Los monjes decapitados de Tibérihine
Cuando el grupo terrorista Jund-Al-Khilafah, en nombre del Estado Islámico, decapitó el mes pasado al montañista francés Hervé Gourdel, añadió un nuevo capítulo a la trágica relación de Francia con Argelia. Este nuevo hecho de violencia sucede en el momento en que Francia negociaba la autorización del gobierno de Bouteflika para que un juez francés presencie esta semana la exhumación de las cabezas de los monjes cistercienses del monasterio de Tibérihine, asesinados por decapitación en 1996. El secuestro de los siete monjes fue reivindicado en su momento por el Grupo Islámico Armado GIA (Groupe islamique armé).
En Francia y Argelia aún supuran las heridas dejadas por la guerra de independencia de ese país magrebí, así como algunos oscuros episodios ocurridos durante la guerra civil que asoló Argelia entre 1991 y 2002. El secuestro y asesinato de los monjes del monasterio cisterciense de Tibérihine, apunta al grupo terrorista GIA, una de las primeras franquicias de Al-Quaeda en el Magreb, sin embargo, Francia y Argelia mantienen abierta la investigación desde el año 2003. Nuevos e inusitados testimonios alimentan la versión de que una facción del ejército argelino sostuvo nexos con el grupo terrorista GIA.
Para tratar de entender lo sucedido, es necesario hacer un poco de historia.
La lucha por la independencia y la guerra civil
Argelia, colonia francesa desde 1830, inició su guerra de independencia en 1954 con la fundación del Frente de Liberación Nacional (FLN), que junto a su brazo militar, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), posibilitaron la unión de todas las organizaciones y facciones nacionalistas que luchaban contra la ocupación francesa. Fue una “guerra a muerte”, pues el FLN asesinaba por igual a franceses y a argelinos sospechosos de colaborar con el ejército de ocupación. Durante la guerra de liberación se calculan en 50.000 las bajas francesas y 150.000 del lado argelino. En 1962, luego de la independencia, cerca de 1 millón de “pied-noirs” habían abandonado el país. Este era el calificativo que se daba a los ciudadanos franceses, judíos o de origen europeo que residían en Argelia. El FLN se transformó en el partido único bajo el liderazgo de Ahmed Ben Bella, implantando el socialismo como modelo. Desde ese entonces, comenzó una lucha de facciones, seguida de golpes de Estado y complots por el poder.
La guerra civil transcurrió entre 1991 y 2002. Este episodio de la convulsionada historia de Argel es el escenario donde aconteció la desgraciada muerte de los monjes cistercienses. Uno de los actores políticos involucrados fue el Frente Islámico de Salvación (FIS), organización islamista que instaba al gobierno para que Argelia adoptara la sharia o ley islámica como modo de vida. Bajo estos postulados, el FIS ganó apoyo popular y triunfó en las elecciones municipales de 1990. En las elecciones generales de 1991, tras obtener un porcentaje considerable en la primera vuelta, el presidente Chadli Benyedid, del partido FLN en el poder, dio un autogolpe, declaró el estado de excepción y anuló el proceso electoral. Disolvió el FIS y encarceló a sus dirigentes. El brazo armado del FIS, el Ejército Islámico de Salvación (EIS), constituido por diferentes grupos armados, inició acciones terroristas contra el gobierno, así como ataques y secuestros de extranjeros, especialmente franceses. Los principales grupos que lucharon contra el gobierno fueron el Movimiento Islámico Armado (MIA) y el Grupo Islámico Armado (GIA). En 1994 cuando culminaban las negociaciones entre el gobierno y los líderes del FIS, el GIA declaró la guerra al FIS y a sus partidarios. Esto dio paso a una guerra de “todos contra todos”. El GIA cometió una serie de masacres, secuestros y asesinatos de civiles. Algunas evidencias sugieren que, en algunos casos, hubo la participación, omisión o colaboración de facciones militares. El número de muertes que arrojó la guerra civil se calcula en 200.000, incluyendo a 70 corresponsales de prensa extranjeros.
Estigmas de la pasión y muerte
En plena guerra civil, un grupo de monjes cistercienses franceses del monasterio de Tibérihine, en los montes Atlas, se desenvolvía en sus faenas agrícolas, así como de trabajo social en los barrios pobres de la comunidad vecina donde mantenían un ambulatorio. El 27 de marzo de 1996, el convento fue asaltado por un grupo armado que los secuestró. Tres meses más tarde, el gobierno argelino anunció el descubrimiento de las cabezas de las víctimas, sin que hasta el presente hayan aparecido los cuerpos. La responsabilidad de esta acción terrorista recayó sobre el Grupo Armado Islámico GIA, una de las facciones en pugna y rama combativa de Al-Quaeda en Argel.
El testimonio de un general francés en situación de retiro, que estuvo adscrito al servicio secreto y se desempeñó como agregado militar en Argelia en el momento de los hechos, ha colocado en entredicho tanto las declaraciones del gobierno argelino, como a los servicios de investigación franceses. El general François Buchwalter declaró al juez de instrucción antiterrorista, que dirigía la investigación, haber recibido informaciones que señalan como presuntos culpables de la masacre a un grupo comando de las fuerzas armadas argelinas, que patrullaba la zona de Tibérihine y que en la espesura del bosque confundió al grupo de monjes con terroristas. Dándose cuenta del error, decidieron falsear lo ocurrido, enterrando los cuerpos acribillados sin las cabezas. “Los cuerpos de los monjes fueron mutilados para borrar las pruebas de esa terrible equivocación”, declaró el general sin citar a sus informantes.
Otras fuentes dicen que, efectivamente, fueron los terroristas del GIA los asesinos, pero que este grupo actuaba a la sombra de una facción del ejército que conspiraba contra el gobierno central. El testimonio del general, así como otras informaciones que han salido a la luz pública, han provocado serias dudas sobre la versión oficial y han colocado en aprietos a ambos países.
Lo cierto es que los actos terroristas de la Jihad o Guerra Santa contra los infieles que pretende la creación de un califato mundial, no solo amenazan a los judíos sino que desde hace muchos años persiguen por igual a los cristianos, quienes son el blanco de ataques en el Medio Oriente, África y especialmente en los países del Magreb, feudo del Aqmi (Al-Qaïda au Maghreb islamique) y santuario de los grupos que apoyan al IS, Daesch (en árabe) o Estado Islámico.
La orden religiosa Cisterciense, una de las más originales y auténticas de la Iglesia Católica, reconocida por su espiritualidad, rigor y misticismo y fundada en Francia en el año 1098 por Robert de Molesme (1029-1111), continúa estremecida por este abominable hecho. La sociedad francesa y los familiares de los monjes claman porque se haga justicia, aquí en la tierra.