Obras de Maurice Ravel en la Konzerthaus de Berlín
La noche del 30 de noviembre 2014 fue una velada única, completamente dedicada a obras del compositor francés Maurice Ravel (1875-1937). Fué más que un acto de valentía de la Orquesta Sinfónica de la Radio (www.rsb-online.de), el famosísimo pianista francés Jean-Yves Thibaudet y el conductor polaco-alemán Marek Janowski dedicar todo el programa a un único compositor.
Y, sin embargo, el público asistió a la invitación del boletín informativo y llenó la sala de la opulente Konzerthaus en la Gendarmenmarkt de Berlín.
El programa consistió en cuatro de las más notables composiciones de Ravel. Le tombeau de Couperin y El concierto para piano y orquesta en sol mayor, en la primera parte y los Valses nobles et sentimentales y La Valse, en la segunda parte.
Le tombeau de Couperin (La tumba de Couperin) es una suite en seis partes compuestas entre 1914 y 1917 originalmente para piano y después orquestadas por el compositor. Cada una de las piezas está dedicada a un amigo del músico, muerto en la 1era. Guerra Mundial, en la cual el propio Ravel fue soldado.
El concierto para piano y orquesta en sol mayor, vituosamente interpretado por el pianista francés Jean-Yves Thibaudet, compuesto entre 1929 y 1931 en paralelo a su segundo y último concierto para piano, concierto para la mano izquierda, escrito especialmente para el hermano del filósofo austriaco Ludwig Wittgestein. Es una obra majestuosa que revela las influencias musicales de Ravel después de su viaje a los Estados Unidos y su encuentro con el compositor George Gershwin. Arpegios floridos, melodias inspiradas en el jazz y breves citas a Stravinski y a Mozart se dejan escuchar durante los tres movimientos del concierto, delatando la riqueza musical y cultural de Ravel (nacido en el País Vasco) y a su impresionante capacidad como compositor. Jean-Yves Thibaud recrea el mundo de Ravel a la perfección. No hay duda de su afinidad con esta composición y su autor.
Los Valses nobles et sentimentales, compuestos entre 1911 y 1912, fueron titulados así por Ravel como homenaje a Franz Schubert, autor en 1823 de dos libros de valses.
La Valse, en cambio fué compuesta por Ravel 8 años después y son, según la propia definición de Ravel en un torbellino fantástico y fatal, evocación de la grandeza, de la decadencia y de la destrucción de la civilización occidental al final de la 1era. Guerra Mundial, que lo marcó irremediablemente toda su vida.
Al final del concierto nos llevamos la impresión de que es más el pianista Thibaudet que entiende y siente la profundidad emocional y existencial de Ravel, que el conductor Janowski, quién en la segunda parte del concierto, nos deja escuchar los Valses nobles et sentimentales y La valse en una seguidilla sin tregua, ni pausa para respirar y recordar que los valses en homenaje a Schubert no tienen relación alguna con la Valse que refiere al dolor de la guerra y a sus víctimas.
Información: http://www.rsb-online.de/content/konzerte/konzertkalender
Especial para analítica desde Berlín: Martha Escalona Zerpa