Néstor tenía razón
Ser inocente en el kirchnerismo es tan absurdo como la virginidad en el prostíbulo». Julio Bárbaro
Desde sus mismos orígenes, don Néstor (q.e.p.d.) y su mujer, la noble viuda, tuvieron muy claro que, para acceder al poder y conservarlo, en la Argentina se necesita plata. Obviamente, no se equivocaron porque hace más de once años que el matrimonio accedió a la Presidencia y hoy el miembro supérstite continúa ejerciendo una importante cuota de autoridad y, sobre todo, capacidad de daño. Para lograrlo, dedicaron sus mayores esfuerzos a hacerse de montañas de dinero, sin límites morales ni políticos de ningún tipo.
Somos una de las sociedades más individualistas e hipócritas del planeta, amén de una de las más corruptas según todos las estadísticas mundiales. Quienes actúan en política a nivel nacional sostienen que, para llegar a la primera magistratura, se necesita hacer una campaña electoral que cuesta alrededor de cien millones de dólares; las lógicas obligaciones que los candidatos beneficiados asumen con los aportantes marcarán así el futuro de la gestión. Algo de eso debe haber, ya que Carlos Reutemann, cuando se le ofreció encabezar una alternativa al kirchnerismo, se negó argumentando que no podía, sin dinero, enfrentar a una verdadera asociación ilícita que disponía de fondos ilimitados, vía el saqueo del Estado, para obtener ese fin.
A pesar de haber soportado durante cuatro años y medio el modo tiránico de gobernar de don Néstor (q.e.p.d.), como a muchos nos iba razonablemente bien y el país crecía, a despecho de muchas irracionales medidas -como la desaparición de los fondos de Santa Cruz o la falsificación de las estadísticas del INDEC- no tuvimos ningún empacho en elegir para sucederlo, como él mismo se había propuesto, a su mujer; ésta, recuerdo, llegó a las elecciones de octubre de 2007 envuelta en declamaciones tales como que había sonado la hora de la institucionalización y del control del Ejecutivo.
Cuatro años más tarde, cuando confirmamos que su mandato era peor que el de su marido ya muerto y a pesar de habernos enterado que el narcotráfico había financiado su campaña electoral, que llegaban valijas voladoras en enorme cantidad desde Venezuela y que había desatado la loca guerra contra el campo, no solo insistimos en reelegirla sino que, nada menos, lo hicimos con el 54%. Le otorgamos así las amplias mayorías legislativos que le permitieron convertirse en la monarca absoluta que, a contramano de cualquier lógica, pudo destruir todos los fundamentos de la economía y, de paso, intentar hacer lo mismo con la prensa independiente y con el Poder Judicial; la última maniobra, previa a la sanción del nuevo Código Procesal Penal, por la que se intentó copar la Asociación de Magistrados, fracasó el jueves con el estruendoso triunfo de la lista que encabezaba el Dr. Recondo.
Pero claro, lo cierto es que a los Kirchner se les fue la mano. Nunca había sucedido que, como ahora y aún en ejercicio de su mandato, la mayor autoridad de la pseudo-república en la que nos hemos convertido fuera investigada por negociaciones incompatibles con la función pública y por lavado de dinero procedente de la más desaforada corrupción que hemos podido contemplar desde los albores de nuestra historia.
A la par de Venezuela, nos hemos convertido en el asombro del mundo. A la luz de lo sucedido en Brasil, con legisladores, altos funcionarios y empresarios presos por robar para la corona, o en España, donde la propia familia real y la cúpula del partido gobernante están soportando un enorme castigo por iguales razones, y recordando qué sucedió en Estados Unidos cuando la prensa independiente hizo renunciar a Nixon simplemente por mentir, la Argentina llama poderosamente la atención. Obviamente, y pese a los lemas oficialistas, no somos «un país en serio» ni, tampoco, «un país con buena gente».
No recuerdo otro en el mundo, y miren que ha habido algunos verdaderamente desastrosos en la materia, en que su Presidente y su Vicepresidente y montones de testaferros, cómplices, narcotraficantes y lavadores de toda laya estén siendo perseguidos, aquí y en varios otras naciones, por delitos tan graves y, sin embargo, la ciudadanía parece no ser capaz de reaccionar. Respecto a los de arriba, como dice Julio Bárbaro: «En nuestro país existe una clase dirigente que está hecha de esa madera: empresarios, sindicalistas y vencedores de todo tipo que no admiran el talento sino la viveza».
Repito algo que he dicho y escrito desde hace años: Báez no es socio de los Kirchner, es simplemente un empleado y, como tal, responde a las instrucciones que sus jefes -antes Néstor, hoy Cristina y Máximo- le imparten. En esa misma categoría entraba Rudy Ulloa, por ejemplo, mientras que los demás -Cristóbal López, Ferreyra (Electroingeniería), los Eskenazi- parecen sí ser asociados a los K, aunque éstos fueran mayoritarios. Es decir que, en la investigación que está llevando a cabo el Juez Bonadío, a quien verdaderamente se está mirando fijo es a la propia Presidente y a sus hijos.
El aeropuerto de Anillaco o «La Rosadita» parecen moneditas al lado de los hoteles del Calafate, los pisos en Puerto Madero y Nueva York, las represas del río Santa Cruz, el 25% de YPF o las rutas que no llevan a ningún lado. La familia Kirchner ha batido todos los records en la materia, ya que Menem, que robó mucho pero sólo dinero, fue superado por la codicia de estos delincuentes, que se hicieron de empresas y actividades enteras, como la obra pública, el petróleo, el juego, la generación y distribución de energía, el transporte, la importación de gas, las exportaciones a Venezuela, los medios de prensa, etc. El flujo de plata ha sido tal -la razón de ello debe buscarse en la voracidad de don Néstor (q.e.p.d.) por juntar billetes de € 500 -aún cuando estuvieran manchados con la sangre de los 51 muertos y 700 heridos de Once- que les ha sido necesario montar sofisticadas soluciones para reinsertar ese dinero en los mercados «blancos»; Báez, Cristóbal López, Elaskar y Fariña fueron sólo algunos de los instrumentos que estos verdaderos gangsters usaron.
La reacción de la Presidente, en el discurso de cierre de las jornadas de la Cámara de la Construcción y en la catarata posterior de tuits, demostró que, tal como preveíamos, se trata de una fiera acosada y que está aterrada ante la probabilidad de que sus hijos terminen recorriendo los tribunales argentinos y extranjeros. Los corifeos habituales, encabezados por el falsario Jefe de Gabinete, salieron a hablar de irregularidades formales en la sociedad, pretendiendo que ignoremos el verdadero trasfondo de la cuestión: a través de Hotesur, se blanquearon millones de pesos por la vía de alquileres ficticios de habitaciones en los hoteles presidenciales, dinero que ya estaba en el patrimonio de los Kirchner por las enormes coimas que recibieron desde la Secretaría de Transporte, por ejemplo, y que no podían justificar.
Nuestra autotitulada -¿recuerda su presentación en Harvard?- exitosa abogada no puede explicar el pasmoso crecimiento patrimonial que reflejan sus declaraciones juradas, porque no les cierra el «blanco», pese a que obviamente no incluyen la plata «negra» oculta en paraísos fiscales, que muchos ya calculan en decenas de millones de dólares. Por lo demás, alguna vez imaginé -ver «¿Son eternos los diamantes?»- que la verdadera razón del viaje de Cristina a Angola, cuando se puso a aletear como un pollo, había sido trocar containers de dinero en efectivo por esas piedras, de las cuales el país africano es uno de los primeros productores.
Un detalle no menor: el inefable Julián Alvarez, Secretario de Justicia, reconoció que Boudou podía estar bien procesado; ¿estará el kirchnerismo soltando lastre para intentar sobrevivir al inevitable temporal cambiando figuritas?. ¿Será verdad que está ofreciendo la cabeza de Oyarbide contra la de Bonadío?
Por supuesto, rápidamente también comenzaron los fuegos artificiales, con el anuncio de cuatro mil cuentas de argentinos descubiertas en el HSBC suizo, y denuncias ridículas por enriquecimiento ilícito contra Stolbizer, la iniciadora de la causa contra doña Cristina, o por infracciones formales contra el mismo Bonadío, en un triste remedo de las falsas acusaciones contra Enrique Olivera, cuando era candidato a Jefe de Gobierno. Obviamente, si este Juez, de fama de corajudo, y la Diputada actuaron como lo hicieron fue porque no tienen nada que les pueda ser enrostrado por la gigantesca maquinaria de espionaje que comanda el Tte. Gral. Milani o por la AFIP, el otro gran organismo de apriete de los Kirchner.
Pero, básicamente, lo que debemos cambiar es nuestra propia conducta como sociedad. Tenemos que terminar en forma drástica con nuestra tolerancia frente a la corrupción, sea ésta de los políticos y empresarios, sea la propia de cada individuo. Si no lo hacemos, y dada la magnitud de recursos de los que dispone el narcotráfico para comprar voluntades de todo tipo, pronto seremos México.
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