Del parapeto al partido político
Los nuestros, en muy buena medida, fueron partidos políticos responsables y coherentes que se parapetizaron en el transcurso de nuestra larga crisis. No necesitamos acudir al viejo Duverger, a Sartori, a Cerroni, a Rosenblum, a Cotta o a Madueño, para enterarnos que un partido político es algo más que militancia, estructura-organización y estrategia.
Recordamos que, muy pocos años atrás, Alfredo Keller hizo un estudio de opinión sobre los partidos políticos venezolanos, incluyendo a los oficialistas, que demostraba una gigantesca confusión doctrinaria, ideológica y programática de sus integrantes. Y he acá un dato demasiado importante, pues, los orígenes de la democracia cristiana, del marxismo, de lo que derivó en socialdemocracia y hasta del liberalismo que fue gobierno en el siglo XIX venezolano, hablan de la preocupación e interpretación esmerada de sus promotores para darle un cauce distinto al país, apegados a ciertos enunciados y a un problemario siempre complejo, en los que tendieron a profundizar.
Del parapeto partidista habla mucho la escasa calidad o inexistencia de la colegiatura, la sofocante vida interna consuetudinaria y la acuñación existencial de las meras consignas, que reflejan vivamente lo que se entiende por política, paradójicamente despolitizándose. Las intrigas, los reacomodos de pasillo, el exhibicionismo o el calcó nada ilustrado de experiencias foráneas, emblematizan la actual experiencia partidista en Venezuela.
Los más recientes resultados electorales obligan a una definitiva reivindicación del partido político en Venezuela que deje atrás el parapeto o artefacto que todos conocemos, sobre todo al proclamar vivamente la democracia como punta de lanza. Nuestra observación es general y no apunta a una mezquina y revanchista observación sobre determinadas organizaciones, como fácilmente se acostumbra.