Sí es posible, aun cuando no se crea.
Nace este texto como respuesta a mis generosos lectores que por causas evidentes, unos, consideran imposible dialogar con el presidente y menos con sus seguidores, y, otros, que no es menos difícil hacerlo con los opositores. Para abundar en sus pruebas citan el lenguaje presidencial, sus innumerables e inagotables cadenas, su coprolalia frecuente, el abuso de VTV; la radio nacional; los n –siendo N muchísimas – emisoras comunitarias; medios impresos, etc., en donde se vierte veneno o cuando menos se echa mas combustible al fuego. La primera evidencia es que en tales media la única palabra es la del presidente que, mutatis mutandi, se repite en la mayoría de los programas, o constituyen espacios detestables, tal citan la hojilla, las verdades de mandinga, dando y dando… contragolpe…. Para la semiología, pero sobre todo para la psicología y el psicoanálisis, los nombres son un banquete. Están en sí mismos cargados de violencia, son violencia. Y para ser cónsonos con su nombre, se difama, se calumnia, se maldice, todo ello para ensalzar al régimen, afirmar la ideología revolucionaria, finalmente, para crear y ampliar el culto a la personalidad. Y señalan más, estos medios son de propiedad privada y propiedad de uso exclusivas del presidente y del PSUV. A tales medios nadie, que tenga una sola observación crítica, tiene espacio. Y en esto ha de incluirse a gente que, de una u otra forma, está comprometida con el proceso, pero que tienen cuestionamientos que tocan problemas de estilo y, a veces, de fondo, sobre la revolución, las acciones del proceso, sus yerros, sus fracasos, su ineficacia, la corrupción, sus muy severas debilidades teóricas.
Se añade que los intelectuales del chavismo, los hermanos Lanz, ponen de ejemplo, conforman un discurso justificador e incluso legitimador de la violencia. Don Carlos, mediante retórica pseudoacadémica esconde su condición de perseguidor de medios como Tal Cual, El Nacional, El Universal, Globovisión, etc., que estarían conformando una conciencia alienada y en tal grado que podría cualquiera de sus enfermos, en estado crítico, sin plan alguno, sólo por su condición alienado, asesinar al presidente. La acusación llega más lejos, Teodoro, Otero, etc., conforman un súper quipo con otros de la misma calaña en el resto de América Latina, en un macabro proyecto de asalto a la verdad, la razón, debidamente bien pagado su macabro oficio por el imperialismo. Las actuaciones de la AN, con relación al magnicidio, mediante argucias en vez de argumentos, serían justificadas por cuestión de Estado, del mismo modo que encarcelar a Baduel, por Satanás corrupto, traidor, en un coro de gritos para denunciar a Rosales, por protector y aliado de los paramilitares, responsable de los secuestros; finalmente la inseguridad, la corrupción, de a pie o en maletines aéreos, son delirios de la oposición para desacreditar al régimen, para desacreditar al Líder. Por contraposición a este modo de acción, otros de mis respetables lectores señalan el fundamentalismo de comunicadores como Marta Colomina, Gusti, Leopoldo, y, con matices, acusan a los media (medios) de no cumplir con sus deberes éticos. Y el cuento sigue: la postura de la iglesia, identificada en casos como el de monseñor Porras, se evidenciaría esa mala fe de opositores recalcitrantes. Necesario es contar un detalle. Un dirigente del PSUV, sin duda un buen hombre, un buen papá, morador de sitios donde ando, conocido de años, instó a tres de sus cofrades para provocarme, lo cual bien hicieron en tono fuerte, hecho común en estas circunstancias. Este es el cuadro, sucintamente descrito y a cuyos planteamientos esenciales me propongo dar respuestas, pero más que ello, a pedirle a cada lector que me ayude a buscarlas.
Propósito nada simple, fácil ni sencillo, en primer lugar, porque el universo donde nos desenvolvemos privilegia una atmósfera de violencia, de terror incluso, hecho en parte estudiado por mí. Segundo, porque los actores hegemónicos, nada tienen qué decir con valor racional, lógico, ético, histórico. La propuesta del Socialismo del SXXI es tan inocua como la contraposición de la democracia. En ambos casos hay un vacío de principios, de teoría, de modo que, en general, quienes los siguen, en cada caso, unos van por los beneficios del clientelismo, las misiones, la irracionalidad que culpa al otro de sus males, el sentimiento de sentirse con poder y por ello, libres, mientras los opuestos, responden mucho más como acción instintiva, como defensa a sus intereses elementales, a factores ideológicos mal elaborados pero que existen, como por ejemplo, anticomunismo, la defensa a la propiedad, y a abstracciones como la libertad y la democracia. Ambas conductas son fácilmente explicables. Las primeras actúan por idolatría a su líder, en quien ven al mesías, entre otro de sus graves males; también movidos por el odio social, que producto de la injusticia, la ausencia de equidad es bien manejado por el señor presidente, y, desde luego, porque el maná petrolero hace milagros materiales. Los opuestos, porque los propios desaciertos del presidente, sus actitudes, sus actuaciones, su ausencia de talante, su marcada tendencia al autoritarismo, y el servilismo sin medida y aún mas agresivo de sus secuaces, el fracaso aparatoso de su gestión, contribuyen decisivamente a negarlo. Este sentimiento crece mientras mas crecen los desplantes, despropósitos, yerros, fracasos del presidente. En textos anteriores ya editados por 64.207.147.4 he estudiado con la intensidad de lo posible estos temas, de modo que ruego a mis lectores recurrir a ellos si estiman necesario.
Ante este hecho, qué hacer. Volver a las a las raíces. Y aquí sí vale la expresión tantas veces citada de Marx. La raíz del hombre es el hombre mismo. La raíz del hombre no es su bondad ni su maldad congénitas, lo cual hoy discuten los biólogos. Tampoco los intereses de grupos o clases, independientemente de la justicia que los anima para agruparse; los intereses que entran en juego, legítimos o perversos que se orientan a la libertad o hacia la opresión. Su verdaderas raíces están en su condición de seguir siendo un ser social y asumirse hoy, además, como un ser natural. Este hecho lo obliga a guardar reglas que impidan la destrucción del otro, el desconocimiento del otro, porque en ello está su propia destrucción, pues, en tato que ser social reconociendo al otro, vale decir asumiéndose a sí mismo en sus debilidades y fortalezas, garantiza la vida a la sociedad y en cuanto ser natural, sus idóneas relaciones con la naturaleza, garantizan la vida en su totalidad. El primer aspecto más que una teoría política acabada sobre cuanto debe hacer y estar permitido al ser social, reclama de una práctica cultural, fundamentada en el ejercicio de la ciudadanía. Y la ciudadanía es el ejercicio pleno de asumir la constitución, los derechos del hombre y ciudadano, los derechos de la mujer, del niño, de la educación, la cultura. Y estas relaciones implican asumir la pluralidad como condición necesaria a la existencia plena del individuo y a la plena existencia del ser social, de la sociedad. El segundo plano el reconocerse como ser natural, vale decir ser consiente en sus relaciones con la naturaleza que deja de ser dominio de intereses, para ser parte viva y substancia del nuevo humanismo, nos convierte en ciudadanos del mundo, cuyos deberes esenciales reafirman la cualidad del ser social, pero limitada globalmente en función de preservar, garantizar la vida. Si bien decimos que para este comportamiento radical no hace falta una teoría acabada, empero es imprescindible asumir como consciencia o como sencilla forma de vida cuales son mis deberes, derechos, obligaciones sociales y el tipo de relaciones con la naturaleza, lo cual tiene una fuente común, los desarrollos del conocimiento y de la cultura, en su amplio sentido.
Y en esta comprensión aparecen los espacios para el diálogo, que ha de generarse desde y entre los factores críticos de la oposición como de los chavistas, siendo los más llamados los primeros, sabiendo que son más reticentes los segundos, entre otras causas por los riesgos que corren. Pero, y de manera determinante, a partir de problemas comunes, generar alternativas compartidas para resolverlos o superarlos. Por mero ejemplo, el agua, las cloacas, el gas, la salud, la inseguridad, la muerte del Lago de Maracaibo, Valencia, la vivienda, la escasez son problemas, primero, temas, luego, comunes, como también lo es la educación, la cultura, porque el problema común los hace temas propios para el diálogo y responder adecuadamente mediante alternativas dialógicas es un paso decisivo en la necesaria reconciliación. El quid del asunto se vislumbra. Los modos de dar respuestas cualitativas a los problemas demandan de cada partido, de cada participante, un mínimo de información que, de una u otra manera, apunta a las fuentes y fundamentos doctrinarios. Una vez mas, corresponde a las universidades ser, cuando menos, facilitadoras, mediadoras, orientadoras de estos diálogos necesarios, si esto no ocurre, la tragedia queda cada vez mas cerca.