La tregua de Navidad
Yprès, Bélgica. Víspera de Nochebuena de 1914. Los soldados alemanes comienzan a decorar con pinos sus trincheras. De cerca, soldados escoceses y franceses -también atrincherados- sospechan que se trata de una trampa. Esperan un bombardeo de un momento a otro. Sin embargo, los alemanes estaban en realidad celebrando la Navidad.
Después de haber montado sus arbolitos, comenzaron a entonar villancicos, entre ellos Stille Nacht (Noche de Paz). Entonces ocurrió algo mágico: los soldados británicos comenzaron a cantarlo en inglés. Poco a poco y venciendo el miedo, salieron de sus trincheras y se acercaron unos a otros. Intercambiaron whisky, vino y chocolates. Cantaron juntos, rezaron juntos el Salmo 23, dirigidos por un sacerdote escocés que estaba en la trinchera:
“El Señor es mi pastor, nada me falta. Sobre pastos verdes me hace reposar, por aguas tranquilas me conduce. El Señor me da nueva fuerza, me consuela, me hace perseverar.
Me lleva por el buen camino, por el amor de su nombre.
Aunque camine por un valle oscuro no temeré mal alguno porque Él está conmigo”.
A la mañana siguiente, jugaron un partido de fútbol.
Los comandantes eran tres capitanes. No había nadie de mayor rango. Tal vez por ello permitieron el acercamiento y se acercaron ellos también. Las guerras se declaran y se deciden en las mesas de los generales, pero quienes pelean y mueren son los soldados y sus oficiales jefes, de menor jerarquía. De hecho, cuando los oficiales de más jerarquía se enteraron de lo que había pasado, destituyeron o trasladaron a los capitanes. Al contingente francés entiendo que lo enviaron a las estepas siberianas.
Igual suerte corrió el sacerdote escocés, quien fue enviado de vuelta a su pueblo, sermoneado por el obispo quien sí pensaba que “Cristo quería que mataran a los alemanes”. La verdad es que la religión también ha causado una cantidad de guerras y cada quien tiene su interpretación de los libros sagrados.
Reporta Wikipedia: “en los años subsiguientes se ordenaron bombardeos de artillería en la víspera de la festividad para asegurarse de que no hubiera más reblandecimientos en medio del combate. Asimismo las tropas eran rotadas por varios sectores del frente para evitar que se familiaricen demasiado con el enemigo. A pesar de esas medidas hubo encuentros amigables entre soldados, pero en una escala mucho menor que la de los encuentros del año anterior”.
Hay muchas historias que en cien años se han tejido alrededor de la tregua. Unas la extienden hasta febrero de 2015. Otras relatan que cuando cesó el alto al fuego los soldados dispararon al aire y no contra las trincheras “enemigas”. ¿Cómo se podía ser “enemigo” de alguien con quien se había comido, bebido, celebrado y rezado?
El cine ha tocado el tema varias veces también. Hace poco vi la película francesa “Joyeux Nöel” que trata del tenor alemán Walter Kirchoff, alistado como soldado en la trinchera alemana, quien cantó para sus compañeros y “enemigos” la Nochebuena de 1914. Richard Attenborough dirigió “Oh, what a lovely war”.
Uno de los libros escritos sobre el tema es “Silent Night: The Story of the World War I Christmas Truce” de Stanley Weintraub, testigo presencial del hecho.
Pero en resumen, esto demuestra varias cosas: la primera es que los seres humanos tenemos más coincidencias que diferencias. Nuestra lista de cosas que queremos es muy parecida: ser felices, tener salud, vivir en paz, amar y sentirnos amados. Nuestros miedos también coinciden: que le pase algo a un hijo, perder la vida, la salud, la seguridad…
La segunda es que las guerras, las divisiones –y los conflictos en general- los crean los generales y la oligarquía de turno, no los pueblos.
La tercera es que no hay que pasar por una guerra para luego terminar en una mesa de negociación, firmando un armisticio y buscando un entendimiento. Se puede lograr antes.
Con este sentimiento, cien años después, deseo de todo corazón que los venezolanos nos reencontremos y perpetuemos la tregua. Feliz Navidad para todos.
@cjaimesb
La verdad es que uno lo que quiere en estas fechas es imbuirse de ese ´´ Espíritu de la Navidad´´, aunque sea sin hallaca ni champaña, que en realidad la primera como problema se puede solucionar ; y la segunda, no me hace falta, pues mi trago por excelencia es el Cocuy de Penca , que calienta el alma, mata el frío y patea el hígado. Si me hará falta la familia, pues la hija le mandó los pasajes a su madre y a su hermano en Berlin, y están todos en Dubai que por estas fechas tiene un clima muy agradable y ya no es época de las tormentas de arena. Cenaré a las 6 pm como hago en el Alto de Escuque, y a dormir se ha dicho, hasta las 2 am que me levanto a leer por Internet la prensa y leer los artículos de opinión de Analítica.com , que después de viejo y desde hace algunos años, se ha convertido en mi fiel compañía y de obligada lectura. Por cierto, el Salmo 23, es mi preferido.
PS: La idea de la ´´ tregua ´´ me gusta. Felices Navidades señora Branger y continúe escribiendo que lo hace muy bien.