Votar, participar y ganar, a pesar de las amenazas
Los venezolanos, en general, hemos sido un pueblo cómodo y poco participativo, más aún cuando de política se trata. No caeremos en analizar sus causas puesto que eso llevaría a un amplio estudio y a repasar debilidades que ya hoy no nos llevan a nada. Sin embargo, la reflexión y, más que todo, el aprendizaje inevitablemente a porrazos, nos han enseñado que la participación y la presión ciudadana son las mejores armas para lograr cambios trascendentes en la vida nacional. Recordemos los efectos de aquel Firmazo por el que se llegó al Referendo Revocatorio. Nunca antes tan amplio número de venezolanos había participado de manera tan contundente en política. Luego han venido otros eventos donde la activación se ha mantenido como medio para lograr la recuperación de espacios democráticos que en el transcurso del gobierno de Chávez se han ido perdiendo. Como contraparte, la renuncia a involucrarse, la abstención en unas elecciones legislativas, produjo que la Asamblea Nacional sea lo que es hoy: Un domo donde se aplauden los designios de un mandón en lugar de ser el espacio donde se discutan proyectos y leyes que generen avances para el país.
Así, hemos vivido en carne propia las consecuencias de «meternos» en el asunto. Y hemos conocido y degustado el sabor del triunfo en ocasiones. Eso es innegable aunque desde el mismo gobierno se empeñen en hacer caso omiso de la voluntad popular. Pero precisamente por eso, gracias a eso, ya el mundo internacional sabe quién es el presidente de Venezuela. Y nosotros, desde nuestro lugar, hemos presionado de tal forma que logramos que desde el trono del poder Chávez se sienta tan presionado que tenga que utilizar artilugios fuera de toda ley para lograr sus propósitos. Eso es, en sí mismo, ganancia. Y lo digo a sabiendas de que habrá quienes me cataloguen de «comeflor». No es asunto de sacar lo menos malo de lo peor, o de ser positiva ante unas circunstancias a todas luces oscuras. Es, sencillamente que, si lo vemos desde esa perspectiva, luce más que imprescindible acudir a votar y seguir ganando los espacios que el soberano de Venezuela desea para administrar sus gobiernos locales y regionales. En este momento, con la activación popular, tenemos en nuestras manos el lograr ‘vivir mejor’ a pesar de las amenazas del rey Momo que nos dice que no dará recursos a los gobernantes opositores. El señor presidente a lo mejor olvida que justo en esos espacios donde la oposición es más fuerte, se encuentran viviendo gran parte de sus colaboradores más cercanos. Aquellos que gritando vivas al Ché y a los descamisados, moran en lugares donde ostentan lujosas camionetas y llevan relojes y ropa elaborada en el imperio yanqui.
No vale amilanarse por lo visto hasta ahora. No valen las excusas para no ‘meterse en política’. La participación es primordial si se quiere un cambio. ¿O vamos a quedarnos como en las juntas de condominio donde nadie quiere asumir una responsabilidad pero todos se quejan de que el edificio se cae a pedazos? Si no queremos que se nos caiga el edificio, pues habrá que participar, opinar y actuar. De otro modo, únicamente nosotros seremos los responsables de que no solo el edificio, sino el terreno entero nos sea arrebatado por indiferentes. No valen las quejas si no hacemos nada.
En India, Gandhi empezó a luchar contra las injusticias de su pueblo solo, tenía la fuerza del Imperio Británico en contra, y su perseverancia logró la independencia de aquél país. Los ucranianos, no sin sacrificios, ganaron un gobierno democrático que les fue reconocido por el mundo entero, permaneciendo en la calle en medio de un invierno feroz. Y los chilenos sacaron a un dictador ‘haciendo suya’ la causa democrática. Acabaron con la dictadura a fuerza de votos. Los mismos colaboradores más cercanos al militar le aconsejaron aceptar los resultados toda vez que la victoria era indiscutible. ¿Entonces? Ninguno de ellos era Chávez, ciertamente. Pero tampoco corrían los tiempos de modernidad donde conocemos la historia y sabemos de sobra que los regímenes autoritarios caen por su propio peso. La lección está aprendida. Falta implementar lo que nos queda: Votar, participar y ganar, a pesar de las amenazas.