Lo efímero del poder
Observar las imágenes de Manuel Antonio Noriega y de Alberto Fujimori tomadas hace más de veinte años y compararlas con las fotos actuales, evidencian que los días en que ambos personajes estaban en su apogeo han quedado atrás.
Altaneros y exagerados manejaban sus países como si de pertenencias particulares se trataba. Incluso, ambos llegaban más lejos y sin importar lo que tuviesen que hacer amasaban el poder, dejando de lado una estela de desolación y miedo.
Pero los tiempos han cambiado. Ambos dictadores, purgan condenas en cárceles de sus países. Nada queda de la fuerza que imprimían a sus palabras. La imagen patética de ambos hace recordar a los dictadores argentinos, prepotentes en sus gobiernos, que escuchaban cómo eran condenados a penas perpetuas por violación de derechos humanos, sin siquiera levantar la vista.
Ambos piden clemencia y quieren que el sistema democrático les dé la oportunidad que ellos jamás dieron a sus adversarios, los cuales fueron cruelmente reprimidos en sus respectivas gestiones.
El 4 de enero se cumplen veinticinco años de la salida de Noriega de Panamá rumbo a los Estados Unidos para juzgarlo por diversos delitos. Mientras Noriega, en una celda panameña, después de su reclusión en los Estados Unidos y Francia, pide que le otorguen algunos beneficios procesales, Fujimori espera una sentencia en un juicio que se le sigue por corrupción, mientras paga condena de 25 años por violación a los derechos humanos.
Ambas figuras son ejemplo de que aunque tardía, la justicia termina llegando y haciendo que la corrupción, la manipulación de las elecciones y la violación a los derechos humanos no queden impunes. Tendrán tiempo Noriega y Fujimori para pensar en lo que hicieron. Tal vez los años de cárcel les permitan entender que el poder era efímero.
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@luisdalvarezva