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Urosa Savino: «desterrar la corrupción y la violencia de nuestros corazones»

El cardenal Jorge Urosa Savino emplazó a los feligreses a «desterrar la corrupción y la violencia de nuestros corazones».

Esto lo destacó en su mensaje navideño, donde además señaló que «todos estamos preocupados por la difícil situación del país. Es bueno recordar que la actual crisis económica de Venezuela se da cuando tenemos cuantiosos ingresos por los altos precios del petróleo. Una de las causas de esta crisis es, entre otras que no vamos a tocar aquí, el gravísimo pecado de la codicia, el afán desenfrenado de dinero fácil, que lleva a la corrupción, al robo de los recursos de la nación, a la especulación, a exigir precios exorbitantes, etc».

En este sentido, agregó que el país se encuentra en un estado de laxitud – de poca conciencia social ante actos ilegales – y pidió a la población reflexionar en estas fechas decembrinas «sobre esas plagas (corrupción y violencia) de nuestra actual situación socio-moral, que las rechacemos de corazón».

Savino invitó a la población a ir a «algo más sustancial, profundo, auténtico» durante la época navideña y además, emplazó a todos los feligreses para que pidan a Dios fortalecer su fe: «Tendremos una Navidad provechosa si en estos días fortalecemos nuestra fe y nuestra práctica religiosa».

Con relación a la situación actual del cristianismo en Venezuela, apuntó que está «amenazado» por la expansión de la santería, «que es una religión distinta y contraria al cristianismo, incompatible con la fe en Cristo».

Por último, llamó a todos los venezolanos a fortalecer su fe y vivir con alegría el mes de diciembre y el próximo año.

A continuación el comunicado del Cardenal:

«Mis queridos Hermanos y Hermanas:

En este tiempo de Adviento la Iglesia nos invita a todos a prepararnos para una celebración auténtica, feliz y provechosa de la Navidad. La Navidad, queridos hermanos, es mucho más que los festejos, excesos y gastos que acompañan estos días. Esa navidad incompleta es una navidad frívola, con n minúscula, vacía y pagana, para nada provechosa, sino perjudicial y no cristiana.

Debemos ir a algo más sustancial, profundo, auténtico. Y por eso conviene recordar qué es la Navidad. La Navidad, de verdad verdad, es el natalicio, el cumpleaños de Jesucristo. En ella los cristianos celebramos, con intensa alegría y gratitud, la inmensa bondad de Dios Padre celestial, que nos envió a su Único Hijo para que, hecho hombre por nosotros, nos liberara del pecado y nos diera la salvación. El centro de la Navidad es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, Dios con nosotros, que es el camino, la verdad y la vida .

La Navidad es una fiesta esencialmente religiosa. Y en Navidad Jesús nos invita a recibirlo en nuestros corazones con una fe viva, acompañada por las obras, especialmente el intenso amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos invita a creer en Él, para que tengamos vida, ¡y vida eterna!

En preparación a la Navidad es preciso que pidamos a Dios que aumente nuestra fe. Y que, con su ayuda, nos mantengamos firmes en la fe, a pesar de las dificultades de nuestros tiempos. Nuestra fe está amenazada por los embates de la superstición, por la ficción de la nueva era con el inexistente y falso espíritu de la navidad, que es vana idolatría y debemos rechazar frontalmente. También está amenazada por la expansión de la santería, que es una religión distinta y contraria al cristianismo, incompatible con la fe en Cristo. Y está amenazada también por nuestra debilidad humana, que nos hace olvidar que nuestra felicidad está en amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

En medio de esas circunstancias los cristianos debemos permanecer firmes en la fe, y vivir de acuerdo con nuestra excelsa condición de hijos de Dios, discípulos de Jesucristo, y miembros de la santa Iglesia Católica. Tendremos una Navidad provechosa si en estos días fortalecemos nuestra fe y nuestra práctica religiosa. Tendremos una Navidad feliz y útil si afrontamos el reto de vivir como hijos de Dios, de vivir como hermanos, practicando la solidaridad, rechazando el mal en todas sus formas, perdonando a quienes nos ofenden, trabajando por el país, luchando por los derechos humanos, la libertad y la justicia.

Todos estamos preocupados por la difícil situación del país. Es bueno recordar que la actual crisis económica de Venezuela se da cuando tenemos cuantiosos ingresos por los altos precios del petróleo. Una de las causas de esta crisis es, entre otras que no vamos a tocar aquí, el gravísimo pecado de la codicia, el afán desenfrenado de dinero fácil, que lleva a la corrupción, al robo de los recursos de la nación, a la especulación, a exigir precios exorbitantes, etc. Estamos en un ambiente socio-moral de laxitud, de poca conciencia de la maldad de esas acciones. Pues bien: es necesario recordar que todo eso es pecado, que nos separa de Cristo, nos hace vulgares delincuentes, y que Dios lo castiga.

Por otro lado hay actualmente en el país un ambiente socio-moral de violencia: Esa violencia que se manifiesta cuando reaccionamos exageradamente ante cualquier contrariedad u ofensa. Y que en sus expresiones más graves lleva al odio, al asesinato, a la delincuencia asesina, y a la destrucción de los demás.

Pues bien: es necesario que en esta Navidad reflexionemos sobre esas plagas de nuestra actual situación socio-moral, que las rechacemos de corazón, y escuchemos la palabra de Dios que nos dice en sus mandamientos: No robarás y No matarás… .

Es preciso que en estas semanas de preparación a la Navidad desterremos la violencia de nuestros corazones, y nos llenemos de bondad, de buenos sentimientos, de caridad viva hacia los demás. Y rechacemos la maldad de la codicia, del robo y de la corrupción.

Más allá, pues, de los festejos y las maravillas gastronómicas de estos días, vivamos una Navidad auténtica y religiosa, no frívola ni pagana, realmente provechosa. ¡Llenémonos de Dios! Vivamos esta Navidad con gratitud al Señor y celebrémosla en familia con una actitud realmente cristiana. ¡Tengamos el Nacimiento en nuestros hogares! Acerquémonos al sacramento de la reconciliación y participemos en la Santa Misa el 25 de diciembre y el 1 de enero, que son días de precepto, recibiendo la sagrada comunión, y, por supuesto, todos los domingos, que son el Día del Señor, de Cristo resucitado.

Queridos hermanos y hermanas: Que el Señor conceda a todos ustedes una Navidad muy útil, de renovación cristiana y religiosa, de encuentro con Dios y con los demás. Pido especialmente por los que sufren la soledad, algún duelo reciente, la pena de la enfermedad. Y especialmente por los presos en nuestras cárceles, para que los funcionarios del Estado responsables de ellas, resuelvan los problemas graves que aquejan a nuestras prisiones.

Pidamos a Dios por intercesión de María Santísima, la Madre de Jesús, nuestro Dios y Señor, la gracia de una fe viva, firme, ardiente, que nos lleve a amar a Dios de todo corazón, y a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado. ¡A todos les deseo una Navidad feliz y provechosa! Con mi afectuosa bendición episcopal.

Cardenal Jorge Urosa Savino»

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