No es broma, no es un juego
Jamás olvidaré la incomprensión de la inmensa mayoría de los miembros de la Comisión Política (CP) de la Coordinadora Democrática (CD) frente a la auténtica naturaleza del proyecto bolivariano y la catadura moral y política del presidente de la república. Quienes osábamos caracterizar al proyecto de totalitario y al presidente de la república de dictador potencial – una ínfima y desangelada minoría que no se contaba con los dedos de una mano – éramos confrontados airosamente y sin más trámites por esa mayoría de más de cuarenta miembros con la sorna o el desprecio. ¿Totalitario un régimen que aceptaba medirse electoralmente? ¿Dictatorial un líder que apelaba al respaldo de las mayorías?
Esa lenidad intelectual – por decir lo menos – permitió la elasticidad de los criterios con los que la CP de la CD se opuso a las maniobras dilatorias y a las perversas ejecutorias que llevarían a la postergación en casi un año del RR y al montaje de un aparato electoral prácticamente invencible. Jamás olvidaré la más perversa de las observaciones hechas por uno de los líderes de la Coordinadora: ante el reclamo por la operación identidad que dos o tres de nosotros osáramos llevar a la plenaria: se nos contestó que era justo dotar de identidad e incluso de nacionalidad a los sectores que estaban siendo cooptados por el chavismo masivamente y a pasos agigantados, porque habían sido marginados por la Cuarta república y tenían el derecho a la ciudadanía.
Ninguna sorpresa que ante la humillante derrota se rizara el rizo del absurdo dándole legitimidad a quienes defendían la naturaleza justiciera del régimen y democrática del presidente de la república. Desde Teodoro Petkoff hasta el último masista o ex masista de la CD se utilizó el triunfo amañado y mañoso de Hugo Chávez para justificar sus posiciones y reconocer la legitimidad de una mayoría electoral, olvidando que había sido el producto de un fraude sistemático y continuado, permitido y avalado por todos ellos. Ninguna sorpresa que en lugar de denunciar el fraude, surgiera la política de “construir la nueva mayoría”.
¿Quién de ellos desconocería hoy la naturaleza totalitaria del proyecto bolivariano y el carácter dictatorial del teniente coronel? Las vejaciones a intelectuales de la talla de Heinz Sonntag o Fernando Mires, la expulsión de José Miguel Vivanco y su colaborador al frente de HRW y ahora la prohibición de ingreso al país del ex presidente de Polonia Lech Walesa por órdenes directas del presidente de la república muestran la cara más evidente de la deriva totalitaria del régimen y del verdadero carácter del teniente coronel. Las inhabilitaciones de 260 líderes opositores, los ataques despiadados y groseros contra Manuel Rosales y otros candidatos a gobernadores y alcaldes, la intromisión absolutamente inconstitucional del presidente de la república en la campaña electoral, las absurdas acusaciones de magnicidio y golpismo contra miembros del M2D o dueños de medios como Alberto Federico Ravel y Marcel Granier muestra el feo rostro de un gobierno de facto y desnudan la tendencia totalitaria de sus propósitos.
Este próximo 23 de noviembre los demócratas venezolanos se juegan la vida. Las amenazas no son bromas. Los empeños y pujos dictatoriales no son juego. Es fundamental tenerlo presente.