Colombia pendiente de la suerte del General Alzate
La situación política creada por las Farc al secuestrar al general Rubén Alzate Mora en un pueblito cerca de Quibdó puede cambiar de un momento a otro. La coyuntura es volátil para los protagonistas de ese drama y para los observadores. Si el alto militar secuestrado, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, con jurisdicción en el departamento de Chocó, es dejado en libertad, el presidente Juan Manuel Santos ordenará sin duda la reanudación de las conversaciones en La Habana. Santos podría ir más lejos y conceder lo que le pide alias Catatumbo: premiar a “la revolución” con un cese al fuego bilateral que deje en libertad de acción –y de depredación– en todo el territorio a los enemigos del Estado.
Si hace eso, Santos habrá cometido el peor error de su vida. Perderá la cara no solo ante Colombia sino ante el mundo entero. Nadie podrá defenderlo de la acusación de que es un presidente que conspira con el bloque castro-chavista para destruir no sólo el legado de ocho años de gobierno del presidente Álvaro Uribe (2002-2010), sino el mismo sistema democrático en Colombia.
¿Qué pasará, en cambio, si el general Alzate es rescatado por las Fuerzas Armadas? ¿Seguirán las negociaciones de Cuba como si nada hubiera ocurrido? Difícilmente. ¿Qué sucederá si –Dios no lo quiera–, el general es asesinado por sus secuestradores, o perece en cautiverio? La estrategia dialoguista de Santos perdería lo último que le queda de sentido y esa muerte absurda, cuyo único responsable sería la organización que dirige Timochenko, incendiaría aún más al país.
En ese panorama inestable, lo único claro es que los colombianos estamos, de nuevo, ante una encrucijada plena de interrogantes y de pocas respuestas. Es decir, ante una situación típica del método santista: sabemos y no sabemos nada. Sabemos y no sabemos qué está ocurriendo en el campo político. Conocemos una parte ínfima de lo que se está jugando tras bambalinas, con actores subversivos y hasta con agentes extranjeros que no buscan sino imponer sus condiciones. Y, aunque ese es el nivel de incertidumbre, se nos pide al mismo tiempo que asumamos una posición, y que le demos “respaldo político” al Gobierno, y que todos, sobre todo los periodistas, seamos “prudentes en las informaciones”. Como si un aumento de la autocensura de los medios, ya grande en materia de orden público, pudiera ayudar a los colombianos a comprender lo que ocurre. El resultado de esa línea es, una vez más, que los únicos que tienen la palabra son las Farc y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Con gran cinismo, éste gesticula que está contra la suspensión del diálogo en La Habana y que “a Venezuela le duele esta guerra de 60 años [en Colombia]” aunque él la alimenta todos los días.
Después de echarle la culpa al presidente Uribe del secuestro del Alzate, las Farc insisten en disfrazarse de palomas al decir que ese rapto no es más que una “retención” que les cayó del cielo pues ellas no habían planeado hacer eso.
Por eso tiene razón el ex ministro y periodista Fernando Londoño Hoyos cuando se niega a jugar al avestruz. Al invitar al país a ser vigilante sobre este asunto, Londoño cumple con su deber de patriota. En su editorial de ayer dijo: “Nada es lógico ni verosímil en la historia que nos han contado sobre el secuestro del General Alzate”. En consecuencia, formuló cinco preguntas: 1. ¿Qué se está tramando contra el porvenir de Colombia? 2. ¿Juan Manuel Santos está montando un nuevo golpe de opinión con el secuestro del General Alzate? 3. ¿Quién le ordenó al General Alzate viajar por esa zona de Quibdó desarmado, vestido de civil y sin protección? 4. ¿Qué les va a dar Santos a las Farc para que devuelvan con vida al General Alzate? 5. ¿Les concederá el cese bilateral al fuego para que las Fuerzas Militares y de Policía queden paralizadas en todo el país?
Son interrogantes ineludibles. El presidente Uribe, por su parte, denunció la grave torpeza de la línea de Santos: «Han hecho creer que el Gobierno tiene controlado el terrorismo. Mienten: el terrorismo vuelve a controlar muchos territorios de Colombia», dijo al diario madrileño El Mundo. Y agregó: «Han convencido al mundo de que debemos elegir entre guerra y diálogo. Santos traicionó su promesa de seguir nuestra política. De haberlo hecho, los jefes terroristas hoy estarían también en Cuba y Venezuela, pero no tendrían estructura para el crimen en Colombia. Pero el Gobierno Santos renunció a que este país estuviera hoy en paz».
En efecto, Colombia no está en paz ni va hacia la paz. Jamás las Farc habían podido secuestrar a un General de la República. Si lo han hecho ahora es porque el proceso de diálogo que ellas exigían los ha fortalecido de manera inaudita. Así va Colombia pocos días después de que Juan Manuel Santos dijera en Europa que el “proceso de paz” iba muy bien pues las Farc estaban trabajando con mucha “seriedad” en eso.