¿Qué Han Hecho Bien los Socialistas Venezolanos?
El pasado 6 de diciembre de 1998 se cumplió el más ansiado de los sueños de los socialistas venezolanos: lograron engañar a los electores para que eligiesen a Hugo Rafael Chávez Frías como Presidente de Venezuela—sin que esos electores supiesen que las verdaderas intenciones políticas del nuevo Presidente, eran las de ponerle fin a la partidarquía que habían creado Acción Democrática y Copei, a partir del Pacto de Punto Fijo y de la Constitución Nacional de Venezuela de 1961—para reemplazarla por un estado socialista marxista-leninista, a imagen y semejanza al existente en la Cuba de Fidel Castro.
Todos sus intentos anteriores destinados a tomar el poder fallaron—tanto los que usaron la fuerza, siguiendo la estrategia del “foco guerrillero” de Ernesto Guevara de La Serna (Alias el Che)—como los que lo hicieron democráticamente—lanzando como candidatos presidenciales a Raúl Ramos Jiménez (1963); Luis Beltrán Prieto Figueroa (1968); Jesús Ángel Paz Galarraga y José Vicente Rangel (1973); José Vicente Rangel, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Américo Martín y Héctor Mujica (1978); Teodoro Petkoff, José Vicente Rangel y Andrés Velásquez (1983); Teodoro Petkoff, Edmundo Chirinos, Andrés Velásquez y David Nieves (1988); y Andrés Velásquez, Fernando Bianco, Gabriel Puerta Aponte, y Félix Díaz Ortega (1993).
Y parece que los 40 años que habían pasado en la oposición, “siendo reprimidos” por los “puntofijistas”, les creó un estado mental que no les permitió darse cuenta que ahora eran el gobierno, y por ello redactaron una nueva Constitución Nacional (aprobada mediante referendum popular el 15 de diciembre de 1999)—que además de elevar al rango constitucional sus más sentidas aspiraciones para los trabajadores y su muy extensa concepción de lo que son los derechos humanos—e indigenistas—incorporó toda una serie de derechos políticos que “le impedirían a cualquier gobierno ‘reprimir’ a la oposición en la formas en que ellos habían sido reprimidos durante los 40 años del ‘puntofijismo’ ”, y sólo fue demasiado tarde—en 2007—cuando por fin pudieron darse cuenta que su propia Constitución no les permitiría eliminar a la democracia—e intentaron reformarla—sólo para ser pasmosamente sorprendidos, cuando los electores les dijeron: ¡NO!, ¡no queremos un Presidente vitalicio y mucho menos un estado socialista!
Y en el ínterin—un muy extenso ínterin que ya ha comenzado su noveno año—aprendieron que una cosa es protestar desde la oposición agresivamente para exigir la construcción de un acueducto para una comunidad, y otra muy distinta la de construir ese acueducto desde el gobierno.
Se han pasado nueve años aprendiendo a gobernar; y por sus hechos, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que han escogido el camino del ensayo y el error—lo que ha traído como consecuencias, que a pesar de haber eliminado la independencia y autonomía de las cinco ramas del poder público nacional, y tenido a su disposición la más gigantesca cantidad de dinero jamás antes administrada por gobierno venezolano alguno—y de maquillar constantemente las estadísticas y otras informaciones oficiales, Venezuela está como cuando Diógenes recorría las calles de Atenas en el siglo cuarto con una linterna encendida a pleno mediodía “buscando un hombre honrado”—con la diferencia que ahora se busca algo—cualquier cosa—que los socialistas venezolanos en el poder hayan hecho bien.
Lo más triste de todo esto es que quienes se autodenominan como opositores al actual gobierno nacional de Venezuela, también son socialistas—unos usando el imposible oximorón llamado “social-democracia” y otros, el también imposible oximorón de “social-cristianismo” (que no puede materializarse, porque tanto Juan Pablo Segundo, como Benedicto Décimo Sexto, han prohibido la “Teología de la Liberación”).
¿Cuándo aprenderán los venezolanos que el socialismo es una antítesis de la democracia? ¿Cuándo reconocerán que aunque El Libertador, llamó a la América Española a unirse para enfrentar al poder de los Estados Unidos de América, él fue uno de los cuatro padres mundiales del Liberalismo?—al que los socialistas llaman despectivamente “neo-liberalismo” como si hubiese muerto y resucitado—cuando en realidad el que murió (definitivamente en 1991) fue el Socialismo, y no ha resucitado, ni lo hará.