En defensa del individuo
Quienes me conocen saben que jamás he sido marxista ni hecho concesiones hacia la izquierda comunista, socialista o alguna de sus derivaciones. Ni por convicción, ni por oportunismo, ni por fiebres juveniles que nunca me afectaron. También saben que he mantenido estrechas relaciones de amistad, de solidaridad personal y hasta de trabajo conjunto con gente de esa formación que con distintos grados y niveles de convicción y de compromiso político hemos librado batallas en nombre de los principios generales del estado democrático y en defensa de unos cuantos valores compartidos. Respetamos la dignidad de la persona humana. De allí la tolerancia hacia el pensamiento diferente y cierta pasión por el pluralismo. He tratado de ser fiel a la formación recibida desde muy joven. Mantener la coherencia entre la palabra y la acción, rectificar cuando ha sido necesario, han sido objetivos de vida alcanzados. Con la madurez la lucha adquiere tonos menos dramáticos, pero es importante mantener la verticalidad de la conducta. En cincuenta años de actividades políticas he visto a mucha gente pasar de mi izquierda a mi derecha y de mi derecha hacia la izquierda sin inmutarse y aunque algunas veces hemos tenido la desgracia de cruzarnos, siempre hemos reconocido el valor que envuelven los cambios ideológicos y políticos honestos cuando son necesarios.
En esta década se profundiza una cultura estatista absurda. Tiene sus raíces en el colectivismo socialistoide que hace prevalecer a la sociedad, a la comunidad y al estado frente al individuo. Es hora de reafirmar el valor de la persona humana frente al estado e incluso frente a la propia comunidad. Para esto tenemos que resolver el grave problema cultural del individuo en un país cuyo liderazgo político ha sido bastante estatista, incluidos los forjadores de la democracia. Pero debemos despertar en cada ciudadano el espíritu de superación y de responsabilidad que le dará dignidad, lo impulsará a querer vivir mejor y a no someterse a quien pretenda dominarlo. En síntesis, sembrar la idea de que el futuro de cada quien está en sus únicas manos por lo que tiene que adquirir instrumentos de superación manteniéndose sano y bien preparado para trabajar y producir cada vez mejor. El pueblo solo tendrá confianza en su propia fuerza, cuando los individuos tomen conciencia de la suya y la desarrollen. Sigo estando convencido de que el mejor gobierno es el que gobierna menos, el que se limita a atender los problemas prácticos de los más necesitados. En consecuencia, la labor del estado-gobierno es esencialmente supletoria y promotora para que pueda cumplir con sus obligaciones fundamentales. En esta lucha contra el atraso y la barbarie que gobierna, triunfaremos. Se acerca el final. Se sorprenderán cuando comprueben que este pueblo se convirtió en su peor enemigo. Han empobrecido a millones hoy en la miseria. Es la herencia de una administración militar y civil ineficiente y corrompida.