¿Podrán?
Desde las elecciones al parlamento europeo del pasado mes de mayo, emergió un grupo político en el panorama español: Podemos. Hoy configurado como partido, con una estructura tradicional que, a decir de algunos, no sorprende, demostró que dentro de sus filas hay ideas de democracia rompedoras eclipsadas por los liderazgos más mediáticos del grupo.
Es sabido del amor platónico de uno de sus líderes por el desaparecido presidente Chávez, así como de la enorme fascinación que ha producido en los medios de comunicación –inclusive los de derechas– el convertir a sus ideólogos en supuesto contrapeso informativo, llevando a que sus clamores de limpieza y buen hacer político sean relativos a una sociedad que empieza a estar cansada de la corrupción, una actitud de la que tampoco escapan los propios miembros del partido Podemos.
El mayor aporte a su curriculum no está en las aulas de las universidades en las que son profesores e investigadores, sino en haber sino partícipes ideológicos del desastre en el que se ha sumido Venezuela. Como asesores del gobierno de Chávez pudieron probar, experimentar y acabar con el país latinoamericano, tal y como proponen hacer con España y lo que sabemos podrían hacer si llegaran a tener cuotas importantes de poder en las elecciones generales de 2015.
Hablan de corrupción como si fuesen paladines de la justicia, como si vistieran de lycra con capas ondeantes al viento y resulta que también tienen su kriptonita: un trabajo no hecho y sí cobrado. Un hándicap que los hace vulnerables, que los pone en evidencia y que les obliga guardar silencio inmediato.
¿Podrá Podemos conquistar los votos desilusionados de la izquierda? ¿Podrá Podemos conquistar a los corazones de los nuevos votantes con estos cantos de sirena? ¿Podrá Podemos dar con el traste a casi cuarenta años de democracia alternativa española? ¿Podrá Podemos tener los recursos de los países del Socialismo del Siglo XXI para las diferentes campañas que deberá enfrentar? ¿Podrá Podemos tener una sola voz cantante como han decido hacerlo en sus elecciones constitutivas?
Seguramente no podrán. No podrán hacerlo porque las economías fuertes en espacios de intercambio comercial como el europeo dan espacio para los discursos soñadores, pero no dejarán espacio suficiente para que lo construido desaparezca, para que las pensiones estén en juego, o el sistema de salud, o la educación, sin duda revisables y perfectibles. Pero sistemas en funcionamiento.
¿Cambiarán la constitución? ¿La harán a la medida de los mandantes como en Venezuela? ¿Vendrán tiempos de expropiación? ¿De control mediático? ¿De racionamiento alimentario? ¿Volverán los tiempos de la cartilla de racionamiento? ¿Tendrá Podemos la patente de determinar quienes comen y quienes no? ¿Se podrá invertir con seguridad jurídica? ¿Se irán los capitales de España? ¿Tendrán como excusa que la democracia es elegir cada año a algún correligionario?
Parece que Podemos tiene muchas de esas consignas de calle que son muy atractivas, rostros amparados en el anonimato de la máscara de “V for Vendetta”, el revivir las protestas con sus cantos llenos de reclamos y con propuestas que no llenan ollas deben tener rostro, piso, acciones políticas, económicas, relaciones que son supranacionales, que parten de los propios derechos humanos y que, de ser verdaderamente transparentes, dejarían claro qué es lo que quiere Podemos.
Por lo pronto, los partidos que han capitaneado a España se revisan, buscan sacar de sus filas a la corrupción amparados en las actuaciones institucionales de los fiscales del Estado. Se alinean para que los ideales ciertamente europeos de igualdad, fraternidad y libertad sigan siendo las máximas de la ciudadanía. Saben que todo el sistema creado depende de mantener el equilibrio institucional, del buen manejo de los poderes públicos y del concurso del pueblo en la construcción de país, no de los intereses de unos pocos que, sabiendo manejar algunos recursos mediáticos tratan de ser y de convertirse en eso, paladines vestidos de lycra y capas ondeantes al viento como si la vida, la de verdad, fuese un cómic al estilo de Podemos.