Pero… ¿En verdad queremos diálogo?
Es tiempo de preguntarnos como venezolanos, ajenos de la perniciosa inclinación política, sí efectivamente queremos un dialogo entre quienes ejercen el liderazgo político en el país, a decir, gobierno y oposición. La interrogante es motivada porque desde que Nicolás Maduro asumiera la presidencia interinamente ha venido realizando acercamientos, diálogos con diversos sectores nacionales sin que se hayan obtenido resultados favorables para los venezolanos, lo propio ocurrió con el tan promocionado dialogo en el mes de diciembre pasado mediante el cual nada se obtuvo, más que insumos para que cada bando se ufanara de su supuesto talante y convicción democrática.
El asunto de fondo es que quienes tienen en sus manos la toma de decisiones, el gobierno, posee pleno conocimiento de las exigencias de cada sector del país, mismos que se han encargado de hacerlo llegar a Miraflores en más de una ocasión, incluso desde tiempos del expresidente Chávez, es decir ¡No hace falta ningún dialogo en Venezuela! Lo que realmente es perentorio son hechos, que conforme a la larga lista de requerimientos de toda índole exigidos por los diversos sectores nacionales el gobierno comience a tomar decisiones para abordarlas, corregirlas y así el país podría nuevamente arrancar, dejar atrás el costoso letargo estructural que tantas penurias ha impuesto a todos los venezolanos. Una vez más, vuele a la palestra pública el “dialogo” coincidencialmente… ¿Coincidencialmente? en un momento político de crispación, marcado por el profundo divorcio de los resultados ofrecidos por el gobierno y sus detractores con lo que realmente amerita Venezuela. Arrancar un posible “dialogo” significaría una vez más sentar a los actores políticos para que por enésima vez vuelvan a diagnosticar qué ocurre en el país, otra vez numerar las problemáticas que ya todos conocemos, para posteriormente ver sí se producen resultados favorables en medio de irreversibles confrontaciones, escasez de dólares y posiciones tozudas que jamás darán su brazo a torcer ¿tiene sentido? pues no, no lo tiene, basta solo mirar recientemente atrás para darnos cuenta.
En nuestra humilde opinión el fulano “dialogo” solo sería otro trapo rojo para distraer la atención de lo que es realmente importante, de lo que no se ha podido resolver por ineptitud, desinterés o intencionalmente, y ganar tiempo hasta que otra treta se les ocurra a nuestros políticos ¿Qué hacemos entonces? Lo único que puede funcionar en la Venezuela dividida y estancada de hoy es que sean los ciudadanos, el pueblo, quienes dialoguen entre si para que desistan las posturas antinaturales a la venezolanidad que nos han inculcado en la última década, venenos como la división, odio y el aberrante fanatismo político. Los venezolanos debemos pactar entre nosotros mismos y exigir a nuestros gobernantes la solución definitiva de la inseguridad, la inflación, la escasez, la carencia de trabajos formales y servicios públicos caotizados ¡ya todos sabemos que esos son nuestras principales problemáticas y cómo solucionarlas! Debemos deslastrarnos del fanatismo político cegador, embrutecedor, que nos hace aceptar pastorilmente los crasos errores por parte de quienes nos administran. Pactemos entre venezolanos y exijamos a todos los gobernantes “hechos” no pantomimas de diálogo.
Mejor dicho imposible…
es muy cierto, ya basta de tanta chachara el país lo que necesita son hechos.
Cómo puede dialogar razonadamente un pueblo anarquizado y medianamente organizado de acuerdo a intereses políticos e ideológicos? Estamos atados envueltos en la vorágine del fanatismo y el enfrentamiento. El unico diálogo que hacemos es en las colas para comprar o pagar algún servicio, momento que aprovechamos los ciudadanos para descargarnos de este desbarajuste nacional. Es muy difícil que el ciudadano común, se organice para pedir la solución de los problemas que nos aquejan, porque el gobierno limita esa posibilidad, solo permite que se reuna el grupo que lo maneja para que lo apoye. nada mas basta con recordar como boicotearon la protesta de meses anteriores. No permiten voces disidentes y para el gobierno exigir los derechos es disentir. Que bueno sería que al pueblo se le permitiera de manera libre ejercer la participación ciudadana sin la coacción de partidos políticos, que nos dejaran hacer uso de los derechos que están establecidos en la constitución de acuerdo a como dicta nuestra conciencia y no a lineamientos partidistas. Es falso que el poder esté en manos del pueblo. Mientras seamos un pueblo sumiso y conformista seguiremos bajo el control de las cúpulas partidistas.