¡Ay, qué jartera!
A ún húmedo el dedo meñique de tinta inde-leble, prueba orgullosa con la que demostramos que fuimos a votar en las elecciones regionales de Venezuela, se antojan comentarios. Al curita de por ahí le oí decir que bienaventurados los que votan porque de ellos es el reino de la democracia. Oí también gritar a un cardumen de motorizados, supongo que chavistas, el estribillo de «¡no volverán, no volverán!» y mire usted que algunos fantasmas del pasado regresaron. Un borrachito circunstancioso cantaba, muy afinado él, al son de Rubén Blades, ministro de lujo de la Cultura de Panamá: «la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay dios…» Escuché además que a los chavistas les faltaba barrio y les sobraba monte y culebra ya que dominaron en los estados que conforman la ruralidad, el atraso, la pobreza y la sumisión, donde los que allí viven, luego de diez años de exitoso gobierno revolucionario, son «nómino-dependientes», es decir que obedecen exclusivamente a la nómina que manejan los gobernadores, alcaldes, etc., porque tanto trabajo como producción se echaron a pique. En cambio, en las urbes donde los conflictos sociales son otros y existe alta concentración popular, ganó, en general, la oposición. Dejó de amarrar en algunos estados en los que se podía pero se dilapidó la esperanza en razón del balurdismo de algunos dirigentes políticos que, a la vista fresca, se les ve que no lo son. Los candidatos del gobierno vencieron en otras circunscripciones, y los felicito. ¡Faltaba más! La abstención se redujo. El diferencial de votos entre gobierno y oposición es casi nulo. El CNE sumó un punto importante a su favor por la calidad de sus decisiones. Ah malaya, no la embarre en los próximos días. La Fuerza Armada Nacional, representada en el «Plan República», se distanció aún más de la ciudadanía y se acercó más al poder que habita en Miraflores, en cuyos alrededores, como era previsible, ganó la oposición. La naturaleza estuvo a nuestro favor pues el domingo 23 dejó de llover; el pueblo votó y se remachó el «no» del 2 de diciembre del año pasado.
Andamos pues de plácemes. ¡Goza, por fin ganamos dos seguidas!, y eso es bueno para todos. Hasta para los chavistas si te pones a ver. Para que se sepa que el país no es de ellos. Que no se pueden coger «hasta a las secretarias» como me esputaba uno de ellos, con un libro sobaquero, recién electo Chávez, mientras este humilde servidor público laboraba en el centro de Caracas. Le hemos propinado dos parados, democráticamente resueltos, que van en el sentido del deslave del proyecto chavista al que ya se le oye un golpe de biela y se le siente un golpe de ala.
Allí se explica el corre-corre post-electoral por la reelección indefinida. Embiste y jadea él, presa de las fórmulas del pensamiento derrotado que le susurran: «cuando pierdas avanza, contraataca, no des tregua, propínales una emboscada mientras descansan, píllalos, busca la traquea». O sea, Mao, Sun Tzu, Ho Chi Min y el «Che» Guevara en licuadora.
¡Qué jartera!