Cuando se siembra odio social
Lo que estamos viviendo en Venezuela desde hace quince años, agravado en los últimos días con el enfrentamiento dentro del propio régimen, no es nada nuevo sino la consecuencia de haberse utilizado el odio social para conquistar y conservar el poder que e s lo que sucede siempre en todos los regímenes comunistas. Aprovechan la desigual distribución de las riquezas para izar la bandera de la justicia social que después no se logra sino la pérdida de la libertad y demás derechos humanos. El odio social termina destruyendo hasta la esperanza en una sociedad que quería tener una vida mejor.
La estrategia que siguen es la siguiente. El cambio que todos quieren no es posible sin destruir primero el modelo político y económico liberal, o sea, la democracia y el capitalismo pues solo destruyéndolo podrá construirse otro mejor que, después, no llega nunca pues la minoría que asume el poder lo que hace es instalarse al frente de una sociedad ansiosa de justicia social donde solo los líderes viven mejor. Una estafa colosal. Esto sucedió en la Unión Soviética, en Cuba, en China y ahora la víctima es Venezuela. Justicia social con comunismo es algo así como querer endulzar una taza de café con una cucharada de sal, ácido muriático o escribir un círculo cuadrado. No lo dice quien escribe sino que lo confirma la experiencia histórica.
Sembrar el odio social en una sociedad donde la riqueza está mal distribuida es fácil, lo difícil es recoger después el odio difundido. Para lograr este cambio y el regreso a la fraternidad ciudadana se necesita que el modelo político y económico nuevo se alimente con el amor y la educación con valores y no con intereses. Por eso están en la vía correcta quienes sostienen que solo es posible si los niños y los jóvenes reciben educación en valores humanos primeramente en sus familias y después en las escuelas de manera que así queden con vocación hacia la fraternidad humanista y vacunados contra el odio social. Esto es lo que se logra educando con valores a la juventud para poder tener una sociedad, nueva y mejor, lo que jamás se logrará a través del odio social que siembra un marxismo fracasado.
Con la elocuente experiencia histórica de su fracaso hay que estar muy enfermo de protagonismo y publicidad para sembrar el odio social como la solución para un pueblo que quiera ser feliz.