Fiera Acorralada
«Es extraordinaria la capacidad que tienen las estructuras del poder para inventar fórmulas que las amparen». Fernando Butazzoni
Todos sabemos que no hay nada más peligroso que un felino cuando percibe que no tiene escapatoria; rápidamente se convierte en un atacante feroz, que intenta huir embistiendo contra el enemigo, aún al precio de su propia muerte. Desde las trágicas elecciones legislativas de 2013, cuando vio finalmente sepultadas sus ilusiones de modificar la Constitución para perpetuar en el poder a su única dirigente, el kirchnerismo se ha transformado precisamente en ese ejemplo que nos brinda la naturaleza; son prueba de ello los cambios constantes y contradictorios del «relato» que ha encarado desde entonces como, por ejemplo, las leyes de abastecimiento, de autorización a las telefónicas para dar servicios de televisión por cable y, por supuesto, los nuevos códigos mediante los cuales la noble viuda intenta sancionar una auto-amnistía.
A los gravísimos problemas de salud que el stress provocado por la persecución de los fondos «buitre» a las empresas de su empleado Lázaro Bóvedas Báez y a todo su entorno familiar, la Presidente tiene ahora que sumar la prevista renovación de energías de los jueces federales, que han comenzado a morderle los garrones y hasta las pantorrillas al poder. Como tantas veces afirmé, estos jueces nunca se venden, sólo se alquilan y, como es natural, ahora están limpiando la casa para renovar su contrato con el próximo ocupante del sillón de Rivadavia.
Claro que contribuyó a acelerar esa reacción -y, sobre todo, su cohesión- el proyecto de Código Procesal Penal, ya que éste pretende recortar las facultades de los jueces -a quienes ya les resulta imposible echar desde el Consejo de la Magistratura- para dárselas a los fiscales, designados a dedo por la inefable Procuradora, la Dra. ¡Giles! Carbó, quien podrá asignar las causas más «conflictivas» a los más fieles de entre ellos. La virulencia de los ataques que Koki Capitanich y demás lenguaraces del Ejecutivo lanzaron contra el Poder Judicial, por expresas instrucciones de la Presidente, fueron una señal cabal de por dónde pasan hoy las preocupaciones de la noble viuda.
Tampoco la situación de su ex-amiga populista debe estar aportando sosiego al ánimo presidencial. Dilma Rousseff, que acaba de ganar su reelección por escasísimo margen, está enfrentando la peor crisis que recuerda Brasil desde el impeachment que costó la Presidencia a Collor de Melo. El escándalo creciente de las coimas en Petrobras, que ya llevó a la cárcel a funcionarios de la petrolera y a muchos de los más altos ejecutivos de enormes empresas constructoras, amenaza la gobernabilidad de la sucesora de Lula: era ella misma, por entonces Ministro de Minas y Energía, quien comandaba la compañía cuando los ilícitos se produjeron.
Brasil era, antes de la llegada de los Kirchner al poder, un país sumamente corrupto, pero respetuoso al extremo de la división de poderes constitucional. Eso permitió que muchos de los grandes jerarcas del PT, luego altos funcionarios nacionales, perdieran sus cargos y fueran a prisión, incluyendo nada menos que al Ministro de la Casa Civil (nuestro equivalente es el Jefe de Gabinete) y al Presidente del partido de gobierno. Es en esa siniestra vidriera donde doña Cristina contempla con horror qué pueden hacer los jueces cuando no se puede controlarlos, como está intentando hacer al menos con los argentinos, ya que con los extranjeros le resulta imposible.
Salvo para el «ombliguismo» de los argentinos resulta claro que, cuando cambian las modas políticas, éstas recorren el continente entero; así pasó con las dictaduras eternas, las democracias recuperadas, las recetas liberales, las privatizaciones y, últimamente, con los populismos disque izquierdistas. Tal vez haya llegado la hora, en América Latina, de terminar con los corruptos de cualesquiera pelajes y procedencias.
La doctrina de don Néstor (q.e.p.d.), aquélla que decía que para hacer política y tener poder se necesita «platita» debe ser una de las únicas lecciones que su viuda comprendió con claridad; sin embargo, y pese a que continúa incrementando hasta niveles siderales su fortuna personal, su supina ignorancia y su injustificada soberbia hicieron que pusiera al frente de la economía y de las arcas del Estado a un grupo de jóvenes inexpertos que destruyeron, como Atila, lo poco que quedaba en pie en el país real.
Esta pandilla, que ni siquiera pudo controlar un centro de estudiantes cuando Axel Kiciloff y Mariano Recalde fundaron TNT (tontos pero no tanto), y que no puede exhibir siquiera un antecedente laboral previo a su irrupción -de la mano de la increíble fascinación de doña Cristina- en la función pública, ha obtenido los más rápidos y exitosos logros en materia de aniquilación de la moneda, de crecimiento del gasto público, de irrefrenable emisión monetaria, de recesión, de caída en el comercio exterior y en las reservas, de paralización de la construcción, etc., etc..
En la lucha por escapar de un destino más que complicado, el kirchnerismo está dispuesto a llegar a cualquier extremo, aunque los medios que deba emplear sepulten cualquier ensoñación «bacheletiana» de volver en 2019; no ignora cómo se comporta el peronismo con sus líderes caídos ni por qué celebra un único Día de la Lealtad cada año. Scioli, lo único medianamente potable que puede mostrar como sucesor, tiene los suficientes antecedentes «panquequistas» como para brindar demasiada tranquilidad, al menos en materia de impunidad y especialmente porque, con la gigantesca crisis y el consabido ajuste que el país deberá enfrentar, la ciudadanía saldrá a la habitual búsqueda de culpables y pedirá su condena.
Porque no debemos olvidar que, como demostró esta misma semana, la Presidente sigue siendo la dueña de la maquinita de imprimir billetes o, en verdad, papelitos de colores, y para lograr sus fines inundará con ellos el país en los últimos tramos de su gestión, vía aumentos formidables en la asignación universal por hijo, en los planes sociales y hasta en las jubilaciones; el objetivo será conseguir una gran bancada propia en las cámaras. Que tal conducta no haga más que incrementar la inflación será una preocupación de su sucesor, como también los bonos de deuda atados al precio del dólar oficial, en la práctica un seguro de cambio, con los que ha desinflado el mercado blue.
En esa materia, el gasto público, me permito formular una sugerencia a quien la suceda: convocar a un plebiscito para que los ciudadanos decidan si están dispuestos a sostener una línea aérea de bandera que, amén de no ser realmente del Estado y no presentar balances ni detallar sus gastos, cuesta la friolera de dos millones de dólares diarios; claro que habrá que explicar, previamente, que las mayores pérdidas operativas las tiene en los destinos internacionales, al cual ha sumado ahora el Caribe. Lo mismo habría que hacer con el Fútbol para Todos: preguntar a la gente si el Estado debe financiarlo o si debe hacerlo la publicidad privada. Seguramente, en ambos casos se obtendrían respuestas que permitirían una importante reducción en uno de los cánceres que están consumiendo al país.
Para terminar, un encarecido pedido a toda la oposición: como mínimo, que sus líderes firmen un compromiso formal de encarar, como política de estado, la lucha contra el narcotráfico, explicitando en el mismo todas las medidas que adoptarán para ello. Ya no se trata de discutir una foto o un casamiento o un romance; está en juego la Argentina misma como país viable. Los ejemplos de Colombia y México -la ciudad de Rosario y el Conurbano también- tienen demasiada sangre como para no hacer todo lo que esté a nuestro alcance para impedir que lleguemos a un estadio similar y nos transformemos en un acto fallido de la historia.