Las guerrillas, mito y realidad
José Alvear Sanín, en su más reciente columna de El Mundo (3 de diciembre de 2014), aborda el tema del papel que han jugado las guerrillas en ciertos conflictos importantes del escenario internacional.
Afirma que la guerrilla como método “ha derrotado los mejores ejércitos”. Sanín da algunos ejemplos: “Tito doblegando la Wehrmacht; Mao, primero contra el invasor japonés y luego contra el Kuomintang, hasta conquistar la China; el Viet Cong, inicialmente contra el colonizador, y luego contra los Estados Unidos, en Viet Nam; el FLN argelino contra Francia, y guardando las proporciones, Castro contra Batista”.
Yo podría estar de acuerdo con ese planteamiento tras hacer, claro, tres salvedades: la guerrilla del FLN de Argelia no derrotó al ejército francés. Ocurrió lo contrario: esa guerrilla, aunque recibía apoyo militar y diplomático de la URSS y de otros poderes anti Francia, fue vencida.
No se puede olvidar que la cruenta batalla de Argel la ganó Francia, pues el terrorismo indiscriminado del FLN, que crecía de manera dramática, fue finalmente derrotado aunque con métodos cuestionables. La dirección del movimiento nacionalista huyó al extranjero en 1957. Las tropas francesas aplastaron al FLN pero el general Charles de Gaulle y el gobierno francés, en 1962, firmaron la independencia de ese país. Francia perdió la guerra y salió de Argelia por razones políticas y diplomáticas, no por razones militares.
Otro mito existe en torno de la acción del comunismo chino. Mao Tse Tung no ganó la guerra contra el invasor japonés: la ganó la coalición entre los nacionalistas de Chang Kai Chek y los comunistas. Después, sobrevino la derrota del ejército nacionalista en 1949 a favor de Mao. Pero éste no disponía de una guerrilla. Disponía de un ejército completo, el Ejército Rojo de Mao, de Lin Piao y Chu Teh. Ellos dirigieron cientos de miles de combatientes con armamento pesado y sofisticado. Esa guerra civil costó 50 millones de muertos más otro millón (oficialmente 830 000) liquidados tras la victoria de Mao.
La leyenda de que guerrillas móviles “siempre” han derrotado ejércitos regulares y probados ha sido diseminada por las formaciones marxistas para empujar a la juventud radicalizada hacia aventuras sangrientas de utópicas toma de poder donde lo central es el empleo de la “lucha armada” y de las peores atrocidades.
Los comunistas se basan en el hecho cierto de que varios movimientos de “liberación nacional” de la postguerra comenzaron como guerrillas campesinas que utilizaron el combate guerrillero y varias formas de terrorismo. Muchas guerrillas comunistas, hoy olvidadas, fueron derrotadas pues no alcanzaron la fase de conformación de uno o varios ejércitos. Fue lo que ocurrió en América latina, pero también en Filipinas, en Malasia y, sobre todo en Grecia, donde las fuerzas comunistas del Eam llegaron a tomarse Atenas, pero fueron derrotadas, en 1944, por los nacionalistas ayudados por los británicos. El Eam huyó de esa capital luego de fusilar a 3 000 personas y de llevarse 5 000 rehenes.
En Vietnam tampoco una guerrilla derrotó al ejército francés. En Dien Bien Phu, en 1952, Giap dirigía un ejército. Los Estados Unidos salieron de Vietnam en 1974 tras firmar los Acuerdos de Paris. El esfuerzo del Vietnam del Norte para apoderarse del Vietnam del sur fue una conflagración entre ejércitos enormes. Los comunistas empujaron a la guerra y encuadraron a millones de civiles y militares. Y contaron con la masiva ayuda soviética y china. Esas potencias les suministraron personal militar calificado y gran cantidad de equipos y de armamento pesado y liviano.
La tesis central del artículo de José Alvear Sanín es indiscutible: las guerrillas son vencibles, pero ello depende de la determinación y de la fuerza militar y moral de sus adversarios. En Colombia, las Farc y el Eln, han sido vencidas en varias ocasiones. Pero la incapacidad de los gobiernos que pensaban el fenómeno comunista como una cuestión política-intelectual y no como un violento aparato expansionista mundial, no pudieron consolidar sus victorias y toleraron que varias veces esos aparatos de muerte fueron reconstruidos. Los creadores e impulsores de esas guerrillas, la URSS y Cuba, necesitaban esos aparatos para avanzar en su juego de poder mundial. Si la Guerra Fría se acabó en todo el mundo, en Colombia sigue y se recrudece.
La cuestión más candente es por qué Francia ganó la guerra contra los nacionalistas argelinos y la perdió en una mesa de negociación. Ese tema puede servir de alerta a Colombia. El libro de Matthew Connelly, L’arme secrète du FLN, comment de Gaulle a perdu la guerre d’Algérie (Editions Payot, Paris, 2014), explica que tras su derrota, el FLN, con ayuda del bloque soviético, logró voltear hacia él la escena internacional. Sus armas más exitosas fueron diplomáticas, mediáticas y psicológicas, en el marco de la Guerra Fría. “Apoyados por países tan diversos como Arabia Saudita y la China comunista, dice Connelly, alertando a la opinión mundial e invocando las leyes internacionales, el FLN y Moscú lograron alinear una mayoría contra Francia en Naciones Unidas. Desde ese momento, los franceses se obsesionaron por el impacto de la guerra sobre su reputación en el extranjero”. El 8 de abril de 1962, el referendo organizado por de Gaulle confirma los acuerdos de Evian y ello pone fin a 132 años de existencia de la Argelia francesa. Y ello permitió a Francia deshacerse de su fardo colonial.
Connelly agrega que ese método fue utilizado ulteriormente por la OLP de Arafat y por la ANC de Mandela. Lo que está ocurriendo en Colombia es la aplicación, con variantes importantes, de ese enfoque. Aunque no es colonia de nadie, Colombia corre el riesgo ahora de caer bajo la férula colonial de un poder regional inferior y carcomido, Cuba, que ha logrado, sin embargo, poner a su servicio otros gobiernos del continente.
José Alvear Sanín va al centro de esa idea cuando dice que el ejército colombiano es “uno de los pocos en el mundo que ha tenido éxito en asuntos de contrainsurgencia”, pero que, desgraciadamente, “viene siendo debilitado sistemáticamente por un aparato judicial sesgado, neutralizado por un ministro ambivalente y ambiguo, socavado por su comandante supremo, hasta el punto de que, próximo a completar su triunfo sobre la subversión, ha sido obligado a replegarse y tragar sapos, para que acepte que una narcoguerrilla prácticamente derrotada sea equiparada como ‘alta parte’ para convenir con el gobierno la entrega de las instituciones del país y la apertura, de par en par, de las puertas que conducen al poder”. Su análisis de la situación actual es impecable.
Las negociaciones en Cuba, entre las Farc y el gobierno de Santos, se enrumban hacia el abandono del sistema de libertades que ha caracterizado a Colombia y hacia la adopción de una forma de economía bajo control colectivista y de Estado controlado por una minoría excluyente y totalitaria. Todo ello enmascarado, claro está, tras una promesa de “fin de conflicto” la cual será violada inmediatamente como lo fueron todos los pactos de paz en los países citados, China, Vietnam, Argelia.
José Alvear Sanín recomienda en su interesante artículo la lectura de dos libros muy bien documentados que el New York Times acaba de elogiar. Los autores, dos altos militares estadounidenses en retiro, estudian los aciertos y los errores que el Ejército norteamericano pudo haber cometido en Irak y Afganistán. El teniente coronel (r), John Nagle, escribió Knife fights: A memoir of modern war in theory and practice, y el general (r) Daniel Bolger es el autor de Why We Lost in Iraq and Afghanistan. Ojalá lleguen pronto a Colombia esas obras pues su lectura es más que pertinente en este extraño periodo de “negociación de paz en medio de la guerra” que prolongará durablemente la guerra.