Cuando les llegue su hora
¿Podrán argumentar sus cómplices de la judicatura – en minúsculas hasta nuevo aviso – cuando se termine por destapar la olla putrefacta de los colosales guisos, estafas y saqueos, cometidos todos por los altos jerarcas del régimen durante el ejercicio de su actuación a la cabeza de la sedicente justicia venezolana, que ellos nada supieron de tanto estupro, tanta iniquidad, tanto latrocinio? ¿Podrán escudarse en la ignorancia? La ley es taxativa: delito es delito, así lo cometan analfabetas. Lo que no es el caso, así la academia brille por su ausencia entre los togados de la quinta república. ¡Si hasta Cilia Flores podría recibir su doctorado en la rifa de alguna tristemente célebre universidad y así formalizar su expediente y terminar presidiendo el TSJ!
¿Cómo es posible que cuando comienza a resquebrajarse el iceberg y se asoma la putrefacción en que están incursos: el presidente y la familia presidencial, Diosdado Cabello, la familia Rangel Ávalos al completo, los Chacón, los Torres Ciliberto, los Sarría y toda esa fauna de caimanes y tiburones voraces y depredadores a niveles estratosféricos e inocultables, salga nuestra buena doctora Morales – en lugar de elevarse por sobre la majestad de su cargo y ejercer la implacable necesidad de justicia que el pueblo reclama – a exigir un estado único y todopoderoso, no perturbado por controles y exámenes, sin división de poderes? ¿A qué pena se habría hecho merecedor quien alcahuetee el peor de los latrocinios cometidos en la historia de la república desde su fundación, pronto hará doscientos años?
¿Qué hará el sedicente contralor de la república, con su cara de cucaracha de panadería, hundido hasta el cogote en la ciénaga de la inmunda porquería que ha convertido a la patria en un pantanal para justificar ante jueces probos y severos, como los que inexorablemente subirán al estrado de la República – esta vez con mayúsculas – lo que acaba de honrar – ¡este régimen! – como ejemplo de honestidad y carencia de corrupción? ¿Dónde se esconderá la sedicente defensora del pueblo que encarcela a un hombre que ejerce su elemental derecho a hacer con su vida lo que le parece digno de respeto y atención: poniéndola al servicio de la protesta por los abusos del poder constituido al que ella pertenece? ¿Último instrumento de presión, su propia vida, ante el abuso, la prepotencia y el descaro del poder?
¿O cree esta manga de ladrones y delincuentes que el poder que detentan con maña y maldad será eterno? ¿No revisan las encuestas? ¿No escuchan el ruido sordo y atronador que corre violento y tempestuoso por el subsuelo de la patria y amenaza con reventar en cualquier momento derribando todos los diques y cauces? ¿No ven el derrumbe estrepitoso de esta montaña de estiércol sobre el que posa quien la confunde con el Chimborazo?
La olla recién destapa una puntita. Cuando la fetidez emerja en toda su magnificencia, no habrá modo ni manera capaz de mitigar el asco. Habrá llegado el momento de la verdadera revolución: la democrática, ética y moral que el país reclama a gritos desde hace dos siglos. Será la mejor celebración del bicentenario. Una nueva Venezuela habrá nacido.