Sin gobierno anterior
Es una costumbre muy venezolana echarle la culpa a los demás. Nunca somos responsables absolutos de nuestros actos. Siempre hay algo o alguien a quien endilgarle nuestras faltas.
Así siempre han actuado los hombres del poder. No hay gobierno que no se excuse en lo que hizo su antecesor. Y como para los ciudadanos más despiertos el gobierno es la suma de todos nuestros defectos, siempre éste será el responsable de todo lo malo que haya en la sociedad.
El chavismo que se ha revelado como el peor gobierno de nuestra historia no escapa a esta tradición. Es tan malo que ya la excusa del permanente asedio golpista suena a disco rayado. Debe ser un gobierno muy débil si ante una investigación judicial con sede en Miami reacciona acusando de golpistas a militares retirados y a algunos notables (entre los cuales hay antiguos aliados).
La administración que preside Chávez ya no puede echarle la culpa a nadie, a ningún gobierno anterior, ni a ningún presidente de la llamada cuarta o de la primera república. Ya han pasado casi diez años. Un lapso suficiente para haber podido enderezar el rumbo del país.
A estos díez años, que más que duplican los cuatro años del período presidencial de la mayoría de las democracias del continente, se suma la inmensa cantidad de petrodólares ingresados desde el ya lejano 2 de febrero de 1999.
Unos meses más tarde de aquella fecha en la cual Chávez no se juramentó, porque lo que prometió fue liquidar la Constitución (con el aplauso de magistrados y dirigentes hoy arrepentidos), tuve una pequeña discusión con una señora cajera de un banco.
El banco no era el varias veces quebrado Banco Industrial sino una institución privada. Cuando llegué al principio de la cola, hice un comentario sobre un apagón que había ocurrido unas horas antes. Dije, con aire de inocencia, que me extrañaba que la ciudad se hubiese quedado sin luz por algunos minutos si ahora, con la revolución, todo cambiaría.
La cajera no se creyó mi candidez y me respondió de manera airada que para corregir los defectos de los denostados cuarenta años de democracia tendrían que pasar otros cuarenta años. Era una fervorosa chavista y en el minuto y medio que me tocó estar en su puesto me aleccionó sobre uno de los pretextos perfectos que tiene el chavismo para su ineptitud: como todo funcionó mal antes de que llegara al poder, dicen, pues el mandante tendrá que estar allí por lo que resta de historia.
Bueno, no lo dicen así exactamente, pero eso es lo que está presente en el discurso del caudillo y de sus principales jaladores. Por la medida chiquita, tendrían que disfrutar del gobierno un lapso igual al trancurrido entre la caída de Pérez Jiménez y 1998, año jubiloso de la elección del primer locutor nacional. No empiezan la cuenta más atrás porque el militarismo obliga a respetar al general.
Todos los males vienen de atrás dicen los jefes y sus inocentes seguidores. Bien sea una epidemia de parotiditis, el desastroso estado del sistema eléctrico nacional, el cierre del teleférico de Mérida, la caótica situación de la educación pública, el aumento de la pobreza, la indetenible violencia y su gemela la inseguridad, la estratosférica corrupción. Todo, todo, tendría que ser achacado a quienes estuvieron antes que los chavistas dirigiendo las oficinas públicas.
Diez años (y contando con toda la plata que aquí ha entrado) son más que suficientes para haber hecho los diagnósticos pertinentes, haber tomado las decisiones correctas y haber invertido los recursos necesarios para resolver los más grandes problemas del país.
Volver al truco del intento de golpe de estado o del ya desteñido magnicidio no parece otra cosa que un recurso que por manido no deja de ser desesperado. Si no pudieran traer consecuencias funestas para la vida de muchas personas, estas nuevas acusaciones moverían a risa. (Como ocurrió cuando se presentó como prueba una foto de Chávez que tenía en su poder el supuesto disparador de la bazuka que derribaría el avión presidencial). El daño que hicieron algunos miembros del ahora señalado Movimiento 2-D tuvo lugar cuando apoyaron a Chávez en medio del jolgorio de sus años de ascenso.
Después de diez años en el poder no hay gobierno anterior que valga. Ya a nadie se le pueden echar las culpas; ni a los intangibles golpistas ni al imperio. Por más venezolano que se sea.