Una decada de angustia
Por primera vez pareciera verse un rumbo claro para la “oposición” que aguarda pacientemente la fecha de las elecciones, mientras Chávez irascible, desbocado se juega a la violencia sin que nadie se altere. El 23 de noviembre es la cosa, y allí confluiremos todos los disidentes a este régimen, ejerciendo nuestro derecho al voto. Siempre me gusta utilizar el vocablo disidencia que abarca a todos los venezolanos opuestos a la acracia y corrupción. Disidentes los hay dentro del oficialismo y por supuesto fuera de él. En está oportunidad esa disidencia sabe que hay que votar por quienes tengan las mejores opciones al triunfo, aunque aparezcan varios candidatos opositores. Este es un ejercicio sereno para obtener el mayor número de gobernaciones y alcaldías. El día de las votaciones nos olvidaremos de las disputas internas de la “oposición” aunque nos hayan descorazonado, escogiendo a quienes tienen mayores posibilidades, y desechando cualquier propaganda o encuesta inflada.
Chávez se echó encima, como es su costumbre, la campaña electoral de los rojos rojitos, enfrentándose a si mismo en esta congruencia. Será Chávez versus sus errores y ataques, la gente está atenta y sus yerros lo seguirán condenándole hasta el final; son diez años de absurdos, de no verle el queso a la tostada, gastando y gastando para sus fines publicitarios con un país en bancarrota. Comprando armas y más armas para una Venezuela pacifica y acostumbrada a llevar las mejores relaciones con el resto del mundo. Es su guerra, son sus intríngulis, en ese mundo nada tenemos que buscar el resto de la población preparada a vivir en paz y sosiego.
Comparto la opinión de que la “oposición” debe obtener el triunfo en cuatro gobernaciones emblemáticas como lo son: Zulia, Nueva Esparta, Sucre y Carabobo, y el oficialismo se asoma también como ganador en cuatro de ellas: Lara, Falcón, Apure y Vargas. En el resto pudieran ocurrir sorpresas que se dilucidarán en el momento de las elecciones.
Son diez años en los que han ocurrido cosas concluyentes para desdibujar la figura de Chávez como el propulsor de las candidaturas, señalando como primera causa la perdida de sus aliados, conocedores como él, de cómo se mueven las cuestiones electorales, me refiero esencialmente a la gente de Podemos, y la disidencia acunada en sus propias filas que difícilmente precisamos a cuántos alcanzan. Los eternos plañideros abstencionistas de un lado y del otro que, especulamos, en esta encrucijada serán fracciones marginales de parte de la disidencia. Estando al corriente de lo que está en juego, y madurando sesudamente cuál es la verdadera coyuntura política del país.
No tiene sentido rumiar en una disidencia separada por los vapores verbales, sería un disparate. No somos novatos para que la disidencia se vaya a presentar fraccionada en los próximos comicios. Creo en la lucidez de los venezolanos, quienes soportan sus cargas negativas con verdadero temple. Me inclino por la cordura de este pueblo que lleva diez años recibiendo puras promesas, y visualizó un ambiente posterior a las elecciones sin antagonista y hermanados.
Es Chávez quien está alterado, son sus fanáticos a quienes les debe preocupar su debilidad, definitivamente irrecuperable. La división se halla mayoritariamente en las filas oficialistas, aunque paguen las utilidades y bonos extras antes de las votaciones, el pueblo conoce de estas artimañas. Son propias de Chávez siendo sus “tácticas” para tratar de inclinar la balanza a favor de sus candidatos, pero estas elecciones son diferentes, tenemos la oportunidad de ir recuperando la nación arruinada durante su administración, y en ciernes con una terrible crisis económica mundial que ya se ve cercana, sin que se tomen las previsiones necesarias. Necesitamos de ciudadanos juiciosos para cuidar los recursos del país. Los dispendios, robos y alcahueterías tienen que cesar, y el comienzo será el 23 de noviembre cuando rescatemos a la nación del marasmo que la condujo durante una década, el peor “gobierno” del mundo.