Pasividad y Depresión
La persona pasiva es aquella que permanece inactiva y deja su destino en manos de otro. Frecuentemente la pasividad está asociada al miedo, ya sea inducido como es el caso de la intimidación, o simplemente porque la persona siente que no puede hacer nada frente a su circunstancia, se siente desbordada y por tanto con miedo frente a lo que pasa. Cuando el ser humano se encuentra presa del miedo tiende a adoptar una actitud perpleja, de observador pasivo, paralizado.
Sea cual sea el conflicto que le toca enfrentar, cuando esta actitud predomina y se mantiene por mucho tiempo, lo que provoca es una sensación de desesperanza y depresión. Aun cuando la persona pueda sentir el más grande descontento, molestia o rabia, se encuentra sin saber qué hacer, testigo de su desgracia, muda, pero angustiada. El panorama puede ser desolador de gran incertidumbre, tocando situaciones básicas que comprometen la integridad, el futuro, la familia, la salud, y sin embargo no es capaz de protestar, de manifestar su descontento y menos de actuar.
El desespero hace sentir que la única posibilidad es salir corriendo y huir de la circunstancia. Lo que predomina en la mente consciente o inconscientemente es una actitud entreguista, que provoca que la situación la arrope. Este sentimiento puede ser compartido cuando existen situaciones sociales que afectan a muchos, entonces el sentimiento se torna colectivo. Cualquier malestar social puede ocurrir frente a la mirada solidaria y cuestionadora, pero pasiva de todos.
Las insatisfacciones pueden ser múltiples o enormes, y sin embargo la queja es mínima. Esto es frecuente ante situaciones sociales crónicas que puedan estar afectando a una colectividad. Frente a la pobreza, desnutrición, abandono, amenaza de la pérdida de la libertad o cualquier otra manifestación social negativa compartida, se mantiene una actitud pasiva y perpleja, no se hace nada o las manifestaciones son tímidas e incapaces de modificar lo que sucede.
Esta actitud psicológica colectiva a veces es inducida de manera planificada con la finalidad de control social. Regímenes de tendencia totalitaria frente a su necesidad de control planifican y ejecutan una guerra psicológica sistemática de intimidación para dominar. Logran mediante una estrategia planificada crear la sensación colectiva de indefensión para efectos de dominación. Una vez logrado esto, el colectivo se encuentra a su merced, testigo de lo que ocurre, pero paralizado sin saber qué hacer.
En esos momentos hay que recordar ciertos principios psicológicos: Cómo se percibe la realidad, no necesariamente es la realidad en sí misma. A veces nos vemos más pequeños de lo que somos, minimizándonos frente a los hechos y por eso nos asustamos y paralizamos.
Los recursos que necesitamos para realizar un cambio están dentro de nosotros, y casi siempre es mejor enfrentar lo que pasa antes de salir corriendo. Cuando muchos piensan juntos, las soluciones afloran. No conocemos los límites de nuestra capacidad hasta que no actuamos.
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Pedro Delgado Machado
Médico Psiquiatra