La culpa
Desde el comienzo de los tiempos el hombre busca deshacerse de su culpa echándola en la marusa del vecino.
Cuando Jehová pilló a Adán y a Eva engullendo frutas del árbol de la sabiduría, agregaron a la desobediencia la mentira. Adán acusó a Eva de ser la subversiva oferente y ella señaló a la serpiente como instigadora. Los echó del Edén. No por impedirles abordar la sabiduría. Él se había esforzado en alcanzar la perfección, pero con el aliento de vida les otorgó el libre albedrío. La fruta no había madurado y contenía, entremezclado, lo bueno y lo malo. De esa ingesta provenimos.
De manera que la reacción del malandro cuando es pillado en falta, no puede ser otra que negarlo todo. La información genética se lo ordena y obliga buscar un culpable. Los padres, los vecinos, la sociedad, el sistema y, por qué no, el imperio. Claro, con lo anterior no pretendemos decir que el cabecilla de las hordas rojas-rojitas sea un malandro. No, de ninguna manera, pero tiene irresponsables desplantes que lo asemejan a malandrines capataces de pandillas que proliferan y azotan centros poblados.
Basta con traer a colación algunas promesas envueltas en discursos promotores de lucha social, con el propósito deliberado de galvanizar el sector de resentidos que lo sustenta. La erradicación del latifundio expropiando fincas y plantas agroindustriales productivas para entregarlas a cooperativas cuyo fracaso nos asalta en las estanterías de los mercados reeditando la agricultura de puerto; la eliminación de los Niños de la Calle y de los indigentes en similar situación, pero se acentúa el crecimiento desmedido de esos segregados; ampliación de la planta física de las escuelas del primer nivel y construyen cuartuchos, parches incompatibles con el conjunto arquitectónico dado y con las normas que rigen las edificaciones escolares, mientras desayunos y meriendas llegan cuando el funcionario encargado hace un tiempito, entre aplauso y aplauso al capanga, para ordenar la remesa; la creación de empleo, fórmula complementaria de la educación para combatir la miseria, naufragó en medio de la tromba de expropiaciones y de la inseguridad jurídica, enemiga de la inversión; la sanidad y la asistencia social yacen en colectores cloacales que corren a cielo abierto o en hospitales carentes de lo indispensable para dispensar salud y en escombros por falta de mantenimiento; la seguridad social fue echada por un albañal y la ciudadanía esta en manos de la voluntad de Dios, colgando de un Sistema Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia (SINICO) de reciente creación, que otorga status legal al abominable delator y potestad a quienes la administren para invadir hogares sin la presencia de fiscales, así como para encalabozar a ciudadanos “sospechosos” de actividades lesivas a la seguridad del Estado, también para imponer forma y tiempo de la penalidad como lo hizo sin amparo legal, en épocas que imaginamos superadas, la tenebrosa Seguridad Nacional.
Bien, todas las pataletas televisadas y las que no; la amenaza de guerra civil o incivil si la oposición triunfa en estados clave de mayor peso poblacional y económico; la insistencia en que la “revolución llegó para quedarse” y que se irá de Miraflores el 2021 (golpe de Estado de por medio?) son consecuencia del rechazo anunciado por los signos en el cielo, presagiosos de eventos como el que se dio en el Edén. Es la condena por las culpas acumuladas.