Atentos ante la realidad
Lo peor que puede pasar en Venezuela es que no pase nada. Sería la consolidación progresiva de un régimen protagonista de la destrucción ética y moral de la República. Muchos preguntan sobre el futuro inmediato. Tienen el deseo que pase algo que ponga término a la situación actual, pero en el fondo engrosan la legión de pesimistas resignados. Progresivamente se cierran sobre sí mismos atendiendo sólo lo relativo a su trabajo, a la familia y, en general, a la seguridad de la vida y de los bienes. En el mejor de los casos vacilan recelosos esperando los unos de los otros confiando en que finalmente, habrá quienes resuelvan por todos. Se trata de una parte importante de la sociedad convertida, puede que inconscientemente, en cómplice por omisión del régimen.
Hoy registramos que algo serio está pasando. El exceso de poder concentrado en algunas cabezas del alto gobierno, ha generado sus propios monstruos y presenciamos las acciones apropiadas para liquidarlos. Cada día son más notorias las diferencias entre las cabezas de las instituciones y en las filas del partido gobernante. Hay celos, peligrosas incertidumbres y desconfianzas. El caso del ilegítimo presidente es patético. La realidad estalla ante sus ojos, pero no ve o no quiere ver lo que sucede. Todos los días añade ofensas contra los más calificados voceros de la alternativa democrática y contra quienes, en su propio mundo, se niegan a ser incondicionales sirvientes del régimen cubano. Da la impresión de que el tipo está enloquecido. Está por creerse el disfraz de cada día. Ya no sabe si es él o sus ropajes.
Para muchos de nosotros es una obligación luchar frontalmente para desmontar lo existente, aún en medio de la lógica incertidumbre del desenlace. Personalmente estoy convencido de que no hace falta mucha gente, ni excesos de valor. Las acciones las deben encabezar hombres y mujeres justos que, por el solo hecho de estar, le dan trascendencia y seriedad a cuanto se hace. Lo definitivo está próximo.