Opinión Nacional

El ministro y la asnotecnología “bolivariana”

Es por demás vergonzoso el discurso del minpopu de la defensa, al tildar de “burros” a los militares que no siguen sus lineamientos anticonstitucionales y se autocalifican de institucionales.

Al solo pensar y equiparar a un ser humano como burro, se está autocalificando como el asno mayor o “burro intelectual con tres soles” ¡Qué lástima! Ver el nivel al que ha llegado la jerarquía militar “revolucionaria”. Pareciera que el general Rangel no supiera que un calificativo como ese no se veía desde enero de 1958, cuando al general Pérez Jiménez se le ocurrió nombrar ministro de educación al general Prato, algo así como hoy, cuando se cree que un militar sirve para todo. En ese entonces, desfiló el pueblo de Caracas con un burro que en su gualdrapa llevaba en grandes letras “ME”.

Del libro que hemos terminado “La Guerra por la Paz – En tiempos de Guerra y de Revolución”, tomamos el concepto sobre la “guerra moderna” y la nueva visión paradigmática de los ejércitos en el mundo, deseando parafrasear la vetustez en que ha caído el nuestro, guiado por ignaros conductores políticos uniformados y jerarquizados en nuestra FAN, con la desquiciada asesoría de los aventureros integrantes de estado mayor presidencial.

Con esta visión, sentimos lástima por el porvenir de la FAN en la que invertimos más de 50 años de estudio, revisión y modelaje, para insertarla en esa fuerza armada “moderna” que ansía el mundo después de la Guerra Fría.

Pensamos que no hay dudas en el destino que le espera, viendo el desquicio ideológico, doctrinario y de la capacidad intelectual de quienes asumieron desde hace nueve años el testigo en el mando institucional. Se pensó que la “guerra moderna” estaba asociada a las dos guerras mundiales, que fueron originadas por ansias de poder, por convicciones ideológicas y algunas religiosas. Era el debate en el campo conflictivo que ocurría en un mundo dislocado, que no encontraba el reencuentro con su deseo de paz, aunque surgieron fuentes para el manejo de los derechos humanos, la búsqueda de la igualdad social, la integración del mundo con sentidos valores y el respeto mutuo. Hubo, no obstante, una visión amplia para la interpretación de lo que se denominó desarrollo, mal percibido por muchos, entre ellos, nosotros.

Desde entonces, luego de la IIGM se ha especulado para encontrar la diferencia en los conflictos, ubicándola en el tipo, calidad y cantidad de las armas, en el tipo de combate, hasta llegar al interés destructivo, masivo o selectivo, dándole entrada a la alta tecnología armamentística hasta llegar a la nuclear y a la inteligencia misilística.

Paralelamente a este desarrollo, los pueblos unidos han decidido emprender una gran jornada de conciencia que tienda a proscribir la guerra y procurar la paz. Sin embargo, el escollo ha sido resistente y pareciera que en lugar de paz, se incrementaran las guerras, con el progresivo crecimiento de la industria armamentista y el aumento irracional de los hombres en armas, como es el intento de la “revolución bolivariana”.

Nuestros intelectuales, alejados de la corriente sintetizadora del pensamiento militar en procura del nuevo paradigma, se han enfrascado en una bizantina disputa por dominar en la inexistente dicotomía de lo cívico-militar, sin entender que en el mundo moderno, ni los Estados ni los gobiernos puede manejarse con tendencias militaristas. Lamentablemente en Venezuela el discurso, como el del actual ministro de la defensa, tiende a incorporar a los militares, no solo a la lucha partidista que llama “revolución bolivariana”, sino que con la desviada, incapaz y vacía orientación intelectual del presidente, se les amenaza hiriéndolos en su moral y descalificando su profesionalismo que llaman institucional.

El ministro y muchos militares de la ortodoxia que le siguen o adversan, debieran adecuarse a la moderna orientación de la opinión pública mundial, que cambia la visión sobre el paradigma militar y especialmente, derivada de la enseñanza de la Guerra Fría, cuando a partir de los años ochenta se inició la pérdida de confianza y de legitimidad de los ejércitos tradicionales, incrementándose las posiciones antimilitaristas, pacifistas y antinucleares. El ejemplo “Venezuela” es evidente.

El período transcurrido ha supuesto y obligado en el mundo, a un cambio de actitud en muchas áreas, aunque se detecta gran inercia en las actitudes de las comunidades que se resisten a cambiar al ritmo que lo hacen los acontecimientos internacionales y defensivos, lo que nos hace pensar, que las actitudes van a seguir evolucionando en el futuro consolidando así una reconversión militar también en la opinión pública.

No hay dudas en la necesidad de los cambios de paradigma de las fuerzas armadas. Pero en contrario, en Venezuela las ideas no marchan con la experiencia mundial.

En el reciente conflicto entre Israel y Hezbolá en 2006 apareció un gran cuestionamiento a las formas tradicionales de hacer la guerra. El Primer Ministro de Israel Simón Peres evidenció que estas formas no sirven frente a organizaciones como Hezbolá. Dice, que no tiene sentido utilizar costosos aviones o helicópteros para acabar con gran riesgo con un solo terrorista o un grupo de ellos. Tampoco encuentra lógico ordenar que un tanque se interne en terreno escarpado cuando el enemigo cuenta con misiles antitanque y sistemas de visión nocturna. Ante el presumible horror de los mandos militares que lo han fiado todo a la capacidad disuasoria del Ejército, la solución, explica Peres, está en la tecnología. Y es ahí donde se interna en el terreno que pareciera ser de la ciencia ficción. Expresa que un activista terrorista puede hacerse temeroso si sabe que se encontrarán nuevas formas para detectarlo y armas que eliminen el mito de lo invisible. En este sentido, los sistemas de defensa contendrán herramientas y sistemas que operen a distancia. Será el reinado del soldado y de la inteligencia robótica con la nanotecnología. Evidentemente, este pensamiento acaba con la terca misión “reserva bolivariana”

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