Maulas reciclables
Utilizar personas para fines inconfesables y luego desecharlas, tirarlas al pajón, como decimos en criollo, es frecuente en política, lamentablemente.
Algunas veces les llamamos carne de cañón, cuando se trata de soldados, milicianos o guerrilleros. En este último sentido, me viene a la mente el Ché Guevara, que lo enviaron a Bolivia para salir de él. Demasiado caliente para el régimen de Fidel Castro. Demasiado peligroso para todos los políticos del mundo. Y así fue, lo sacrificaron. Pero la gente no es tonta. Todos sabemos en nuestros más recónditos pensamientos la verdad y por eso el Ché es hoy un icono revolucionario y el epítome del líder traicionado. No hay que estar de acuerdo con sus ideas para entender la traición de que fue objeto.
Es curioso y chocante a la vez, como seres que fueron malévolos y perjudiciales tanto para su causa, si tuvieron alguna, como para sus conciudadanos, posteriormente al sacrificio forzado de sus personas, son comprendidos por los demás, como víctimas de esquemas políticos complejos, egoístas y destructores. Víctimas de la perversidad de otros seres humanos.
En Venezuela contamos con unos cuantos personajes de tal fatalidad. Por ejemplo, el chino de Recadi, que fue el único chivo expiatorio de la abyecta corrupción del sistema cambiario de la cuarta república. Otro ejemplo, fue el fiscal Anderson, que audaz y de pocos escrúpulos, fue aupado a alturas que lo hicieron tan peligroso que encontró su fin en una muerte desgraciada.
Actualmente, estamos presenciando, cual novela por entregas o serie de TV, la evolución de unos personajes que encumbrados por la facilidad del dinero gubernamental, fueron aupados por los gobernantes e ideólogos del régimen venezolano, a penetrar el sistema financiero. A sabiendas por parte del gobierno, de sus escasos escrúpulos, perversa imaginación y total ausencia de malicia, de tal manera que el enredo financiero posible terminase siendo el motivo principal para efectuar una campaña, pseudo moralista, pero en realidad totalmente populista, para reganar votos y apreciación en las encuestas para el Presidente y su gobierno. Estos, venían perdiendo apoyo popular a pasos agigantados ante los estúpidos e irrelevantes desplantes internacionales y la falta de compromiso y decisión ante los problemas nacionales.
Pero la cosa no termina ahí. La desgracia del chino de Recadi es que fue en la cuarta república y ya no nos acordamos ni de su nombre. Ahora, en la quinta la cosa es diferente. Anderson es un personaje y quizá termine siendo el patrón de una escuela bolivariana, el nombre de una calle o avenida, o quizá, de un sindicato paralelo, de un módulo de Barrio Adentro o de un Centro Diagnóstico Integral, quién sabe. En todo caso de él se hará un monumento.
No sé en qué irán a parar los financistas presos y sus acólitos. Tampoco sé si son culpables o no. Lo que si me atrevo a decir es que ellos son más la consecuencia que los causantes de la debacle de tantas instituciones financieras. Les dieron el garrote y sabían, quienes se los dieron, que ellos darían los palos y los dieron.
El desastre sirve para fortalecer la banca del estado, para reforzar los controles a la empresa privada, para aumentar la persecución y vigilancia de los empresarios privados, para avisarle al pueblo que lo privado es malo y corrupto y que sólo estrellas del martirologio político socialista del siglo XXI, como estos presos, son capaces de denunciar el nivel de corrupción y falta de control que tiene el estamento financiero venezolano. Pero por el momento seguirán presos, no importa cuánto, la redención vendrá después.
Si Carlos Ilich Ramírez, preso de por vida en Francia por terrorista, es para el Presidente un luchador revolucionario, un mártir de la lucha de los palestinos, a la altura de Idi Amín Dada, Al Bashir y tantos otros, ¿qué serán estos financistas en el futuro?
Fernández, Chacón y Torres, son tres personas que serán, a no dudarlo, en el largo plazo, los tres grandes mártires de las finanzas venezolanas, santos de devoción pública y popular. Los tres sacrificados inversionistas que develaron la inmundicia del sistema financiero privado. Sus estatuas, liceos, calles y avenidas serán el recordatorio permanente al pueblo de que todo depende del cristal con el que se mire y de quien lo mire y que, por ahora, en este país, todo depende de cómo quiera el jefe mirar.