Opinión Nacional

Pateando a Bolívar

La habitual actitud de mal perdedor a que nos ha acostumbrado Hugo Chávez y ahora sus lugartenientes, luego de la “victoria de enmienda”, que dicen haber obtenido el 23N, cuando procedieron a saquear y desmantelar las Gobernaciones y alcaldías de donde el pueblo los expulsó a voto limpio, a pesar de la fortuna empleada en comprar y adormecer conciencias, nos habla del divorcio irreparable entre la personalidad de éste sátrapa y sus huestes y las de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, quienes dieron infinitas muestras del respeto hacia la condición humana de sus adversarios en la guerra y en la política, así como de la voluntad popular.

Jamás podrá decirse que éstos libertadores faltaron a la decencia en el trato hacia quienes fueron sus enconados adversarios, ni que se comportaron como unos bárbaros contra las decisiones del pueblo. Hoy vemos como se ensucia el significado de ser “bolivarianos” comportándose como unos cavernícolas.

El desespero que demuestra Chávez ante la posibilidad clara de tener que entregar el poder, de tener que rendir cuentas ante la justicia la genera terror. El que sus crímenes no sean juzgados por jueces complacientes y por fiscales torcidos como Isaías, lo obliga a buscar la impunidad eterna a toda costa. Como Hitler aspira a un Reich que dure mil años, con historiadores alcahuetas que lo conviertan de un insulso loro parlanchín en un adalid de la oratoria y la elocuencia. Pero la realidad siempre es rebelde. ¿Cuantos tiranos soñaron con morir de viejos en el poder? Sólo unos escasos lo lograron, la gran mayoría vieron “mojada su frente con el sudor de la agonía, bajo el ataque mortífero de la banda que le rodea” para usar palabras de Stefan Sweig.

Chávez, haciendo uso y abuso de los recursos del Tesoro venezolano, abusando groseramente del poder y de la lealtad de los animales fidelísimos que copan las instituciones, con la desvergüenza y la amoralidad que le caracterizan puede forzar un resultado que le sea favorable. Sin embargo debe recordar que está en Venezuela, un país que da unos virajes impredecibles, si la situación empeora, como cabe esperar, no tanto por la crisis mundial como por la locura con la cuál Chávez ha dilapidado el patrimonio nacional, es seguro que el pueblo lo acusará y lo responsabilizará por la miseria que le oprima, de nada valdrán tanques ni aviones de guerra. El pueblo experimentará “algo parecido a la amarga decepción de Calibán con Trínculo, al reconocer que en su presentación, había tomado por un Dios a quien sólo era un pedante y un charlatán” y se anulará el hechizo y se desvanecerá la leyenda de la invulnerabilidad y de su poder irresistible.

Aunque no descartamos que la enmienda, al igual que la Armada Invencible española se consiga con un Almirante Nelson en el pueblo venezolano que la hunda para siempre y se llegue al fin de éste proceso que no se cansa día tras día de andar pateando a Bolívar.

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