Bueno, pero muy fallo
A decir verdad, según son las “necesidades más sentidas” del pueblo, Venezuela, está a punto de resolver todos los graves problemas que aquejan, torturan y nos matan. La inseguridad es la primera responsable de la muerte. Las torturas son muchas, pero el miedo a no saber qué pasará, si sobrevivimos o morimos, como que cada día la indefensión es la compañera de nuestras desventuras; el desempleo, el currículo, las cadenas, la intolerancia, torturas son, francamente son eso. Lo demás nos aqueja. Los apagones, los precios de los alimentos, la escasez. El no hay, pesa mucho menos que el no tengo, el no me alcanza, pero así vamos como aprendiendo a vivir tranquilos el desespero en un samplegorio tan perfecto que no hay genio que pueda descifrarlo ni pareciera haber quien o quienes superarlo puedan. Quiero decir, no había. Porque ahora hay muchos, según brotan de los candidatos las promesas para salir de tan graves asuntos.
Si me elijen a mi, dicen las pancartas, vallas, cuñas de radio, TV, etc., acabaremos con la inseguridad, e innovan orgullosos su experiencia lo evidencia. Más policías, mas patrullas, mas controles…más. ¿Más qué? Escuelas de policías, policías bien pegados, más represión, mejorar las cárceles. Manejo de estadísticas. En el Zulia, dicen los bijaanistas, se comete un crimen cada dos segundos. De ser verdad, son 1800 cada hora, 43.200 por día, 15.768.000 al año. Mientras otros, el más ilustre, José Vicente Rangel, acusan a Rosales de ser responsable de los secuestros, la inseguridad, la muerte del lago, el dengue, las pestes… bien, con lo que el Zulia, otra vez, está primero, al fin hay alguien responsable de esos delitos de exterminio, de los cuales no es directamente responsable el imperialismo, aun cuando, como bien se afirma, sí es, pero a través de su intermediario, pues, Rosales es lacayo, esclavo de Bush. Echaremos agua a las tuberías, la suficiente para cocinar, bañarnos, cumplir con las feas, asquerosas, imposiciones naturales, regar los jardines, limpiar los autos, bañar los perros, y demás…en una palabra, concluyen, los precandidatos, satisfaremos las necesidades más sentidas del pueblo y la reafirmación de la democracia, bien la vieja bien esta otra, participativa y protagónica.
Yo estoy entre quienes ejercemos del derecho al voto. Además es placentero, porque a los de mi edad, entre las pocas muy pocas cosas que podemos hacer, es “pasar de primeros”, en todo lo demás somos los últimos o simplemente no llegamos, nos derrota el camino. Pero el punto es que en estas condiciones no sabría yo, no ya por quién votar, sino para qué elecciones. En lugar de éstas, es decir de elecciones, con tan buen programa, que ataque los puntos cardinales, la inseguridad, la sequía, los asfaltados, etc.… bien podrían gobierno y oposición, o cada quien por separado, y la inclusión de otras cosas de esas, como la sociedad civil, SÚMATE, la Santa Madre Iglesia, etc., escoger a un Eliot Ness, a un extraordinario buen policía, que debe haber y que los hay, para con todo el apoyo de todos, pero también si necesario es, incluida la transgresión de la ley, pueda detener, aniquilar, matar a los Al Capone, y de estos sí que hay muchos. Y de ser esos los problemas más sentidos, si hubiere un chavista capaz, idóneo para devolver la tranquilidad a la gente, ponerle a cada desamparado un ángel de la guarda, ése sería probablemente mejor que alguien de quien no sabemos si tendría mejores condiciones, por aquello que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
Yo reconozco a voces altas mi ignorancia. Que la única vez que tuve oportunidad de gobernar, bajo el dulce imperio de la Dra. Aniyar, nombrada Lolita, no entendí y, menos descifrar podía la sublimidad de su sabiduría, y se vio en la necesidad de echarme, aprovechando una carta mía para la evaluación de mi gestión. Pésima. Dijo bajo la risa en lágrimas bañada. Lo que vino luego, en cultura, fue de tales proporciones que era difícil verlas y así fue. Viajar de sima a cima a tal velocidad impedía ver la Nada copándolo todo. De la Universidad del Zulia, también me echaron. Nunca alcancé a descifrar los iluminados designios ni menos, desde luego, avizorar, los conocimientos científicos, humanísticos, estéticos que con tanta legitimidad han alcanzado presencia y prestancia en el mundo los doctos rectores doctores Bracho, Atencio, la aspirante Rosa. Entre su opera magna, están Ciudad Lossada, mayor prodigio que la Bauhaus de Weimar, Colorama, complejo arquitectónico que avergüenza la belleza de Praga, que la mutilación de la FEDA y unos cuantos cadáveres, asesinatos en el goce de la impunidad autonómica. Ah, casi lo olvido, la entrega del polideportivo al no menos ilustre Alcalde de Maracaibo. Digo esto, lector, para prevenirlo. No puedo decir que sea un ser fracasado, exactamente; pues medianamente escribo e intento pensar, pero sí proclamo que no he ganado la labrada gloria que con tanta rectitud han alcanzado los seres antes referidos.
Pues bien, aquí estamos. Digo mejor aquí estoy. Me interrogo si el gobernador que pueda ser de Carabobo, algo tendrá que decir sobre el Lago de Valencia, de su mejor afluente el Cabriales. No se que pensará quien gobierne en Bolívar sobre la represas, el Guri, entre ellas y de sus aguas todas, de sus bosques; acá cerquita a mi, ni idea tengo qué ocurrirá con el Lago de Maracaibo, su cuenca. Ni con su Sierra de Perijá, residencia hoy de heroicas fuerzas insurgentes contra Uribe, pitiyankee esclavo del imperio. Caminé por los Andes, en breve será un desierto de cerros muy altos donde una vez vivía el agua hecha nieve. La presa de Agua Viva, en un estado premuerto llamado Trujillo, la enterró la avaricia, madre de la miseria. Pongo esos simples ejemplos, porque dicen que el mayor problema de la humanidad es, y será mayor cada vez, el agua. Sin agua no hay vida, el agua es vida, casi la vida. Y como saben, no hay agua para beber en casi ningún lado de esta tierra nuestra. Y si siquiera eso supiéramos, y salvar el agua se pudiera, posible sería que renaciese la agricultura, la pesca, la ganadería, hubiera leche, carne, caraotas, huevos, plátanos, pescados, arroz, queso y disminuyera el hambre y subiría la calidad de vida y bajaría los precios que se pagan en el esfuerzo por comer.
Tampoco se qué pasará con esa extraña palabra que bautizada fue como cultura. ¿Se ahogaría de sed? ¿Qué pasará con las ciudades, donde en ranchos habita un ser que apenas sobrevive y en donde por su ausencia, de cultura se entiende, se nutre la violencia, pero mas que ello, donde habita sin puertas la más severa angustia? ¿Que pasará con estas ciudades nuestras que no tiene parques, que no tiene jardines, que no tienen lugares para el sosiego de sus gentes? ¿Qué pasará en las ciudades donde no hay bibliotecas, cine, espacios para la danza y el teatro, la música? ¿Qué pasará con Caracas, la Panamericana, etc., donde sus iconoclastas vivientes disfrutan la poca vida que les queda, esperando su entierro, cuando la naturaleza tome sus sabias decisiones? ¿Qué pasará con los creadores, con los artistas, a cuya obra se debe en gran parte la vida de los pueblos? ¿Qué alternativas humanas, buenas, bellas, tiene la gente para superar su inmensa angustia cotidiana? ¿Qué pasará con las iglesias, siempre cerradas, bien para tener prisionero a Dios bien para impedir que la gente lo visite?. ¿Que, en fin, piensan los alcaldes y gobernadores sobre la ciencia, el arte, la tecnología? ¿Qué harán por ellos?
¿Pensarán quienes son o serán alcaldes que la violencia se mata a machetazo limpio, a tiro fijo? ¿Puede alguien no ser violento si vive al margen de la vida medianamente bella, buena, colgando de un cerro con el miedo a cuestas? ¿Puede no pensar en la muerte quien cohabita con ella, porque el espacio mismo es un horrible cementerio? ¿No será un alimento para quien allí vive el discurso del odio que culpa al otro de su propia tragedia? Decía arriba que no soy quien para dar lecciones a los políticos y menos a los rectores o a otros seres superiores que buscan la ciencia, el arte y el saber para honra y gloria de la humanidad, y así ocupar legítimamente posiciones de poder. Pero, aun puedo disponer de tiempo para sobrevivir y mis hijos y nietos y sus hijos y mis amigos y sus generaciones necesitan espacios para vivir y no se vive rumiando la miseria alimentada por el terror en una larga noche cuya aurora no llega, porque no se puede creer en el nuevo día. Dejo al final una que hiere el alma por el silencio que obligado se está a guardar. Los secuestros y las invasiones. De estas preocupan las internas, verdad es; pero las que hace el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la indiferencia ante ellas es un delito de lesa patria, de traición, simplemente. En efecto, este “ejército” ocupa y se posesiona de fincas en nuestros suelos, pero, del otro lado de la línea del teléfono, desde algún cuartel o alguna brigada, batallón, o como fuere, ante la temblorosa o firme llamada para exigir respuestas, una voz se escucha, el nombre de nuestra Fuerza Armada, patria socialismo o muerte.
En otros espacios, también recorridos por mí, están otros uniformados, bien Paracos, bien de la FARC, bien de traficantes montados en los hombros de estos, que venden a sus víctimas o que cobran sus vacunas para dar protección mediante el terror. ¡ Válgame Dios!. ¿Será el único que podrá salvarnos? Que bueno es que nuestros chiquiticos Mesías nos prometan acabar con la indefensión, la muerte, el terror, sueltos, la escasez, los apagones y tapen los huecos, pero cuán fallo es todo eso. ¡Cuanto falta! Falta el ser humano. Y eso no es poco.