La tragedía de un padre
A Manuel Felipe Sierra
Este jueves tuve el honor de participar como invitado especial de Macky Arenas y Manuel Felipe Sierra en su muy popular espacio radial matutino por el dial 790 AM. El tema principal no podía ser otro que el asesinato aleve y espantoso del joven dirigente universitario zuliano Julio Soto. Circunstancia trágica y la más visible de la tragedia que enluta a la familia venezolana desde hace ya muchísimos años, pero que ha adquirido características dantescas desde la toma del poder por parte del teniente coronel Hugo Chávez.
Dije entonces, reiterando lo que he dicho y escrito a lo largo de todos estos años en relación al monstruoso problema de la inseguridad nacional – que ha provocado ya más de 120 mil homicidios, la degradación moral de una significativa porción de compatriotas arrastrados al abismo del crimen, la corrupción y la muerte, así como el dolor irreparable de decenas de miles de familias -, que este flagelo no es producto ni de la casualidad ni del azar. Es el producto del envilecimiento ético y moral provocado consciente y mañosamente por un venezolano dispuesto a hundir en la ruina y la miseria al país para convertirlo en propiedad de su uso exclusivo, su hacienda y su feudo. Es la obra de un hombre desquiciado por la ambición de poder y dispuesto a comprar, corromper y pervertir a quien sea necesario para obtener su trofeo: gobernar a Venezuela como lo hiciera en el pasado Juan Vicente Gómez, hasta el mismo día de su muerte natural.
He recordado en alguno de mis recientes artículos ˆ y lo repetí una vez más este jueves en nuestra conversación con Macky y Manuel Felipe – la función política que cumple la inseguridad ciudadana en la creación de un clima de zozobra y amedrentamiento, cuyo producto final debiera ser el miedo, la apatía y la desesperanza en la población democrática venezolana. Y el consiguiente sometimiento a la omnímoda voluntad del caudillo. El correlato a esa indefensión en que mal vive el venezolano es el armamentismo más delirante de quienes nos desgobiernan. ¿Cuántos asesinatos, cuántos asaltos, cuántos secuestros se hubieran evitado y cuántas vidas se hubieran salvado si en lugar de colmar su ego militarista comprando aviones rusos por mil quinientos millones de dólares para inflar aún más su perversa megalomanía, el teniente coronel Chávez hubiera mirado hacia sus gobernados con el amor paterno que jamás poseerá y se hubiera preocupado de fortalecer la seguridad ciudadanía, dotar de más y mejores policías a los Estados, ciudades y barriadas, construir institutos profesionales para la educación de fuerzas policiales disuasivas, liderando una guerra contra el crimen?
¿Cuántas cárceles modelos se hubieran podido construir con los millones de dólares regalados a los parásitos políticos bolivianos, a las vividoras argentinas de nuestra Nación, a los chulos cubanos? ¿Cuántas escuelas, cuántas universidades, cuántos centros de rehabilitación, cuántos hogares de cuidado diario, cuántos jardines de infante, cuántos clubes deportivos, canchas y centros recreacionales?
¡Qué vergüenza escuchar las declaraciones de estos miserables: camaradas, cómplices y alcahuetes de los hampones que asesinan a nuestros niños y fungen de altos funcionarios de la seguridad ciudadana! Obedecen la orden del hampón mayor: triturar a la oposición. Es decir: entregarla a las hordas de la criminalidad. Los culpables por este estado de cosas tienen nombre y apellidos: tienen las manos manchadas de sangre y carecen de la más mínima compasión por sus semejantes. Son la carne viva de la propia impiedad. ¡Y después de azuzar el crimen con su lenguaje incendiario que no nos vengan con la monserga de no politizar estos crímenes! ¡Son ellos quienes han politizado a la delincuencia! ¡Son ellos quienes la amparan para lograr sus aviesos propósitos!
Más temprano que tarde, querido Manuel Felipe, esta pesadilla será cosa del pasado. La liberación de nuestra patria y la recuperación de nuestra democracia nos esperan. La pérdida de Pedro Josué, tu nieto de 18 años, y de su padre, tu hijo también asesinado hace poco más de un año, no serán en vano. Nos dan fuerzas para luchar hasta dar nuestra última gota de sangre en la lucha contra la canalla que nos oprime. La libertad será nuestra ofrenda.