Opinión Nacional

Maltrato a los educadores

Estamos perdiendo la gran batalla de la educación en Venezuela. Por irresponsables. No tenemos logros significativos, ni estamos preparando los planes, presupuestos y sobre todo a los maestros para el logro de las metas constitucionales de educación de calidad para todos hasta el final de la secundaria (Constitución art.103). Es un engaño, mientras no proyectemos convertirlo en realidad.

Quisiera escribir de manera que no terminara echando toda la culpa al gobierno, y justificando la irresponsabilidad propia de la sociedad. ¿Pero cómo callar disparates gubernamentales que hunden más el barco que está haciendo agua?
No me explico por qué el gobierno se empeña en decretar (en las áreas más variadas) leyes y normas que no se pueden cumplir, que no se deben acatar y que la conciencia responsable no puede aceptar. Es lo que pasa con este decreto que fija15% como tope del aumento de la matrícula escolar en un año con inflación de 30%. Eso es maltratar a los educadores y obligar a los centros educativos a rebajar el salario real de ellos. ¿Que la inflación afecta a los padres? Por supuesto. ¿Y no afecta a los educadores y sus familias? En los colegios privados convencionales, de clase media para arriba, los educadores en promedio tienen ingresos menores (con frecuencia mucho menores) que los padres de los estudiantes. Reaccionario (por decir lo menos) es el Gobierno que, con ese tipo de congelaciones y regulaciones, obliga a los educadores a subsidiar a las familias de sus estudiantes. Nada aclara decir que la educación “no es una mercancía”. Claro que no lo es; pero es un servicio importantísimo que requiere preparación, dedicación, estima y adecuada valoración del educador, y esto alguien lo tiene que pagar y no es otro que el que lo contrata. O le paga el Estado con el dinero de todos o le pagan aquellos venezolanos que escogen este tipo de educación (¡todos los altos funcionarios de este Gobierno!), porque la prefieren a la escuela oficial.

Pero no es todo el problema. Los educadores en los centros oficiales también se sienten abandonados y desasistidos ante una tarea educativa cada vez más difícil; este abandono y desestímulo es mayor en los sectores más pobres.

No hay una política audaz, coherente y tenaz de fomento y estímulo para los nuevos educadores en todos los niveles de la educación. Hacen falta muchas decenas de miles de maestros si queremos que en diez años más se cumpla con la calidad y escolaridad establecidas. Faltan miles y miles de educadores de matemáticas, física, biología, química… Incluso en las universidades hay un empobrecimiento. Hace unos días el Rector de una universidad tan prestigiosa como la Simón Bolívar decía alarmado que muchos concursos para cátedras e investigadores están quedando desiertos por falta de candidatos, pues ganarían menos que en su profesión fuera de la universidad.

Necesitamos con urgencia un plan de formación de nuevos educadores en todos (más de 30) los centros de educación superior que lo vienen haciendo, acompañado de una promoción decidida de la profesión de educador entre los bachilleres con un ambicioso programa de estímulos, becas y otros apoyos.

No es menos necesario el apoyo sistemático a los educadores en ejercicio. Tenemos experiencias exitosas con cursos, talleres y foros estimulantes, pero hay que ampliarlos y generalizarlos.

El poder adquisitivo real de los salarios debe mejorar y no envilecerse más. Para ello en los centros privados que se autofinancian, son los padres los que deben asumir la responsabilidad en combinación con los responsables del centro. Y por esto es imprescindible la plena transparencia en las finanzas. La mayoría es sensata y correcta en este rubro, pero siempre hay algunos que piensan que la inflación afecta a las familias de los educandos, pero no a las de los educadores.

Entiendo el deseo de algunos funcionarios de que aquí, como en Cuba, no haya educación plural, sino uniforme y estatal-partidista, pero no su ceguera ante la dramática realidad de la educación venezolana, que en la educación oficial y entre los pobres, se vuelve catastrófica.

¿Por qué publican gacetas oficiales con decretos y normas inaceptables en conciencia, que agreden a la buena educación y que no se pueden cumplir sin maltratar a los educadores?

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