Opinión Nacional

Venezuela y su montaña rusa

Por ser un típico país petrolero, Venezuela está sometida a los vaivenes del precio de su primer producto de exportación. Cuando éste baja, su economía se deprime y se toman medidas de austeridad. Cuando hay bonanza y la cotización del crudo sube, el país se dedica al gasto sin medida.

El gobierno de Chávez no ha podido escapar a este diabólico mecanismo. Habiendo recibido el precio del barril de petróleo en 7 dólares (causa de las reformas económicas acometidas por el segundo gobierno de Caldera), hoy disfruta de una renta inédita al llegar el mismo a casi 100 dólares.

Los economistas podrán hacer sus cálculos y decirnos exactamente cuánto es el valor a precio constante de la renta que ha obtenido el Estado en estos alegres y peligrosos años. Quizás todavía no se ha alcanzado un precio más alto que el de los años de la primera guerra del Golfo Pérsico, cuando aquí gobernaba Luis Herrera. Pero el dato conciso es que Chávez ha gozado de una ingente cantidad de dinero que le ha servido para financiar todo tipo de aventura.

Si en los años de Carlos Andrés Pérez I no alcanzaba el tiempo para que el presidente nacionalizara industrias y le diera el visto bueno a cuanto proyecto requería del financiamiento estatal, hoy estamos en la misma situación pero agravada.

Es peor, porque los ministros de la Economía han sido nombrados por su capacidad para callar y actuar de manera acrítica ante cualquier orden o deseo de quien es el dueño del petróleo y de la empresa que lo produce.

Este administrador ni siquiera saca las cuentas que hacía en la cantina militar que regentó en sus primeros años de carrera, pues lo hemos visto repartir el erario público en cadena de televisión como quien hace una lista del amigo secreto en Navidad. O peor que eso, porque hasta para ese tradicional juego se fijan límites. Para Chávez el límite es su imprudencia.

Ya a estas alturas los venezolanos deberíamos haber aprendido la lección del espejismo petrolero. El mecanismo es más o menos éste: los precios suben; se dejan de lado las políticas de ahorro; el gobierno comienza a apoderarse de cuanta empresa maltrecha o bien administrada existe; financia a países a cambio de apoyo político en los foros multilaterales; aumenta el costo de la vida porque la productividad disminuye y la producción nacional cae ante la fortaleza del bolívar para importarlo todo; se resiente el sector manufacturero y comienzan a cerrar industrias; el sector servicios sufre un crecimiento desproporcionado gracias al aumento del consumo que a su vez hace aparecer la inflación.

Luego, ante una crisis de la economía mundial (como la que ya vivimos, gracias a la caída del sector hipotecario en los Estado Unidos), los precios petroleros se desploman y el país pierde una nueva oportunidad para desarrollarse, ampliar su tejido industrial, generar empleos dignos y estables y mejorar su infraestructura.

Nos quedarán muchos carros lujosos, en especial unas cuantas Hummer (las actuales Motor Home de los setenta), BMW, Audi, Rolls Royce, algunos edificios de lujo, restaurantes que tuvieron un fugaz apogeo y universidades bolivarianas llenas de adefesios curriculares y estéticos como ciertas esculturas que dicen adornarlas.

Y volverán las lamentaciones y las recriminaciones que hablan de una maldición que ha caído sobre esta Tierra de Gracia: el petróleo.

Ya lo deberíamos tener claro. El dinero que produce el petróleo es una renta realizada en el exterior que no puede ser invertida toda en el país, porque trae como consecuencia despilfarro, inflación y al final empobrecimiento. La solución planteada, decenas de veces, de crear fondos de inversión para represar las ganancias excesivas en el exterior y que serviría como fondo de ajuste para cuando regrese la época de las vacas flacas, es violentada a la primera presión política

Con el petróleo caro, al gobierno se le hace fácil comprar empresas de todo tipo por razones que van desde lo “estratégico” hasta lo meramente folklórico, a pesar de que está más que demostrada la ineficiencia del Estado como empresario.En primer lugar, porque para el venezolano lo que es de todos no es de nadie.

Este gobierno llamado revolucionario ha comprado empresas propiedad de transnacionales a precios tan altos y ha pagado tan rápido, que ahora cuando se anuncia la estatización de alguna otra, su cotización bursátil sube sin freno. Allí está la amenaza de comprar las fábricas de cemento para comprobarlo.

Gobernar con gríngolas ideológicas lleva a la ruina de los pueblos. Por el contrario, vemos como China avanza -en lo económico y lo militar- hacia la preeminencia mundial siguiendo la máxima de Deng Xiao Ping: “que importa que el gato sea blanco o negro, si caza ratones”. La asignatura de los derechos humanos está pendiente pero nadie puede negar la prosperirad del gigante asiático.

En cambio, aquí, Chávez es un burdo imitador del peor Carlos Andrés, el que siguió al general Gómez cuando éste creó la Compañía Ganadera de Venezuela para intervenir estatalmente en el negocio de la carne. Comenzaba Venezuela a tener dinero de sobra y el gobierno a meterse en todo.

La ilimitada autonomía que le dan los ingresos petroleros al Estado, refuerza su poder político y si éste lo ejerce una mente delirante, a quien cualquiera convence de ser el salvador del Mundo, pues ningún ingreso será suficiente para saciar su empeño de saquear el país.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba