Opinión Nacional

La revolución en caída libre

Desde esta tribuna y en distintos escenarios hemos aportado evidencias e indicios plurales de la estrecha vinculación de Hugo Chávez con las estructuras del crimen organizado que le sirven de soporte al terrorismo y al narcotráfico en el mundo entero. Una de esas estructuras, de las más importantes hasta hace un par de años, más o menos, es la de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Hoy nadie lo duda. Hemos repetido que Chávez es una pieza importante, por el dinero negro que maneja sin controles y el exceso de poder político en Venezuela con el que garantiza impunidad y operatividad a los socios, pero pieza al fin y al cabo, de un tablero internacional que controlan otros. En ese tablero el rol de los integrantes del Foro de Sao Pablo es trascendental, tanto como organización con fines subversivos precisos, como por la autonomía operativa de cada uno de sus integrantes.

Chávez no es un demócrata. Es un narciso megalómano de temperamento subversivo y por influencia parcial de sus desviaciones militaristas, de mentalidad totalitaria. A ello agregamos su ideologizada deformación socialista. Se trata de alguien de altísima peligrosidad para el país, el continente y el mundo. Protagonista de un proyecto de expansión que pasa por consolidar su liderazgo en Latinoamérica. Hemos dicho hasta el cansancio que el obstáculo más serio, el muro de contención más formidable frente a las pretensiones continentales, es la institucionalidad democrática de Colombia, a la cabeza de la cual están el Presidente Álvaro Uribe y las Fuerzas Militares, cubiertos de gloria y reconocimientos por el extraordinario servicio que le siguen prestando a la causa de la libertad y la democracia en el mundo. Uribe no solamente está liquidando lo que queda de las FARC, ni rescatando de manera impecable a algunos de los más emblemáticos secuestrados dejando sin cartas de negociación a los criminales, ni fortaleciendo al máximo la capacidad operativa de sus fuerzas militares, sino que además logra que la derrota de las FARC arrastre en su caída a los importantes aliados abiertos y encubiertos que tienen en Chávez una de las cabezas más importantes. El golpe ha sido definitivo e irreversible para la pandilla subversiva que ha tenido como objetivo derrocar al Presidente Uribe y erosionar al máximo esa institucionalidad colombiana hoy más fuerte que nunca. El triunfo de la política de Seguridad Democrática está mucho más próximo que antes. La derrota de la pandilla de Chávez, Evo Morales –de presencia y actuación cada día más lastimosa-, de Correa y Ortega, alentados hipócritamente por unos cuantos calificados chulos continentales es inversamente proporcional a ese triunfo. Es la hora de exigir que tanto el señor Chávez como nuestra Fuerza Armada Nacional, ajusten sus conductas a las obligaciones y deberes constitucionales absolutamente abandonados en este tiempo. Gracias Uribe. ¡Viva Colombia y sus Fuerzas Militares!

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