Elecciones: Primera lectura de los resultados del 23-N
Negar-como ya lo hace Chávez- que la oposición democrática continuó en la ruta de arrebatarle las mayorías electorales a la revolución colectivista y neototalitaria, es tan ingenuo como suponer que la caída de los precios del crudo no va afectar a la economía y el gobierno puede seguir su escandaloso nivel de gastos como si no hubiera pasado nada.
Chávez, en efecto, no cuenta a partir del domingo con la mayoría de electores de lo que se ha dado en llamar el “corredor electoral” (Área metropolitana de Caracas, más los Estados Miranda, Aragua, Carabobo, Lara y Zulia), que concentra el 46 de la población total del país, los grandes distritos industriales, comerciales y financieros, las más importantes instituciones universitarias y centros de investigación, así como las sedes principales de la iglesia católica, la FAN y de gremios empresariales y sindicales.
O sea, “el corazón de Venezuela”, de la vanguardia científica y tecnológica en todas sus expresiones, la que palpita con las últimas novedades en electrónica y tecnologías de la información, y puede con toda propiedad decir que representa nuestra vitrina de exposición en la civilización del siglo XXI.
En otras palabras, que el chavismo como fenómeno político, no solo se vuelve minoría, sino que se ruraliza, pasando a ocupar en el marco de la sociedad postindustrial, el lugar que en una sociedad en movimiento hacia el futuro, los desfases reservan a los sectores más inerciales, a aquellos con más tendencias estatistas y paternalistas, como que, su atraso con relación al desarrollo, los convierte en víctimas fáciles del centralismo, el autoritarismo y el caudillismo.
Lo cual no quiere decir que no se trata de una Venezuela sacudida por las pugnas entre la premodernidad y la modernidad, el mercantilismo y el capitalismo, el populismo y la economía de mercado, como se reveló en el hecho de que en los 17 estados en que ganó el chavismo, por lo menos en 6 lo hizo con márgenes de 3,4 y 5 puntos y hubo tres entidades regionales, Barinas, Guárico y Bolívar, en los cuales ganó porque la oposición concurrió a las elecciones con 2 y hasta 3 candidatos.
De modo que, ni siquiera en los estados donde el chavismo dio muestras de supervivencia puede asegurarse que encontró la clave para permanecer y adelantar políticas que lo regresen al centro político y electoral del país, ya que, al tratarse de una periferia sometida a los fracasos de la política estatal, pasará a sumarse al torrente opositor que clama por el fin del actual estado de cosas.
Será una explosión de la cual pueden encontrarse síntomas según un se asoma a las protestas que se suceden a diario en las capitales y ciudades importantes del interior, con sus cortes de ruta, su enfrentamientos con la burocracia estatal y contra las cuales siempre llueven quejas de que traicionan las promesas oficiales y violan los derechos humanos.
Y que, si determinaron la presencia de los más pobres en las calles en los años en que el ciclo alcista de los precios del crudos significó que el estado venezolano dispusiera de la riqueza más cuantiosa y creciente que ha conocido en toda su historia, ahora cuando los precios se desplomaron en 6 meses, de los 125 dólares en que estuvieron a mediados de julio, a los 44 en que estaban ayer, no es difícil establecer que el infierno para Chávez el próximo año será un país en revuelta permanente y sin posibilidades de encontrar respuestas de parte del gobierno.
En definitiva, una consecuencia de la sordera y la ceguera más agudas que ha padecido gobierno alguno en Venezuela en los últimos años, enfermo, además, del peor mal que puede sufrir gobierno alguno, y que no es otro que una ideologización extrema a nombre de la cual se soslaya cualquier realidad, cualquier urgencia, necesidad y clamor si no contribuye a que el caudillo, el comandante en jefe, el máximo líder, concentre la mayor cantidad de poder y en el mayor tiempo posible.