Del Index ecclesiae al de Tascón- Russian y LUZ
Que todo poder ha tenido siempre su catálogo de prohibiciones, sabido es; sin embargo, para nuestro “perro mundo” el índice de la Santa Inquisición bautizado como Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, en latín comprensible, constituye la referencia histórica mas sombría de la cual tengamos noticias ciertas y, por tan largo tiempo, cumplidas en Occidente. Se prohibía las obras y se excomulgaba a sus lectores. Condenaba a sus autores, si vivían.
Cuántas obras maravillosas se prohibieron, lo cual ya era un crimen de lesa cultura, sino que la condena de excomunión alcanzaba al lector (y aún hoy), un verdadero crimen de lesa humanidad, tanto en la tierra como en el cielo, en éste porque por siempre se quedaba lejos de Dios, mejor dicho, sin Dios, y acá en al tierra, de tan alta la magnitud esa “maldición” que al condenado, en definitiva, se le prohibía ser aun existiendo. Pero como observa, preferí emplear el genitivo, ecclesiae, de iglesia, porque todas las iglesias conocidas, las religiones reconocidas, tienen su propio Index. Sin irnos lejos, basta recordar que los fundamentalistas islámicos decretan la muerte a quien ose una sonrisa de humor sobre el Profeta o escrito algún texto que, como los Versos Satánicos de Salman Rushdie, novela calificada como blasfema y que fue prohibida, no ya por la institucionalidad religiosa islámica, que lo hizo, sino por países y sus gobiernos enteros y sobre sus traductores recayó tal persecución que, en algunos casos, los alcanzó la muerte mediante asesinatos y su autor, acusado por Jomeini, de apostasía, permaneció protegido por el gobierno inglés para evitar que el brazo inquisidor lo alcanzara.
Los camaradas de la URSS establecieron su propia clasificación para su propio índice. Ciencia burguesa, ciencia proletaria; realismo socialista, arte burgués. Los chinos no sólo con la revolución cultural, sino antes, muy antes, Tsing Xe Huang ordenó se quemaran todos los libros de arte, y no sólo quemó los libros, sino a sus autores si vivían y a los críticos contra su régimen. Pero decidió que se salvaran los textos “útiles”, los de religión, agricultura, medicina, adivinación. Y podríamos seguir interrogándonos sobre tantos ejemplos. La destrucción de la biblioteca de Alejandría no puede quedar fuera, como tampoco las quemas de libros por la GESTAPO, el listado de la Stasi, en la antigua Alemania Democrático, DDR, y, en general, la perversión de todo régimen oprobioso, inhumano, autocrático, dictatorial, sin importar su signo y sino, recurre a estos expedientes para asesinar el pensamiento tanto el que está e infiere de la obra y, sobre todo, como el que pudiera despertar en los demás. Con no menos violencia se impuso el macarthysmo, y sus “listas” que tanto daño hicieron y, aún ocultas perduran, aun reciben aplausos o censuras según las “visiones” de sus calificadores. Es pues, constante de todo poder, del poder, las prohibiciones. Y tales prohibiciones se dan siempre porque la verdad que comportan las obras prohibidas, la palabra condenada al silencio, está siempre por encima de las manipulaciones del poder, lo debilitan, lo desacralizan. Un “buen dictador, autócrata, inquisidor, fundamentalista” se mide, en su exactitud perfecta, según sea su conducta ante el humor, la creación crítica, el arte, la ciencia y, desde luego a sus autores y actores. Estos “índices” tenían, y conservan, además de sus fines explícitos, otro, la autocensura, de modo que se ahogara la crítica, la verdad, y más, que el creador se negara a sí mismo. Lo matara el miedo. En Venezuela hemos tenido ejemplos de autocensura, Las Celestiales, de Otero Silva, de veladas completa en máxima ironía, bajo un pseudónimo vivía en las clandestinas carcajadas de sus lectores. Nazoa Aquiles, el poeta, humorista, para detalles únicos, recuerda, “estos son unos versos que a paso de tortuga yo conjugo, tu conjugas, él conjuga y si uno dice lo que lleva en el seso yo voy preso, tu vas preso y él va preso”. Y muchos más ejemplos de ayer y de esta era, de los cuales muchos medios son un bastardo ejemplo.
Larga historia que no acabaría nunca. Que no acabará nunca. En nuestra era, la de la revolución, el presidente ha empleado ese recurso para acallar y acabar al “enemigo”. Inquisidor, clasifica y ubica a quienes están con la revolución o fuera de ella. En este proceso bien puede ser un disidente medianamente crítico o, sencillamente, quien no está con él. Buenos, patriotas, etc., los primeros; delincuentes, vende patria, lacayos, etc., los demás; pero quizá el Index más maldecido, es la Lista Tascón. Mediante ella se conocía a quienes apoyaban al presidente y quienes estaban contra él, por presencia o ausencia en ella, respectivamente. Los incluidos en la lista, los firmantes, perdieron sus derechos básicos, la privacidad, el derecho al trabajo y con ello la propia protección a la familia. Eso ya era mucho; pero me ocupo de esa lista, porque fue mucho más. Esa lista daba al verdugo la legitimación del ejercicio del chantaje-terror contra sus firmantes e imponía el pánico mucho más que a quienes firmaron, que verdad es, sino, de manera muy dolorosa, a quienes no firmaron, víctimas de un doble “crimen”, traición al presidente, al proceso, para el lado chavista, traición a la libertad para los fundamentalistas antichavistas. Pero no terminaba – ¿termina? – aun su terror, comprendía a familiares directos, parientes, amigos, para el ejercicio legitimo de sus profesiones, oficios, etc.,de modo que el estigma alcazaba a todo ese universo y para ellos, “culpables o inocentes” se daba el castigo. Debo insistir, este proceder era (¿es?) parejo. Un “crimen” cuya pena se ejercía, qué paradoja, tanto por el chavismo como por sus oponentes fundamentalistas, pues, para éstos quien no estaba en el Índice Tascón era cómplice por omisión, por cobardía, y merecía el castigo por traición a la democracia, como arriba quedó dicho.
En este ahora, han aparecido dos nuevas listas. Las de Russian, que inhabilita a un importante conjunto de venezolanos, muchos de ellos con capacidad política de enfrentar y derrotar al chavismo, unos muy pocos chavistas, para lavarse el rostro, para fundamentar la argucia. La lista del caballero, útil especie de Sansón Carrasco del régimen, tiene vicios severos de inconstitucionalidad. El principio es simple, ninguna ley, etc., puede estar al nivel de la constitución ni menos por encima de ella. Lo sabe bien Russian, como también lo saben los cuatro jinetes del CNE. ¿Pero qué busca esta ilegal e ilegítima lista? Sería absurdo creer que las inhabilitaciones son un medio para imponer el “peso de la ley”, para acabar con la corrupción, llámese peculado, desviación de partidas, u otra expresión más pintoresca. Porque, entre otras buenas cosas, este castigo a un verdadero corrupto, a un verdadero ladrón, no pesa nada, no vale nada, si no se le quita lo robado y se encarcela. Es análogo al procedimiento de botar policías por delincuentes pero dejarlos libres, lo cual reafirma tanto al delincuente como, en cierto grado, convalida el delito. Menos aún es una sanción moral, porque bien se sabe, el poder económico, limpia de culpas a su poseedor, hace del truhán un virtuoso, del pecador un apóstol. Este modelo de “justicia” Russian, afirma, la rufiandad. No menos torpe, absurda en el plano legal y ético, la postura de los 4 rectores. Su vocero más lúcido, Germán Yépez, afirma: este poder respeta y ejecuta la decisión de otro poder, la contraloría, para la cual da no sólo a priori razón legal, sino valor moral. Y ante quienes le prueban que ellos fueron electos, para consejos legislativos, por ejemplo, responde que ellos, el CNE, conoció de oficio la decisión de la contraloría, mucho después de haber sido electos.
Otra vez, la “ignorancia” del rector es mera argucia. Él sabe, como todos en el mundo, que la ignorancia de la ley no exime su de cumplimiento, lejos por el contrario, genera, incluso, castigo a quien no la ejecute, no importa su grado de desconocimiento, de ignorancia. Ayer, dice la anécdota ejemplar, un paisano patriota decapitó a un español y a un canario, y esgrimió como defensa legítima, el decreto de guerra a muerte, “españoles y canarios contad con la muerte aunque no seáis culpables…” pero que él conoció apenas ayer en su arribo a Caracas. Este rector no es ese ignorante e ingenuo pero muy patriota campesino. Este, por una parte, se acopla, no como un mujiquita de Gallegos, sino como un “mosquetero” del proceso, de la revolución, cuyo rey, le había reforzado su misión, “siéntase el CNE guapo y apoyao por el PSUV”, grita un jefe, Lara, del tamaño de Sansón. Y fue esto hecho con devoción inquisidora y por la otra, es un actor muy consciente de la rufiandad de su postura. Es una acto, mucho más lejos que la inhabilitación, es una evidente demostración de la gran contradicción del Poder “revolucionario” cuando siente amenazados sus privilegios por la ley; la ley es cosa muerta cuando no ignominia para las hazañas revolucionarias.
Y está aquí la cuestión. Se trata de aceptar la ley como principio de cohabitación o se trata de desconocerla por el sencillo ejercicio de la violencia, de la fuerza, del terror del poder. Y en esa dirección, la maniobra rufianesca, busca inhabilitar al elector, en la medida en que refuerza la infiabilidad del CNE, en la medida en que evidencia su sumisión a la voluntad del poder. Negocio redondo y bien pagado éste! Nada de ingenuidad, menos muy menos inocencia. Reitero la idea, la inhabilitación tiene como superior intención revolucionaria, alejar al elector. Y la forma “sutil” está allí. López, y todos los demás inhabilitados, son un pretexto para multiplicar la pérdida de fe en las instituciones del estado, y ello, aleja radicalmente, por desilusión, por impotencia, etc., tanto la disidencia interna como al elector no chavista.
La otra lista, que me provoca asco, la que se hizo de los profesores “chavistas” que trabajan en La Universidad del Zulia. Aquí la intención más que un acto de Inquisición, que es, constituye un acto de perversidad. Negando a la Universidad, su razón de ser, se pretende estigmatizarlos, siendo Chávez, el estigma y convirtiendo al estigmatizado en un ser cuasi delincuente. Un fundamentalista. Nada más espurio para la razón de ser de la universidad, donde la búsqueda de la verdad, tiene como condición necesaria la libertad de cátedra, de pensamiento. Hipocresía sin rubor. Niegan la reelección de Chávez y hacen de la reelección su negociado. Rechazan el socialismo del SXXI, pero sin una sola idea que justifique esta postura. Con Cervantes digamos, “cosas veredes, Sancho, que harán temblar las paredes”.