Opinión Nacional

Asalto al Zulia por razones no sabidas aún

Todavía, por no muy claras razones, el tal centralismo ha tenido contra el Zulia una muy vil conducta intestinal, así dicho porque no conozco una expresión mejor. Proctosofia en lugar de razón. La negación del estado y su casi lograda destrucción bajo el mandato de Guzmán Blanco. El cierre de LUZ, bajo Castro. La mutilación del puente sobre el lago, en ejercicio de su odio contra Pérez Jiménez, por Rómulo Betancourt. La aduana, Canalizaciones, aquí pero de allá. Las destrucciones de malhadada historia de arquitectura, tradiciones y pueblos del estado, de los cuales, el Saladillo, es su más tragicómico ejemplo, ópera magna de Caldera y de su amanuense, Hilarión. La muerte de la ley de hacienda pública regional, por el chavismo… y, muchas mayores pruebas que evidencian esa miserable conducta, la mayor de las cuales la constituye la deliberada desidia, como arma, para el asesinato del Lago. Y éste el más alto crimen cometido contra la República, la Patria, la Nación. Crimen de lesa humanidad. Y, en días de hoy, la destrucción del aparato productivo ganadero del Zulia; súmese a ello el irracional y chucuto sistema ferroviario, la lentitud del metro, que si alguna vez terminado estuviese, ese día habrá que cerrarlo por obsolescencia, etc. Realidades son y son más. Siempre bueno sería saber por qué ese odio, la mala fe, ese ensañamiento. Pero es probable que la respuesta no esté en atribuir exclusivamente al “centralismo” esa accionar maléfico sino en buscar en lo hondo de nuestro ser, llamemos, regional, por qué lo soportamos y cuál nuestro grado de responsabilidad. Tanto mas la duda viene a nos, cuando en cada boca que palabra sale del típico zuliano, ocupan dos el lugar primigenio y privilegiado: regionalismo y zulianidad. Y en cada una de ellas se vierte todo el amor verbal del zuliano por lo suyo, su honda honra de sentirse maracucho, porque Maracaibo es “la primera ciudad de Venezuela”, de América, de la bolita del mundo. Y la Chinita, y el Puente y la Gaita y el Lago y San Benito, y el petróleo, la leche, la carne, qué molleja, el Zulia es lo primero, está primero.

Inevitable señalar al lector que siempre he puesto en duda el tal centralismo como causa fundamental de nuestra tragedia, porque, para el caso venezolano, he preferido tomar de Ortega el constructo, categoría quizá, de parroquianismo. Y este es una enfermedad que consiste en considerar el ombligo como el centro del mundo y ver el mundo desde esos ojos de aldeano primitivo. Creerse el centro del universo y poner a éste a funcionar según la visión obscura de quien razona con su dedo acariciándose el ombligo. En Venezuela la cuestión es esa. Caracas es el centro de de las hegemonías provincianas, parroquianas, que la han asaltado, que se mudaron para allá y que jamás han tenido un programa “centralista” para hacer de Caracas una París. Caracas es la primera y mayor víctima de esa tragedia. Es un conjunto heterogéneo, heteromorfo, sin identidad posible, donde habitan miles, millones, de gente allí no nacida, anónimos, abúlicos. Tal vez la población caraqueña no llegue al 20% de la totalidad. Caracas es una ciudad de invasores, desposeídos, sedientes, hambrientos, enfermos carentes de identidad, sentido de pertinencia, de historia. Las propias edificaciones de infraestructura han respondido a la vanidad de los aldeanos mudados a Caracas, donde los mejores, que han grabado su memoria en obras, tampoco han respondido a un proyecto de ciudad, dicen los expertos que solo Pérez Jiménez y un tanto, pero, menos Medina, quisieron hacer de Caracas el símbolo de una ciudad moderna y, en cuanto a su gente, para solo dar un ejemplo probatorio, en navidad y en semana santa la ciudad queda sola cercana a sí misma, a cuanto de ella pudiera ser genuino. Con estas observaciones de fondo, volvamos al principio.

La historia del Zulia no es de mi competencia, pero quienes la han estudiado, descrito, han señalado los grandes temas que justificarían la necesidad que ha tenido el gobierno central de controlarla, bien para que no sea puramente autónoma, bien para que no se adhiriese a Colombia, bien por el constante deseo de las hegemonías zulianas de hacerse aldea republicana y, la ciudad, Maracaibo, lo mismo para el Zulia, por lo cual, mal se condena a Caracas, todo ello sin ser enunciado, constituye miedo del parroquianismo centrista de perder los privilegios que les aporta la irracional explotación del Zulia. Perder el Zulia es perder la casi totalidad del poder real y es perder casi en su totalidad las posibilidades de ejercerlo en todo el país. Ese parroquianismo denunciado, necesita de un Zulia sin poder y el poder del Zulia estuvo en sus condiciones del gran productor, lo cual implica de gran trabajador y no en el poder político. De allí entonces que el poder centrista, parroquiano, orienta y toma decisiones políticas para impedir que el poder económico del Zulia adquiera contenido político y al hacerlo unidad, se convierta en una unidad orgánica que, de hecho, garantice la autonomía de la región. Y la fundamental decisión política centrista parroquiana está en sabotear todo desarrollo real del Estado, reducirlo a mero centro de explotación de bienes, capital, etc., para alimentar el hambre insaciable del parroquianismo. En este esfuerzo el parroquianismo caraqueño ha tenido éxito. Pero su éxito está ligado al permanente conflicto interno del Zulia, sistemáticamente dividido, sin intereses reales que los cohesione, fracturado y esos toletes enfrentados. Enfrentados por pequeñeces, por lo inmediato del poder local, mientras lo trascendente ha sido ignorado.

Cuanto afirmamos no tiene intención de provocar la ira regionalista ni desmerecer la zulianidad de sus actores voceros plañideros del habla y de la sui generis gaita sino que es necesario el análisis para poder superar la situación que alcanza caracteres dramáticos, trágicos, francamente, que pudiera sintetizarse de este modo: el éxito del parroquianismo centrista radica, en parte fundamental, en haber carecido el Zulia de un proyecto interno de unidad cultural que congregue al Zulia, por una parte, a enfrentar unidos al parroquianismo centrista y, por la otra, a superar sus propias contradicciones internas, no menos parroquianas, y, de clara importancia, la complicidad con el parroquianismo centrista que zulianos o dirigentes de esta entidad mantienen con el centro del poder aposentado en Caracas, cuya irracionalidad ha sido evidente pero que alcanza caracteres dantescos en el presente. El presidente Chávez ha afirmado sin rubor que ha saboteado la acción de Manuitt por sospechoso de infidelidad a la revolución. ¡Qué no habrá hecho con Rosales!, pero el punto es que es y no es Rosales, sino que es El Zulia y es Venezuela. Que es un problema ajeno a la razón, pero que es un problema de nuestra historia, de nuestra intrahistoria que debemos abordar críticamente para poder superar.

¿Qué hacer? La respuesta es sencilla, el cómo es el problema. Intentemos sugerir una respuesta. Corresponde a la dirigencia política, a las universidades, gremial, social, religiosa, de la sociedad civil, trabajadores, medios, empresarios, proponer y asumir un proyecto de alta Política para el Zulia, que tome en consideración, en primer lugar, el desarrollo cultural estético y científico de la región, que garantice su historia, pero que sobre esa garantía se abra al mundo. Sin parroquianismo pero sin servilismo. Segundo, que ese plan establezca como prioridad, que si se muere el LAGO se muere la gente, según la imagen sabia de Alí Primera. De la salvación del lago o de su destrucción radical (usted escoge) depende el futuro de la país. Con la misma intensidad, se asuma La Sierra de Perijá. Tercero, que se desarrolle un proyecto ferroviario que integre al Zulia consigo mismo y con el país. Y este proyecto está muy lejos del plan chucuto del parroquianismo caraquista. Que se impulse el desarrollo escolar, mediante un modelo que conjugue armónicos el arte, la ciencia, el juego. Que se amplíe el sistema carretero y la intercomunal, para ejemplo, llegue hasta La Raya. Menegrande. Que se desarrolle y profundice el proceso agropecuario y agroindustrial, con el más alto respeto a la capacidad, a la propiedad, a la naturaleza. Que la seguridad surja del crecimiento cultural, económico, estético, social y salga de las cabezas represoras que este problema se resuelve con la violencia policial cuya utilidad es tan poca como pronta sea esta respuesta cultural que proponemos.

Como borradores mi hijo Simón ha hecho una propuesta para el crecimiento cultural de la ciudad de Maracaibo y la Dirección Académica del FANM, con el más amplio asesoramiento, ha propuesto un proyecto cultural para el Zulia. No se pretende que sean la respuesta, sino un aporte modesto a ella. Y aquí decimos: quien tenga ojos…

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