Opinión Nacional

Exaltación de criminales

El gregarismo es consustancial a los seres. De allí que las distintas especies, de usual, vivan en comunidad. Los humanos evolucionamos desde la caverna, hasta los multifamiliares de las grandes urbes, en las cuales vivimos guardando distancia de nuestros congéneres; encerrado cada quien en su soledad, creyéndose a salvo de la delincuencia imperante.

Es bien sabido que en las diferentes especies y grupos que las conforman, conviven ejemplares sanos con los dañados que, de alguna manera, van siendo segregados para evitar contagios o agresiones cuando son atacados de rabia. Entre los humanos ocurre lo mismo. No obstante se dan hitos en los cuales se pierde la brújula y un conglomerado social selecciona, de entre sus miembros, a un individuo con marcada propensión delincuencial para que ejerza el liderazgo.

El pueblo, que suele equivocarse más de lo que los pregoneros su infalibilidad suponen, eligió Presidente de la República a un bellaco que, en 1992, había comandado fallidos golpes de Estado, sin tomar en cuenta su cualidad de felón. No se puede decir que su triunfo lo alcanzó derrochando astucia. Su conexión cubana, sus discursos prometedores de cambio radical del modelo democrático capitalista, incluyendo la folclórica fritanga de cabezas, apuntaban a la diana del sistema.

Y comenzó por patear al Congreso de la República en el acto de juramentación, al desconocer la vigencia de la Constitución y anunciar su muerte. Desde ese momento el tiempo laborable lo usó para la agitación y el más esmerado cultivo del odio social que, en menor extensión, había sembrado durante la batalla electoral. Convocó una Constituyente contando con la celestinesca Corte Suprema de Justicia, le cambió el nombre a la República, estimuló el asalto al Congreso y abrió la puerta al caos en el que esta sumergido el país. En nombre de un antiimperialismo bufo mantiene alianza con Sadam Husein, Ilich Ramírez, (a) “El Chacal”, Mugabe y con Putin, así como con cuanto despreciable criminal que tiranice un palmo de terreno.

De igual manera financia, con ingentes cantidades de petrodólares, la descomposición social e implantación del inviable socialismo, empleando como adelantados a Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, a los Kischner y a cualquier otro mangante izquierdoso que le salga al paso con el platillo extendido, admita su intromisión en los asuntos internos de su país y lo reconozca como líder indiscutible de la Revolución Socialista del Siglo XXI en Latinoamérica. Mientras Venezuela se desmorona él ordena y paga con nuestro dinero la instalación de plantas y redes eléctricas, la construcción de casas, carreteras y pavimentación de calles en otros países y rescata a los tanguistas de una bancarrota segura.

Si le faltaba inferir un agravio más al orgullo venezolano, lo hizo auspiciando la exaltación de connotados criminales al monolito y la estatuaria como es el caso del “Che” Guevara y del narcoguerrillero y genocida (a) Manuel Marulanda o Tiro Fijo, a tiempo que fabrica delitos para arrinconar la disidencia y retrasar su “rodada cuesta abajo”.

A estas alturas algún individuo de su corte de lambiscones debió haberle sugerido la construcción, en lo alto del Calvario de cada pueblo, de un gran monumento circular, destacando en el centro una estatua tamaño heroico de Fidel y el bellaco en estrecho abrazo, tal como la de Bolívar y San Martín en Guayaquil, rodeada por la caterva de criminales que tanto ama y por el rebaño que le hace piso internacional.

No importa. Los pueblos rectifican con la misma facilidad con que yerran. Ya algunos monolitos han sido destruidos. Y el 23N, si salimos dispuestos a derrotar el mito del bellaco invencible y a cobrar el triunfo, monolitos y estatuas rodarán vueltas añicos.

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