.