Opinión Nacional

Magnicidio y la mujer del César

Cuenta un documental de la Televisión Española, sobre la post guerra civil de aquel país, que a los republicanos que caían presos y la bondad del “Caudillo por la gracia de Dios” decidía no fusilar, los educaban para reinsertarlos en la sociedad. No es difícil adivinar todas las normas de amor al presidente que incluiría el pensum de aquellos estudios, pero una que me llamó la atención fue que se pretendía devolverlos a la sociedad como buenos cristianos, apostólicos y romanos (sabido es que en aquella época todo republicano rojito tenía que ser ateo. No había llegado este comunismo beato del siglo XXI). Para ello se les pedía rezar Padres Nuestros y Aves Marías ante una curia que actuaba como jurado y se les exigía que rezaran con encomiable fervor. No bastaba recitar las oraciones haciendo gala de buena memoria, había que demostrar que se sentían en lo más íntimo.

Algo similar está ocurriendo en nuestra novedosa revolución. Si nuestro Patriarca denuncia un magnicidio, a través del “muñeco de ventrílocuo” de La Hojilla, todo el país tiene que darse golpes de pecho mostrando congoja ante el peligro de perder a nuestro Líder y, por supuesto, la congoja tiene que ser convincente.

Los primeros condenados por no mostrar suficiente pesar son los opositores, cayendo todos en el mismo saco: escuálidos, pitiyanquis, golpistas, oligarcas. La escasez de lágrimas es una prueba evidente de que todos estaban en la conspiración. Pero el responso no es sólo para ellos. La dirección del PPT condenó el magnicidio, pero parece que no lo hizo con suficiente pasión. “Vimos al PPT dubitativo” sentenció el gurú Muller Rojas, aunque sus “dudas” reflejaran el sentimiento de todo el país. Si se condena un magnicidio sin mostrar en el rostro una contundente mueca de dolor, la condena no sirve para nada.

En contraste, la Presidenta de la Asamblea nos demostró cómo se debe responder. De igual forma, el gobernador de Miranda, haciendo gala de una formación militar que recuerda a la del franquismo, nos dio una lección a todos sobre la manera como se debe reaccionar ante el terrible evento del magnicidio de nuestro acosado Prócer. Mostró además que su furia no sólo se desatará ante un magnicidio, basta un rasguño, un pellizquito pues ¡Que buena clase Diosdado!

No hay duda de que los fascismos son poco imaginativos y repiten sus pautas. Cuando se imponen, los ciudadanos de a pie terminan acostumbrándose a que no basta declarar que los apoyas, tienes que ser convincente, como la mujer del César. Los empleados de las instituciones del estado han sido los primeros en aprender.

Yo por mi parte declaro, con la debida pasión, que me opongo firmemente a cualquier intento de salir de nuestro comunismo rentista por cualquier vía diferente a la electoral. Aunque por suerte ya no tendremos que votar nunca más ni a favor ni en contra de nuestro Caudillo. En las elecciones de 2012 tendremos nuevas caras entre los candidatos y nuestro Adalid estará buscando su ranchito en plena sabana, para colgar su chinchorro y ser feliz compartiendo alegrías y desventuras con su pueblo, el cual ya estará, gracias a su excelsa labor, plenamente desarrollado.

PD: Confieso que tengo mis resentimientos y reconcomios, humillaciones que me han herido y son difíciles de olvidar. Pero jamás colocaría mis bajas pasiones por encima de los intereses de la nación. Ramón Escobar Salón hizo prevalecer sus pequeñeces por encima de la colectividad, en los momentos más turbulentos e inoportunos para la vida del país. Me duele su muerte como la de todo ser humano, pero no puedo llorar por su legado.

Magnicidio y la mujer del César

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