No a la resignación pesimista
Los temas no son nuevos, aunque en los últimos tiempos se hicieron públicos de manera progresiva, a pesar de los esfuerzos de los jerarcas por mantenerlos reservados. Pero no hay secretos eternos y las materias objeto de debate son trascendentes, graves y de inaplazable atención. La designación del sucesor y los movimientos próximos nos darán ideas ciertas sobre los nuevos caminos. La renuncia llega en momento oportuno y está rodeada de grandeza. El asunto es tan delicado que el anciano pontífice confiesa que ya no tiene fuerzas para seguir al mando.
Como bien ha sido dicho, nuestra Iglesia es algo más que el papa.
El ejemplo genera hondas reflexiones en esta Venezuela atormentada. Corre el peligro de caer en una suerte de resignación pesimista en la que cada quien se cierra sobre sí mismo en defensa de su vida y la de su familia, de su empresa, de su trabajo y de una relativa normalidad que puede alterarse si manifiesta abiertamente el rechazo a lo existente.
La mayoría es consciente de que con esta actitud se ayuda a prolongar los males. Incluso, por temor y comodidad se puede llegar a complicidades terribles.
Lo cierto es que en Venezuela la democracia llegó a su fin. Seguimos sin presidente en ejercicio y con un gobierno de facto, al margen de la Constitución y del ordenamiento jurídico supuestamente vigente. Desapareció el Derecho como instrumento regulador de la vida en sociedad y de las relaciones entre los ciudadanos y el Estado-Gobierno. El ciudadano común está indefenso, sometido a los caprichos ideologizados de la élite gobernante. Exhiben retadoramente el esquema comunista a la cubana, probadamente fracasado. Cuba es un desastre y Venezuela camina hacia peor. La Habana es la capital real del país, verdadera sede del Gobierno, sometido en forma humillante a la dominación castrista.
Pero, a pesar de la tendencia a la resignación pesimista, al temor y a la represión, signos positivos asoman tanto en el mundo civil como en el militar. Este neocolonialismo insólito provoca una tremenda indignación, incluso en sectores de un oficialismo que no se resigna a quedar en manos de los payasos en ausencia del dueño del circo. A pesar de todo, estamos en el comienzo de un final que será producto de una confrontación inevitable. Cuando la rabia y la indignación superan el miedo, la tendencia a la resignación se revierte hacia la acción.
Es tiempo de lucha. Las vías institucionales están exploradas y agotadas. Los esfuerzos por promover el diálogo sobre temas concretos han fracasado. Las respuestas se han limitado a insultos y ofensas. Sólo hay dos opciones, peleamos o nos rendimos. Los indios pemones acaban de dar un tremendo ejemplo, en la jurisdicción militar del «todopoderoso» general revolucionario, socialista y chavista Clíver Alcalá Cordones.
Arriesgaron y… ¡ganaron!